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Obama buscará espacios para gobernar

Con un Congreso adverso, el presidente de EE UU intentará cerrar un pacto nuclear con Irán, avanzar en los acuerdos comerciales y reformar la inmigración

Marc Bassets
Obama, en una reunión este martes.
Obama, en una reunión este martes.MANDEL NGAN (AFP)

Barack Obama buscará a partir de hoy espacios para gobernar con un Congreso adverso, más dedicado a preparar las presidenciales de 2016 que a ayudar a un presidente en retirada.

La campaña para las elecciones legislativas de este martes paralizó la vida política de Estados Unidos durante meses. Algunos temas urgentes quedaron en suspenso, a la espera del resultado. Los legisladores se lanzaron a hacer campaña en sus distritos y evitaron votos que les comprometieran a la hora de salir reelegidos.

El presidente, persona non grata para muchos de los candidatos de su partido, el demócrata, quedó en una especie de cuarentena, recluido en la Casa Blanca junto a un equipo reducido de colaboradores cada vez más cuestionados.

Una de las primeras medidas de Obama tras las midterms —las elecciones de mitad de mandato presidencial— podría ser anunciar una remodelación de su equipo para afrontar sus últimos dos años en la Casa Blanca, en los que intentará alejarse de la maldición del pato cojo, el presidente sin capacidad de influencia ni persuasión. Tras perder el Congreso en las legislativas de 2006, el republicano George W. Bush despidió a su secretario de Defensa, Donald Rumsfeld —emblema de todos los errores de los primeros años de aquella ad mi nistración—, marginó al vicepresidente Dick Cheney en la toma de decisiones y ensayó un nuevo estilo, más moderado y proclive al consenso.

Ahora el curso se reinicia con una agenda nutrida para Obama y el nuevo Congreso: desde las negociaciones para frenar el programa nuclear con Irán hasta una reforma del sistema migratorio con la que a Obama le gustaría rubricar su legado.

El margen de maniobra es estrecho. Desde enero de 2011, cuando el Partido Republicano se convirtió en el grupo mayoritario de la Cámara de Representantes, ninguna ley de calado se ha aprobado en EE UU. Los demócratas dominaban el Senado, pero el veto republicano a cualquier iniciativa del presidente abocó el país a la parálisis legislativa. Nada hace presagiar un desbloqueo tras las midterms. Pero existen resquicios para que el presidente gobierne.

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“Puede hacer dos cosas por su cuenta. La primera es usar los poderes ejecutivos, el poder de la presidencia”, dice Julian Zelizer, historiador en la Universidad de Princeton, investigador en el laboratorio de ideas New America y autor de varios libros sobre la presidencia. Zelizer se refiere al recurso a decretos presidenciales, que no requieren la aprobación del Congreso. ¿El problema? Abren el flanco a las críticas por abuso de poder. “Es controvertido y no se prolongarán necesariamente más allá de su presidencial”, explica el historiador. Su sucesor puede revocarlos. “La segunda cosa que puede hacer por su cuenta es usar el poder del púlpito”, continúa Zelizer. Es decir, su talento oratorio y persuasivo. “Puede exponer cuál es problema con el Partido Republicano y por qué el Partido Demócrata es bueno. Y puede crear condiciones favorables para las próximas elecciones presidenciales”.

Un ámbito en el que históricamente los presidentes han ejercido su influencia al final de su mandato es la política internacional. Mediante el sistema de división de poderes, la Constitución de EE UU deja maniatado al jefe de Estado en cuestiones internas, pero su influencia es mayor en el exterior: él es el comandante en jefe. Y el comandante en jefe deberá responder, en las próximas semanas, a los interrogantes sobre su estrategia contra el Estado Islámico en Irak y Siria. Si la campaña aérea, que empezó en agosto, sigue sin arrojar victorias claras para EE UU, la impaciencia de los sectores más belicistas del Congreso crecerá. Irán es la otra preocupación internacional de Obama tras las elecciones. EE UU negocia junto a otras potencias un acuerdo para impedir que este país fabrique el arma nuclear. El plazo es el 24 de noviembre. Un acuerdo definiría el legado del presidente en política exterior.

La Casa Blanca ha dado a entender que, si hay acuerdo, quiere aplicarlo soslayando al Congreso. Obama cree que puede levantar sanciones unilateralmente y que el acuerdo no tiene por qué adoptar la forma de un tratado internacional, que requeriría la aprobación de dos tercios del Senado, mayoritariamente opuesto a cualquier concesión a un régimen con el que EE UU rompió las relaciones hace más de tres décadas.

La aritmética en el Senado será decisiva para ratificar dos tratados de libre comercio en curso de negociación —uno con la UE y otro con 10 países del Pacífico— que, según Obama, dispararán las exportaciones y crearán millones de empleos. En este caso los demócratas de Obama —próximos a los sindicatos, reacios a estos acuerdos— han puesto más obstáculos que los republicanos. Durante la campaña se especuló con que un Senado de mayoría republicana sería una bendición para la agenda comercial del presidente.

Es improbable, en cambio, que Obama encuentre ayuda en el nuevo Congreso para adoptar una ley que permita regularizar los millones de inmigrantes indocumentados que residen en EE UU. No lo ha conseguido en los casi seis años que lleva en la Casa Blanca. Que lo lograse en el futuro sería milagroso.

Pero el presidente puede actuar con decretos legislativos que permitan regularizar como mínimo a unos centenares de miles de sinpapeles. Prometió hacerlo al final del verano pero lo aplazó hasta después de las midterms y prometió aprobarlo antes de final de año. Ahora es el momento.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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