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Obama pone fin a seis años de promesas incumplidas

El presidente lleva prometiendo una reforma migratoria desde que era candidato, en 2008

Silvia Ayuso
Un niño participa en una protesta a favor de amplias medidas migratorias
Un niño participa en una protesta a favor de amplias medidas migratorias Gerald Herbert (AP)

¿Qué tienen en común cerrar Guantánamo y la reforma migratoria? Los dos son proyectos que Barack Obama prometió en los primeros 12 meses de su mandato pero que, transcurridos casi seis años en la Casa Blanca, siguen aún con el sello de “pendientes”.

Con el anuncio de acciones ejecutivas que protegerán de la deportación, aunque sea solo temporalmente, a hasta cinco millones de indocumentados, el presidente demócrata trata al menos de paliar la falta de acción legislativa en uno de los pilares en que habría querido que repose su legado cuando, en 2017, concluya su mandato.

“Los votantes latinos apoyaron a este presidente no una, sino en dos ocasiones”, recuerda Maribel Hastings, de America’s Voice, una de las organizaciones que más fuerte venía pidiendo una acción unilateral de Obama. “La comunidad latina e inmigrante ha sufrido en carne propia los efectos de la maquinaria de deportaciones bajo esta presidencia y en tanto puede concretarse una reforma migratoria, lo justo es que se gire una orden ejecutiva que los beneficie a ellos y al país”, sostiene. Al fin y al cabo, añade, “una promesa es una promesa”.

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Y promesas no faltaron con Obama.

“Puedo garantizar que tendremos, en el primer año, una propuesta de ley migratoria que pueda apoyar de forma decidida”, proclamaba en 2008 el entonces todavía candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos.

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Cuatro años más tarde -y cero reforma migratoria después- volvía a colocar este tema como su principal prioridad legislativa de cara a su segundo mandato, igual que la reforma sanitaria en la que tanto capital político gastó lo fue en el primero.

“Arreglar nuestro quebrado sistema migratorio es una alta prioridad. presentaré legislación durante el primer año para lograrlo”, prometía una vez más Obama tras lograr la reelección en noviembre de 2012. Una victoria que obtuvo, en buena parte, gracias al voto hispano que reaccionó muy bien a su decisión -el precedente de este paso que da ahora- de conceder unos meses antes un permiso temporal a algunos jóvenes indocumentados, los denominados dreamers.

Dos años después, seguía sin embargo sin una iniciativa legislativa migratoria sobre su mesa en el Despacho Oval. Harto, en junio Obama anunció que actuaría por su cuenta para paliar con medidas ejecutivas la falta de movimiento en el Congreso. “Antes del final del verano”, fue la nueva fecha límite prometida, que sin embargo acabó por retrasar hasta después de las elecciones legislativas de noviembre que acabaron poniendo las dos cámaras del Congreso en manos de la oposición republicana.

“Frustrado” es el adjetivo que más usan los que han trabajado de cerca con el presidente en este campo cuando se les pide que definan cómo se siente Obama respecto a sus intentos de lograr cambios en el sistema migratorio de un país donde más de 11 millones de personas viven sin papeles.

Frustrado por confiar en que el Congreso actuaría cuando todavía los demócratas tenían la mayoría en las dos cámaras (hasta 2011). Frustrado por haber visto cómo la ambiciosa propuesta de ley migratoria que el Senado aprobó con apoyo bipartidista en junio de 2013 acabó languideciendo en la cámara baja donde los republicanos impidieron su votación. Frustrado por las presiones de los activistas que le exigían el tipo de acción ejecutiva que ahora ha hecho, pero que durante años aseguró que no estaba en sus manos ordenar. Y frustrado por las recriminaciones de estos grupos, que lo llegaron a llamar “deportador en jefe”, algo que quienes lo conocen dicen que le dolió profundamente.

Sobre todo porque, para Obama, resolver la cuestión migratoria es algo que va más allá de la política, asegura Luis Miranda, que fue su portavoz ante los medios hispanos desde el comienzo de su mandato hasta 2013.

“Él siente esto a un nivel muy personal”, asegura. Obama “es, en cierta manera, inmigrante, porque su padre era un estudiante extranjero (de Kenia) y él vivió en Indonesia varios años”, recuerda Miranda. Vivir en el extranjero y regresar a EE UU cuando aún era un niño le hace “entender lo que sienten los inmigrantes”.

“Eso es importante, es una experiencia distinta, él tuvo que ajustarse a volver a vivir aquí después de estar en otro país durante tanto tiempo. Y siente muy a nivel personal ese impacto”, asegura quien vivió en primera persona las negociaciones migratorias.

Obama siente la inmigración a un nivel muy personal Luis Miranda, portavoz ante los medios hispanos hasta 2013

Como muestra de ese nivel de compromiso, Miranda, que llegó a EE UU como menor indocumentado desde Colombia y obtuvo la ciudadanía gracias a la reforma de Ronald Reagan, apunta a la experiencia personal tanto suya como de otros miembros del equipo del presidente.

En reuniones para discutir con activistas la reforma migratoria, “yo les decía: miren de quién se ha rodeado el presidente, yo, que soy ciudadano hace no mucho, (la exactivista y ahora asesora de Obama en política interior) Cecilia Muñoz, que ha estado luchando por los inmigrantes más de dos décadas… Es importante ver la gente de la que se rodea, porque le muestra a uno un poquito la perspectiva que tiene él”, afirma Miranda.

“Claramente no logramos todo lo que queríamos lograr, pero no fue por falta de intentarlo”, subraya.

Dicho lo cual, Miranda reconoce fallos en la estrategia del presidente, el último de ellos, en su opinión, no haber explicado bien -y a tiempo- el motivo de retrasar la acción ejecutiva hasta el jueves. Pese a ello sin embargo, está seguro de que el paso dado ahora por Obama ayudará a su legado -“para cualquier presidente sería difícil revertir las acciones administrativas que (Obama) está tomando ahora”, sostiene- ante los hispanos. Además de que no le vendrá mal al aspirante demócrata a sucederle en la Casa Blanca dentro de dos años.

Algo en lo que coincide Hastings. “Las órdenes ejecutivas de 2014 pueden resultar no solo en buena política pública, sino en una buena estrategia política que sin duda puede rendir frutos en los esfuerzos demócratas de consolidar el voto latino de cara a las presidenciales de 2016”.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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