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Las victorias regionales del Partido Demócratico consolidan a Renzi

La formación liderada por el primer ministro italiano vence en Emilia-Romagna y Calabria

El primer ministro italiano, Renzi, en el Palacio Chigi de Roma (Italia).
El primer ministro italiano, Renzi, en el Palacio Chigi de Roma (Italia).EFE

Fiel a su estilo directo y a su afición por la red social Twitter, Matteo Renzi ofreció su análisis esquemático –lleno de abreviaciones para que cupiese en los 140 caracteres-- del resultado obtenido por el Partido Democrático (PD) en las elecciones regionales celebradas el domingo en Emilia-Romagna y Calabria: “Mala afluencia, buen resultado. Dos a cero claro. Cuatro regiones arrebatadas a la derecha en nueve meses. La Liga Norte arrolla a Forza Italia y a Grillo. El PD, por encima del 40%”. El análisis se ajusta bastante a la realidad, salvo que los datos de la abstención, un 62,33% en Emilia- Romagna y un 55,93% en Calabria, más que malos son dramáticos.

Así, Renzi tiene casi los mismos motivos para estar contento que para estar preocupado. Es cierto que el primer ministro y líder del centroizquierda se mantiene por encima de la línea del 40% de votos que obtuvo en las pasadas elecciones: Stefano Bonaccini, su candidato en Emilia-Romagna, obtuvo un 49,05% de los votos, y Mario Oliverio obtuvo el 61,5% en Calabria. También es cierto que sus hasta ahora rivales más directos, el partido Forza Italia (FI) de Silvio Berlusconi y el Movimiento 5 Estrellas (M5S) de Beppe Grillo, han cosechado sonoros descalabros. Sin olvidar tampoco que, de cara a su verdadera oposición, un frente formado por el sector más a la izquierda del PD y las organizaciones sindicales, el todavía joven exalcalde de Florencia vuelve a salir reforzado. Renzi, de natural peleón, no se privó de hacerlo notar en un mensaje corto con mucha mala uva: “Máximo respeto para quien quiere chismorrear. Nosotros, mientras, cambiamos Italia”.

Pero, una vez presumida la victoria y ajustadas las rencillas internas, Matteo Renzi también tiene de qué preocuparse. En primer lugar, por una fuerte abstención que, según coinciden los analistas, se debe al hartazgo ante la política en general, pero también a una cierta desilusión creciente ante un primer ministro que promete más que cumple. Sus grandes objetivos –nueva ley electoral, reforma del Senado, reactivación del mercado laboral-- siguen todavía empantanados, al tiempo que sostiene una dura pugna con las bases obreras del PD a cuenta de la derogación del llamado “artículo 18” del Estatuto de los Trabajadores, que desde 1970 blinda a los empleados ante los despidos improcedentes.

La otra mala noticia surgida de la jornada electoral es el ascenso de la Liga Norte, un partido que originariamente pescaba en el malestar de las regiones ricas –en especial Lombardía— hacia el sur más pobre, pero que ahora parece haber encontrado una veta en su discurso más populista y xenófobo. Su líder actual, Matteo Salvini, no duda en sacar partido de la guerra entre pobres surgida algunas zonas del extrarradio de Roma y Milán: el malestar de los italianos más desfavorecidas ante los inmigrantes, a quienes no solo atribuyen la degradación de barrios abandonados por la administración, sino que también los consideran unos rivales a la hora de obtener trabajos precarios o raquíticas ayudas oficiales. El mensaje de Salvini tras sus buenos resultados en Emilia-Romagna y Calabria iban por ese rumbo: “El balón de Renzi se está desinflando. La Liga vuela, nuestra comunidad crece en todas partes. Pocos amigos entre los poderosos, muchos amigos entre la gente”.

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