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El turismo europeo a Irán se triplica

La política conciliadora del presidente Rohaní propicia un repunte de los viajes al país tras 35 años de aislamiento

Turistas se asoman a la ventana de un tren de lujo a su llegada a Teherán desde Budapest en octubre pasado.
Turistas se asoman a la ventana de un tren de lujo a su llegada a Teherán desde Budapest en octubre pasado. ATTA KENARE (AFP)

Los turistas no han esperado a un acuerdo con las principales potencias sobre el desarrollo nuclear para visitar Irán. El número de europeos se ha triplicado en el primer semestre con respecto al año anterior, y las perspectivas son igualmente halagüeñas para los próximos meses. Los datos revelan tanto el potencial como las limitaciones de un país castigado por 35 años de aislamiento, los ocho últimos bajo un Gobierno que se regodeaba en el desafío a la comunidad internacional: en agosto, algunos grupos tuvieron que cancelar su viaje por falta de habitaciones en Isfahán y Shiraz. 

“Este verano ha sido el primero desde la revolución de 1979 que hemos recibido más visitantes que iraníes han viajado fuera”, anuncia ufano Masoud Soltanifar, vicepresidente de Irán y responsable de la Organización del Patrimonio Cultural y el Turismo. De acuerdo con los datos del departamento de inmigración, 1,49 millones de viajeros llegaron al país frente a 1,41 millones de iraníes que se desplazaron al extranjero durante el verano.

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Aunque eso incluye todas las entradas y salidas, resulta significativo. Soltanifar señala que “el número de europeos que visitan el país en viajes organizados ha aumentado un 200%”, entre el 21 de marzo y el 21 de septiembre, primer semestre del año persa, con respecto al mismo periodo del precedente. En el caso de los alemanes, casi se ha cuadruplicado al pasar de 2.800 a 10.500.

“La política del presidente [Hasan] Rohaní hacia el resto del mundo sin duda ha ayudado”, afirma Soltanifar. Además, destaca la seguridad que ofrece Irán frente a la mayoría de sus vecinos y avanza medidas concretas para facilitar el turismo como la simplificación de los trámites de visado. “Ahora, 190 nacionalidades pueden obtenerlo en el aeropuerto y para 2016 esperamos implantar el visado electrónico, e incluso estamos negociando su supresión con algunos países”, explica.

Es un cambio de actitud consistente con la voluntad de apertura expresada por Rohaní. Pero también parte de una estrategia más amplia para cambiar la percepción de Irán en el mundo, dañada por su asociación con el radicalismo tras la revolución y, más recientemente, por el empeño nuclear y la represión de las protestas postelectorales durante la etapa de Mahmud Ahmadineyad. Las normas sin embargo no han cambiado: las mujeres tienen que cubrirse la cabeza y el alcohol está prohibido.

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“En los seis años que llevo trayendo grupos a Irán, nunca había visto semejante cantidad de turistas, tanto en viajes organizados como de forma individual”, manifiesta Ricard Altes, un guía de Barcelona que despidió a su último tour hace un par de semanas.

Pero las cifras son aún muy modestas. Irán, con una población de 78 millones, apenas recibe cinco millones de visitantes al año. El grueso de ellos siguen siendo peregrinos iraquíes, azerbaiyanos y árabes chiíes que acuden a los santuarios de Qom y Mashhad, un turismo religioso al que las autoridades dan mucha importancia, pero que no reporta los mismos beneficios que el cultural y de ocio. De ahí que el aumento de los viajeros europeos resulte prometedor.

“Hay mayor interés”, confirma Mahmood Farzaneh, director de Sarvineh Parvaz, una agencia de turismo privada. En su caso, habla de una mejora del negocio de entre el 25% y el 30%. “Los grupos que antes eran de 10 o 12 personas, ahora son de 18 o 20; también recibimos más grupos. Los españoles se han duplicado respecto al año pasado”, declara.

Aunque no tiene cifras precisas, en su opinión, el actual boom es mayor que el que se produjo a finales de los noventa, cuando era presidente el reformista Mohamed Jatamí. Y eso a pesar de las dificultades logísticas, como la ausencia de vuelos directos a la mayoría de las capitales europeas, o la limitación de plazas hoteleras de nivel internacional. “Este verano tuvimos problemas en Isfahán y Shiraz porque no había suficientes habitaciones. Algunos turistas aceptaron alojarse en casas particulares, pero hubo grupos que cancelaron”, cuenta un experimentado guía iraní.

“Nos falta mucho, pero el mayor problema es la escasez de hoteles de cuatro y cinco estrellas”, admite Soltanifar. “Estamos dando facilidades bancarias al sector privado para que invierta en ello y también hemos empezado a negociar con grupos que construyen hoteles en Turquía, Francia, Italia y Azerbaiyán; están interesados, pero esperan el resultado de las negociaciones nucleares”, añade volviendo a la casilla de salida.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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