_
_
_
_
_

Irán participa de manera más abierta en la ofensiva antiyihadista en Irak

El Pentágono sostiene que aviones de Teherán han atacado a los integristas

Ángeles Espinosa
Un convoy de miembros de Al Qaeda del Frente Nusra.
Un convoy de miembros de Al Qaeda del Frente Nusra.reuters

Irán mantiene la ambigüedad sobre si ha bombardeado posiciones del Estado Islámico (EI) en Irak como se le atribuye. La portavoz de Exteriores, Marzieh Afkham, esquivó en la mañana de este miércoles las preguntas al respecto y reitero que su Gobierno “no ha cambiado de política” hacia el país vecino. Todo indica que Teherán quiere evitar una reacción negativa de los árabes suníes, entre los que despierta un gran recelo tanto en Irak como en el resto de la región. No obstante, desde la irrupción del EI el pasado verano, los iraníes se muestran más seguros y abiertos sobre sus actividades al otro lado de la frontera.

“Quiero subrayar que no ha habido cambio en las políticas de la República Islámica de Irán respecto a la ayuda al Gobierno iraquí y el asesoramiento en la lucha contra el terrorismo”, declaró Afkham durante su conferencia de prensa semanal, eludiendo la pregunta sobre si aviones iraníes habían bombardeado posiciones del EI en Irak, tal como lleva especulándose varios días y el martes respaldó el Pentágono. “Las informaciones sobre que Irán coopera con grupos militares de otros países en la lucha contra el EI no son correctas”, añadió la portavoz.

Desde que en 2003 EEUU derribara a Saddam Husein, Irán se ha convertido en un actor clave en Irak. La historia, la afinidad cultural y la mera geografía hacían inevitable el acercamiento. Además de compartir 1.500 kilómetros de frontera, el 90% de los iraníes y dos tercios de los iraquíes siguen la rama chií del islam. Practicantes o no, todos crecen oyendo las historias del martirio de Husein en Kerbala y la ocultación del Mahdi, el duodécimo de sus imames. Los iraníes sueñan con visitar Nayaf, el Vaticano chií; los iraquíes, el santuario de Reza, el octavo imam, en Mashhad.

Con la desaparición del tirano, que en 1980 invadió Irán y desató una guerra de ocho años y un millón de víctimas, Irak se llenó de productos de consumo y de peregrinos iraníes. Con ellos también llegaron los exiliados de aquella contienda, muchos de ellos integrados en grupos políticos, como la Asamblea Suprema de la Revolución, o milicias, como la Organización Al Badr, que aspiraban a participar en el nuevo Gobierno. Sus miembros se convirtieron en una vía de información e influencia que EEUU nunca iba a poder alcanzar.

Teherán no objetó a los planes democratizadores de Washington porque sabía que daban el triunfo a una comunidad afín. A la vez quiso evitar su éxito y apoyó a las milicias que atacaban a los ocupantes. Pero cuando la insurgencia suní amenazó con sumir el país en el caos, también respaldó que el entonces primer ministro, Nuri al Maliki, un hombre cuya elección contó con el visto bueno de los dos enemigos, metiera en cintura a los milicianos chiíes. Al margen de alguna reunión secreta, Irak sufrió por la ausencia de relaciones entre Irán y EEUU.

Ahora ambos niegan que estén cooperando frente al EI en Irak. Pero sobre el terreno, a nadie le cabía duda este verano de que había un reparto tácito de responsabilidades. “EEUU se ocupa del EI en el noroeste de Irak y deja el flanco Este en manos de los iraníes”, aseguraron a esta enviada varios analistas y responsables kurdos. Otros observadores apuntaban a que no era necesario que se vieran las caras para coordinarse. “Los dos tienen buenas relaciones con los kurdos y con el Gobierno de Bagdad; los americanos saben que si informan a éstos de un bombardeo, el mensaje va a llegar a Teherán, y viceversa”, señalaban.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

El autodenominado EI ha supuesto para Irán tanto una amenaza como una oportunidad. Teherán recela sin duda del avance de ese grupo extremista suní a apenas unas decenas de kilómetros de su frontera. Por otra parte, siente que su irrupción refuerza su argumento de que Occidente, y en especial EEUU, se equivocaba de enemigo al tachar a los iraníes de asociarle con el radicalismo islámico.

Prueba de ello ha sido la inusitada transparencia que ha exhibido desde agosto en sus acciones al otro lado de la frontera. El relevo de Al Maliki no hubiera sido posible sin su aquiescencia. Fue el primer país en responder a la petición de armas tanto de Bagdad como de los kurdos. Y aunque asegura que no interviene en operaciones militares dentro de Irak y que se limita a asesorar al Gobierno iraquí en la lucha contra los terroristas, resulta elocuente que haya difundido imágenes del general Qasem Soleimani en las trincheras a través de las redes sociales. El hasta ahora oscuro jefe de la Brigada Al Qods, encargada de las operaciones exteriores de los Pasdarán, se ha convertido en un héroe en Irán.

“Somos nosotros los que estamos venciendo al EI en Irak”, aseguraba un diplomático iraní a esta corresponsal la semana pasada en Teherán. Muchos iraquíes están de acuerdo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_