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Cuando los satélites no espían, ayudan a los pobres

A cientos de kilómetros de altura, los aparatos de comunicación espacial se convierten cada vez más en aliados del desarrollo de Latinoamérica

Cambios de uso de suelo en la Bahía de Puno 2003-2007. Crédito: GAF para ESA/Banco Mundial.
Cambios de uso de suelo en la Bahía de Puno 2003-2007. Crédito: GAF para ESA/Banco Mundial.Landsat/RapidEye

No cabe duda que la tecnología que nos permite recibir señales desde el espacio ha avanzado a grandes pasos desde el lanzamiento del primer satélite, el Sputnik, hace apenas unas décadas.

Ahora, además de mostrarnos fotografías del planeta o de un cometa, de monitorear actividades desde lo alto (“espiar”, para algunos), y de sugerir la mejor ruta para ir a la oficina, los satélites se están convirtiendo en aliados del desarrollo.

La Agencia Espacial Europea, por ejemplo, está proporcionando datos, imágenes e información a organizaciones internacionales de desarrollo, que éstas usan, a su vez, para diseñar y llevar a cabo proyectos en América Latina y otras regiones.

“La observación de la Tierra por satélites provee información segura y que se puede usar consistentemente en todo el mundo, pero es particularmente útil en entornos con pocos datos, lo cual es muchas veces el caso en los países en desarrollo”, afirma Anna Burzykowska, especialista en proyectos del Banco Mundial.

En América Latina, la información que llega desde los satélites se ha usado para prevenir desastres, medir la contaminación del agua o monitorear el nivel del mar. Todo con el fin de ayudar a mejorar el entorno de los seres humanos, y ayudar a los países a mejorar sus planes de desarrollo.

Estos son algunos ejemplos de una nueva odisea del espacio: combatir la pobreza.

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A más de 3,500 metros de altura, en la frontera entre Perú y Bolivia, se extiende la cuenca del sistema del Lago Titicaca, alrededor de la cual viven unos 3 millones habitantes, según el Fondo de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, PNUMA.

Pero este paisaje está amenazado por la contaminación generada por pesticidas de actividades agrícolas, basura de los centros urbanos o desechos de la minería. Para manejar y regular estas diversas fuentes de contaminación, se necesitan datos.

Gracias a imágenes satelitales, se pudo observar por primera vez los cambios de uso de suelo y la pérdida del nivel de agua del Lago Titicaca, con efectos devastadores para la biodiversidad local.

Con unos sensores avanzados, también se pudo medir la calidad del agua, es decir la presencia de materia suspendida, de clorofila o de fitoplancton. Y aún más importante, se pudo ver dónde se concentraba la contaminación.

“En el caso del lago Titicaca se establecieron vínculos causales iniciales entre las fuentes de contaminación detectadas y las expulsiones de los depósitos de las minas inactivas río arriba”, dice Burzykowska.

Según la experta, esta información puede ser correlacionada con estaciones de calidad del agua en el sitio para validar las tendencias de contaminación y diseñar las medidas apropiadas para evitar problemas aún mayores para el lago, su biodiversidad y, sobre todo, para los tres millones de personas que viven en sus cuencas.

Frente a las costas de Belice, Honduras, Guatemala y México se extiende el sistema del arrecife Mesoamericano, el segundo del mundo en longitud. Desde la atmósfera, los satélites han podido monitorear el estado de los corales y algunos factores de riesgo, como la temperatura del agua o el patrón de las olas.

También fue posible detectar dónde había temperaturas más elevadas, algo que puede resultar muy perjudicial para la salud de los arrecifes. Las altas temperaturas pueden causar la decoloración de los corales y afectar a la flora y la fauna que vive en ellos.

El deterioro de los arrecifes significa, además, menos ingresos para quienes viven de actividades relacionadas con la buena salud de los corales, como la pesca artesanal o el turismo.

En 2011, unas 1000 personas perdieron la vida a causa de las inundaciones y deslizamientos que ocurrieron en el estado de Río de Janeiro. La reconstrucción de vías y otras infraestructuras costó US$373 millones, según algunos estudios.

Para buscar formas de evitar pérdidas humanas y materiales de esta magnitud en el futuro, con la ayuda de imágenes satelitales se diseñaron cuatro escenarios de la misma inundación, pero en cuatro terrenos diferentes.

Así se pudo observar que la inundación se propaga más rápidamente en un área urbana muy densa, y que introducir vegetación río abajo en las cuencas puede retrasar la inundación por dos horas. En un área completamente cubierta de vegetación, el retraso es de hasta seis horas.

“Este tipo de información es crucial en la formulación de estrategias de prevención de desastres y permite a las autoridades tomar decisiones informadas sobre dónde construir áreas verdes y recreacionales, y dónde están los bienes más vulnerables”, destaca el estudio Observación de la Tierra para un desarrollo sustentable.

También se hizo un mapa detallado de los asentamientos de Río de Janeiro y se identificaron los lugares con mayor riesgo de deslizamientos.

“El uso de este tipo de información en América Latina y el Caribe es muy prometedor. Los países de la región tienen un potencial bien desarrollado de absorber tecnologías involucrando sus propias instituciones y centros tecnológicos especializados, mientras las capacidades de las agencias del gobierno para aplicar información en la toma de decisiones es muy sólida”, afirma Anna Burzykowska.

Con la alianza entre el Banco Mundial y la Agencia Espacial Europea, se tiene previsto también apoyar proyectos de manejo de cuencas en México, manejo de bosques en Chile y Argentina; y evaluar las tendencias de largo plazo en urbanización en Lima, Quito y Bogotá.

*Isabelle Schaefer es productora online del Banco Mundial

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