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La soledad de una revista pese al “Yo soy Charlie”

Dibujantes de la publicación satírica se preguntan si la oleada de solidaridad que viven se prolongará

Guillermo Altares
Manifestación en París el domingo en apoyo de 'Charlie Hebdo'.
Manifestación en París el domingo en apoyo de 'Charlie Hebdo'.JEFF PACHOUD (AFP)

Millones de franceses se lanzaron el domingo a las calles en una movilización histórica, sin precedentes en este país. El miércoles, la revista satírica Charlie Hebdo tiene previsto sacar a la calle tres millones de ejemplares de un número que seguirá con el espíritu combativo, con su humor que no admite compromisos. Sin embargo, muchos se preguntan qué pasará después, si la revista satírica volverá a la soledad en la que vivía los últimos años durante los que se apagaba lentamente por falta de lectores y de apoyos antes de sufrir el peor atentado que ha padecido Francia desde la II Guerra Mundial, que costó la vida a 12 personas, entre ellas sus principales dibujantes.

"La emoción no debe impedir que seamos lúcidos. Sentimos con claridad cómo, detrás del escudo del sentimiento democrático, comienza a nacer la división", escribió en un editorial Laurent Joffrin, el director de Libération, el diario que ha acogido a los supervivientes de la matanza para preparar el número extraordinario de la revista. "A una parte de la opinión pública no le gustaba Charlie. En algunos lugares, no se ha respetado el minuto de silencio por las burlas sobre Mahoma. A la ultraderecha tampoco le gustaba Charlie por la libertad", prosigue.

La dibujante de origen libanés Zeina Abirached, instalada en París desde hace años, lo dice con otras palabras: "Me acuerdo de los movimientos de unidad nacional increíbles en Líbano tras el asesinato de Hariri, en 2005, y que nos hicieron soñar con una solidaridad nacional sólida y definitiva... que no resistió el paso del tiempo; me acuerdo también del asesinato del periodista Samir Kassir, en cuya memoria se celebró el domingo un encuentro en Beirut en apoyo de los periodistas de Charlie Hebdo. Sólo el futuro nos dirá cómo van a evolucionar las cosas en Francia pero está claro que tendremos que continuar luchando por la libertad de expresión y el derecho al humor".

Las palabras de Joffrin y Abirached reflejan el temor de los propios dibujantes de la revista, que en las pocas declaraciones públicas que han realizado tras el shock de la matanza han mostrado su escepticismo. No se trata sólo del peligro de que la unidad política de todos los partidos franceses menos el Frente Nacional se desvanezca en horas, todo el mundo cree que el ácido combate partidista está a punto de volver a ocupar la vida pública, sino que, más allá de la indudable solidaridad, el problema es que el humor de Charlie tiene tantos detractores como partidarios y, sobre todo, cada vez tenía menos lectores.

En unas encendidas declaraciones, el dibujante de Charlie Willem, seudónimo de Bernard Holtrop, de 73 años, expresó su descreimiento. "Ahora tenemos muchos nuevos amigos, como el Papa, la reina de Inglaterra o Putin. Nos reímos mucho con todo eso", declaró al diario holandés Volkskrant en palabras recogidas por la prensa francesa. "Es una revista subversiva que no debe ser recuperada por nuestros adversarios políticos. Sarkozy no llora nuestra suerte. Son lágrimas de cocodrilo", agregó. Renald Luzier, Luz, otro dibujante de la revista que salvó la vida porque llegó tarde a la reunión de la redacción el día de la tragedia y que es autor de la portada del histórico número que saldrá este miércoles en la que aparece Mahoma con el cartel de "Yo soy Charlie", ha dicho al magazine Les Inrockuptibles sentirse muy incómodo por la carga simbólica que se trata de dar a los dibujos. "Representa todo aquello contra lo que Charlie Hebdo ha luchado siempre: destruir los símbolos, acabar con los tabús... Es formidable que la gente nos apoye, pero es una contradicción con lo que los dibujos de Charlie representan".

Quizás con la excepción de Le Canard Enchainé, otra revista satírica extremadamente caústica, Charlie no tenía parangón y su militancia antirreligiosa, que se aceleró desde la crisis de las viñetas de Mahoma en 2005, no tenía límite, ni dejaba fuera a ninguna confesión. Era criticada a menudo por políticos franceses por su virulencia y vivía una situación financiera cada vez más precaria. En noviembre, habían lanzado un llamamiento porque, con un media de 60.000 ejemplares y sin subvenciones ni publicidad para salvaguardar su independencia, consideraban que su supervivencia estaba en peligro. "¿Por qué estaban tan solos?", se titula el reportaje principal del número especial de la revista Marianne tras la matanza. "¿De qué han muerto nuestros amigos de Charlie Hebdo? Del odio de sus asesinos, sin duda. Pero no solamente. También han muerto a causa de su gran soledad. Cada día estaban más solos en la primera línea de la defensa de la libertad de expresión. Combatían sin mucho apoyo. Fueron abandonados a una amenaza creciente, progresiva, previsible, que sólo la valentía no era suficiente para desactivar".

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La oleada de solidaridad ha despertado un debate sobre la libertad de expresión que se podía resumir en que una cosa es respaldar a un medio de comunicación que ha sufrido un crimen abyecto y otra, diferente, es apoyar lo que ese medio de comunicación hacía. El dibujante estadounidense Joe Sacco, autor de alguno de los cómics más influyentes de los últimos años, planteó este problema en una plancha ampliamente reproducida en la que reflexionaba sobre el derecho a ofender. "¿Puedo dibujar a un negro como un mono que se cae de una rama con un plátano en la mano. De hecho, acabo de hacerlo. Tengo derecho a ofender ¿no?". El autor de Gorazde o Notas al pie de Gaza, no llega a ninguna conclusión; pero pone el problema sobre la mesa. De hecho, recuerda que Charlie despidió al columnista Maurice Sinet por escribir una columna que consideraban antisemita.

Yo soy Charlie se ha convertido en un movimiento de masas, en la etiqueta de Twitter más difundida y ha logrado reunir detrás de una idea a millones de franceses pero, Yo no soy Charlie, también ha tenido muchos partidarios, incluso entre aquellos que se lanzaron el domingo a las calles de Francia. Luz se preguntaba en la misma entrevista de Les Inrockuptibles: "¿Qué quedará, dentro de un año, de este gran impulso más bien progresista sobre la libertad de expresión? ¿Van a ayudar de alguna forma a la prensa? ¿Va a oponerse la gente al cierre de diarios? ¿Seguirán existiendo quioscos? Tal vez quede algo, tal vez nada. Ya veremos".

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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