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Censura a las viñetas y también a Ridley Scott en el Magreb

Marruecos, Túnez y Argelia condenan los atentados de París En la región se ha prohibido la difusión y venta del semanario satírico 'Charlie Hebdo'

Javier Casqueiro
Homenaje a las víctimas de los atentados en Francia en Túnez, el y de enero.
Homenaje a las víctimas de los atentados en Francia en Túnez, el y de enero.MOHAMED MESSARA (EFE)

Marruecos, Túnez y Argelia han condenado claramente los atentados de París, con intervenciones críticas de sus autoridades, de sus medios de comunicación, y hasta con conatos de manifestaciones en las calles, pero también han prohibido estos días la difusión y venta del semanario satírico Charlie Hebdo y de otras publicaciones extranjeras que contenían caricaturas o dibujos de Mahoma.

El artículo 29 del nuevo Código de Prensa en Marruecos concede al Ministerio de Comunicación el derecho a prohibir la importación de publicaciones “que atenten contra la religión islámica, la integridad territorial, el respeto a la monarquía o al orden público”. El ministro de ese ramo y portavoz del Ejecutivo islamista moderado del Partido Justicia y Desarrollo, Mustafá El Khalfi, fijó así esa posición: “La redifusión de caricaturas del profeta nada tiene que ver con la libertad de expresión sino que reaviva los sentimientos de odio contra el islam y los musulmanes”.

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El ministro de Exteriores, Salaheddine Mezouar, en plena cruzada de su campaña de ruptura de relaciones contra Francia, acudió el pasado sábado a París con la idea de estar presente en la multitudinaria marcha de repulsa del domingo. Fue primero al Palacio del Elíseo a expresar sus condolencias en nombre de su rey y su país pero no se quedó a la manifestación porque, como había avisado, comprobó que en la misma había gente que portaba “caricaturas blasfematorias”. Esta postura tan intransigente ha sido cuestionada por algún articulista en medios marroquíes, pero en general ha sido compartida y entendida.

Los periódicos y las revistas políticas marroquíes no han publicado ni las viñetas satíricas ni han reproducido la última portada del semanario, porque se ve a Mahoma. Ilustran sus informaciones del suceso con fotos generales e incluso han dedicado sus primeras páginas en negro al acontecimiento con mensajes nítidos. En Telquel bajo la cabecera (“Mejor morir de pie que vivir de rodillas”) su director, Abdellah Tourabi, titula contra el dogmatismo: “Los asesinos no leen”. La inmensa mayoría de los opinadores condenan la salvajada pero también se reproducen artículos, como el del director del L’Observateur, Ahmed Charai, que alertan sobre el riesgo ahora de islamofobia y sobre la laxitud de occidente y su sagrado concepto de la libertad de expresión, que en estos países muchos prefieren combinar con más “respeto” y más “razón”.

El oficial Centro Cinematográfico Marroquí ha dado finalmente estos días la autorización para que la película Exodus sí se pueda estrenar en las salas del país desde este pasado miércoles tras lograr censurar, con el consentimiento excepcional de la compañía Fox y del director Ridley Scott, dos pasajes de en total cinco segundos en los que aparece la figura de un niño que podría representar a Dios.

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En Túnez, las condenas contra el ataque a Charlie Hebdo se han mezclado este mismo jueves con la campaña lanzada por el Sindicato de Periodistas y con otras protestas profesionales y callejeras ante el anuncio realizado esta semana en un comunicado por la rama libia del Estado Islámico de que había ejecutado a dos periodistas que mantiene secuestrados desde el 8 de septiembre en Ajdabiya. Se trata del bloguero y activista en la revolución de los jazmines Soufiene Chourabi y de su cámara, Nadhir Ktari, que trabajan para la televisión tunecina First TV. Las nuevas autoridades tunecinas ni confirman ni desmienten nada y los supuestos autores no han aportado como prueba nada más que el comunicado con una foto de un disparo a quemarropa y la leyenda: “Aplicación de la ley de Alá sobre Soufiene y Nadhir, corruptos sobre la tierra”.

En Argelia, el presidente Buteflika condenó los atentados y el ministro de Exteriores, Ramtane Lamamra, acudió a la marcha pero pidió rápidamente que no se identificara a los dos asesinos por sus orígenes de padres argelinos sino como franceses. Un corrector de la revista y el policía ejecutado en la acera, Ahmed Merabet, también tenían relación con Argelia.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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