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La autopsia de Nisman no revela huellas de pelea ni forcejeo

El suicidio se mantiene como hipótesis más firme una semana después de la muerte del fiscal en Buenos Aires

Antonio Jiménez Barca
Un letrero frente al edificio donde vivía el fiscal Nisman.
Un letrero frente al edificio donde vivía el fiscal Nisman. M. B. (REUTERS)

Una semana después de la muerte del fiscal argentino Alberto Nisman, ocurrida la mañana del domingo 18 y que mantiene conmocionada a Argentina, el suicidio se mantiene como la explicación más firme de lo que pasó en el cuarto de baño donde se encontró el cadáver. El resultado de la autopsia, hecha pública el martes, revelaba que en la muerte del fiscal "no intervino una tercera persona". Hasta ahora, no ha aparecido ninguna prueba definitiva que indique lo contrario y, en cambio, el desarrollo paulatino de la investigación va confirmando, paso a paso y a la espera de más datos, esta primera conclusión.

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Por ejemplo: la fiscal Viviana Fein confirmó ayer en unas declaraciones a la cadena de televisión argentina TN que el disparo —sólo hubo uno— que acabó con la vida de Nisman se produjo "prácticamente apoyada sobre la sien, a menos de un centímetro del parietal derecho". Esto corrobora la tesis del suicidio. O por lo menos es un dato más a favor de esta tesis: nadie se suicida disparándose una pistola a medio metro de distancia.

También está confirmado que el disparo procedía de la pistola que al juez Nisman le prestó, el sábado a las ocho de la tarde, Diego Lagomarsino, un miembro de su equipo, un especialista informático de 38 años que ahora tiene prohibido salir del país y que, según la prensa argentina, volverá a declarar ante la fiscal la semana que viene. ¿Por qué Lagomarsino le dio la pistola a Nisman? Según el periódico Página 12, que cita a una juez amiga del informático, el fiscal le solicitó el arma a Lagomarsino por razones de seguridad, porque un ex alto cargo de los servicios de inteligencia con el que trabajaba, Antonio Horacio Stiuso, le había recomendado que desconfiara de sus guardias de seguridad y vigilara a sus hijas.

Lagomarsino le entregó la pistola y se fue, alrededor de las ocho de la tarde, por la puerta principal. Fue la última persona en ver con vida al fiscal. Su muerte se produjo entre las 12.00 y las 15.00 horas y su cadáver fue encontrado el domingo por la noche, tendido en el suelo, con la cabeza obstruyendo la puerta del baño. En el informe de la autopsia tampoco hay reflejadas marcas de lucha o de forcejeo. Es cierto que las manos de Nisman no presentaban rasgos de pólvora. Pero también lo es —y así lo aseguraron expertos en balística— que un disparo de un calibre pequeño como el de la pistola utilizada podía muy bien no dejar marcas. Si hubieran aparecido rastros de pólvora, la prueba sería concluyente. Al contrario no lo es.

El caso sacude al país, que asiste suspenso a cada pequeña revelación, dada su relevancia política y mediática
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De cualquier manera, la investigación no está, ni mucho menos, cerrada. Quedan todavía muchos testigos a los que interrogar, muchas pruebas periciales que hacer y muchos datos que recoger. Hay que examinar despacio el contenido de las cámaras de seguridad del edificio para comprobar quién entró en él sábado por la noche o salió el domingo. Y rastrear las llamadas del teléfono móvil de Nisman y los mensajes de su correo electrónico. E interrogar a personas de su círculo en busca de explicaciones de un hipotético suicidio. Su exmujer manifestó el martes que no creía en que se hubiera matado él mismo.

El caso sacude al país, que asiste suspenso a cada pequeña revelación, dada su relevancia política y mediática. Nisman no murió un día cualquiera: lo hizo un día antes de acusar, en la Cámara de Diputados, a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y a otros miembros del Gobierno de encubrir a los autores de un atentado perpetrado en Buenos Aires. El ataque contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), ocurrido en 1994, que causó 85 muertos y del que el fiscal culpaba a cinco iraníes y un libanés. De ahí que las especulaciones, los rumores y las noticias sin confirmar o directamente falsas circulen a velocidad de vértigo.

Sobre todo después de que la misma presidenta, el miércoles, en un viraje inesperado, afirmara en una carta colgada en su Facebook que Nisman no se había suicidado, en contra de lo que ella misma había dicho dos días antes. Ayer mismo, el periódico Clarín difundía una información que alentaba la tesis del asesinato: el disparo podía haber sido efectuado a 15 centímetros, según fuentes judiciales. La fiscal, horas después, desmentía esa hipótesis en la cadena TN, propiedad de Clarín, dejando claro que el arma, en el momento de la detonación, estaba "prácticamente" apoyada en la sien.

Hubo muchas especulaciones sobre un pasadizo secreto y una huella dactilar encontrada allí. En realidad se trata de un pasaje donde se instalan los aparatos de aire acondicionado y la fiscal aclaró que está investigando si la huella pertenece a un técnico que, a pedido de Nisman días atrás, inspeccionó el mecanismo del aire porque no funcionaba. También se especuló mucho sobre si se podía o no acceder al apartamento de Nisman desde fuera con facilidad después de que un cerrajero, a pedido de los guardias de seguridad del fiscal, el domingo por la tarde, abriera la puerta con un alambre en un minuto. Lo cierto es que para acceder al apartamento de Nisman se podían utilizar dos puertas: las dos estaban cerradas desde dentro cuando se encontró el cadáver. El cerrajero sólo forzó una de las cerraduras de la puerta de servicio, pero antes la madre había abierto otra la cerradura de esa puerta con una llave suya.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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