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Jordania acepta canjear una terrorista por un piloto rehén de los yihadistas

Los yihadistas amenazan con matar a un japonés si la prisionera no es liberada

ÓSCAR GUTIÉRREZ
A la izquierda, la presa iraquí Sayida al Rishawi. A la derecha, Moaz al Kasasbeh, jordano en manos del EI.
A la izquierda, la presa iraquí Sayida al Rishawi. A la derecha, Moaz al Kasasbeh, jordano en manos del EI.EFE

Primero pidieron dinero, 200 millones de dólares, por la vida de los dos rehenes japoneses, Kenji Goto y Haruna Yukawa. Asesinado este último, el Estado Islámico (EI) puso sobre la mesa el nombre de una prisionera de las cárceles de Jordania, la iraquí Sayida al Rishawi. O Amán accedía a su liberación, decía el comunicado difundido por los yihadistas este martes a través de la Red —y leído por el propio Goto—, o el reportero japonés secuestrado en agosto correría la misma suerte que su compatriota. También lo haría el piloto jordano Moaz al Kasasbeh, otro de los cautivos en manos del grupo integrista, con parcelas bajo su control en Siria e Irak. Este miércoles, el portavoz del Gobierno jordano Mohamed Momani afirmó que su país estaba “preparado para liberar a la presa Sayida al Rishawi”, siempre y cuando el militar fuera entregado sano y salvo.

La mujer iraquí fue detenida tras intentar atentar a las órdenes de Al Qaeda

Como en toda negociación en el marco de un secuestro, son muchos los detalles que quedan en el aire. Amán se mostró dispuesto este miércoles a canjear a la prisionera iraquí por Al Kasasbeh, pero nada dijo del rehén japonés. No obstante, y desde que el EI amenazase de muerte a Yukawa y Goto, una nutrida delegación enviada por Tokio a la capital jordana trabaja en colaboración con el Gobierno árabe para resolver el secuestro. Goto, en la lectura del último mensaje, habla de un ultimátum de 24 horas, que venció este miércoles. Y aclaraba que el EI exigía la entrega de Al Rishawi a cambio de su vida: “Es ella por mí”, decía el reportero en inglés.

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Pero entre las cuestiones sin duda más relevantes de la negociación —dirigida por Amán a través de líderes tribales y religiosos de Irak— se encuentra la identidad de la presa, “la hermana presa” Al Rishawi. En uno de los comunicados difundidos esta semana tras matar a Yukawa, los yihadistas se vanagloriaban de no exigir dinero —y así evitar que Japón tuviera reparos de contribuir a financiar a terroristas—, para sólo demandar la liberación de la rea. La puesta en libertad de Al Rishawi vale, sin embargo, mucho para los líderes yihadistas.

La presa iraquí, natural de la provincia de Al Anbar, fue detenida por las fuerzas de seguridad tras el atentado suicida cometido por su marido, Ali Husein al Shamari, en el hotel Radisson de Amán, el 9 de noviembre de 2005. Murieron 57 personas. Ella acompañó a Al Shamari con explosivos adheridos a su cuerpo, pero falló el detonador. Pesa en su contra una pena de muerte que debiera ser ejecutada en la horca. El atentado fue ordenado por el jordano Abu Musab al Zarqaui, líder entonces de la rama iraquí de Al Qaeda. Y aquí radica uno de los elementos que ponen en valor a la prisionera. La organización que lideraba Al Zarqaui es la raíz de lo que hoy se conoce como Estado Islámico. El jordano, aniquilado por un avión de EE UU en junio de 2006, es hoy uno de los grandes referentes de los yihadistas del EI, no sólo como líder del pasado sino también como dirigente díscolo en la cúpula de la red de Osama bin Laden. Al Zarqaui era más partidario de la yihad local —y de atentar en Jordania, como trataría de hacer Al Rishawi— que del terrorismo global. Uno de los hombres fuertes de Al Zarqaui en Al Anbar, según reconocieron las autoridades jordanas, era Thamer Mubarak Atrus, uno de los hermanos combatientes de Al Rishawi, muerto en la gran ofensiva estadounidense de Faluya en 2004.

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Amán exige la entrega de un piloto capturado por los integristas

Si el canje finalmente llega a producirse y la presa iraquí, de 40 años, queda en libertad, será un símbolo más para la propaganda yihadista dirigida a las mujeres radicalizadas, un frente fundamental de la guerra ideológica del EI.

La puesta en libertad de una mujer no es, sin embargo, una exigencia nueva. El EI pidió el año pasado la liberación de Aafia Siddiqui, científica paquistaní presa en una cárcel de Texas tras ser detenida en Afganistán por colaborar con Al Qaeda. Exigieron sin éxito su vida por la de los estadounidenses James Foley y Steven Sotloff, a la postre asesinados.

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Sobre la firma

ÓSCAR GUTIÉRREZ
Periodista de la sección Internacional desde 2011. Está especializado en temas relacionados con terrorismo yihadista y conflicto. Coordina la información sobre el continente africano y tiene siempre un ojo en Oriente Próximo. Es licenciado en Periodismo y máster en Relaciones Internacionales

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