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La Reina del Pacífico queda en libertad tras siete años de cárcel

Sandra Ávila Beltrán, detenida en 2007, forjó su leyenda de mujer fatal del narcotráfico al lado de los capos del cartel de Sinaloa

Jan Martínez Ahrens
Sandra Ávila, en 2013 en el aeropuerto de México DF.
Sandra Ávila, en 2013 en el aeropuerto de México DF.AP

La Reina del Pacífico tiene 54 años, ha envejecido y su mundo, el de los grandes padrinos del narco mexicano, hace tiempo que colapsó. Ahora es simplemente Sandra Ávila Beltrán, una expresidiaria de pelo entrecano, a la que un tribunal ha puesto en libertad tras revocarle la última sentencia que le quedaba por cumplir. Su salida de la cárcel de Nayarit, en la costa del Pacífico, termina con un periplo penitenciario que arrancó el 28 de febrero de 2007 cuando fue apresada junto a su pareja, Juan Diego Espinosa, alias El Tigre, al abandonar un Vips de la Ciudad de México. Aquel día, su captura fue exhibida por el presidente Felipe Calderón como un logro mayor.

Durante años había sido perseguida por las autoridades mexicanas y la agencia antinarcóticos estadounidense (DEA), más que por su poder, un factor que judicialmente nunca se llegó a demostrar, por su conocimiento casi genético del laberinto en el que se deslizaban las grandes bandas de narcotraficantes. Sobrina de Miguel Ángel Félix Gallardo, El Padrino, considerado en los ochenta el jefe de jefes mexicano, su vida había transcurrido a la sombra de capos como los Caro Quintero, Beltrán Leyva, Ismael Zambada García, El Mayo, o el propio Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, dueño y señor del cártel de Sinaloa. Esta intimidad con los mayores criminales acrecentó una leyenda forjada en su historia de mujer fatal. Sus dos maridos, ambos agentes de la autoridad pasados al lado oscuro, habían muerto apuñalados y a traición. Uno por la espalda, otro mientras convalecía en un hospital. Su imagen exuberante, su pasión por las joyas (se le incautaron 179 tras su detención) y sobre todo, su presencia constante en las grandes festejos que solían ofrecer los capos, muchas veces con la participación de autoridades, culminaron este ascenso al dudoso cielo de las narcoleyendas. A la Reina del Pacífico se le dedicaban corridos y servía de inspiración para escritores. Tanta fama no cayó en saco roto. Cuando la detuvieron, la maquinaria de Felipe Calderón aprovechó para apuntarse un tanto y presentarla al mundo como una de las piezas claves del narcotráfico entre Colombia y Estados Unidos. Acababa de arrancar la brutal guerra contra el narco que dejaría un reguero de 80.000 muertos y 20.000 desaparecidos.

Sandra Ávila Beltrán permaneció cinco años encarcelada en penales mexicanos. En agosto de 2012, tras alguna sospechosa absolución en México, fue extraditada a Estados Unidos bajo la acusación de conspirar para importar y distribuir cocaína. Los cargos, que podían acarrearle la cadena perpetua, se diluyeron y tras negociar con la fiscalía se declaró culpable de haber asesorado a su pareja, El Tigre, considerado el enlace entre el narco colombiano y el cártel de Sinaloa. A la condena de 70 meses se le descontó el tiempo transcurrido en penales. En agosto de 2013 volvió a pisar tierra mexicana. Y este viernes, un tribunal admitió su último recurso contra una sentencia por lavado de dinero al considerar que ya había sido juzgada por este delito. Anoche, Sandra Ávila Beltrán cruzó el umbral de la cárcel. La Reina del Pacífico vuelve a estar libre.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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