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Columna
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El color de Obama

EE UU es hoy una sociedad posracista pero no posracial

Francisco G. Basterra

Los fantasmas del pasado del racismo, legalmente enterrado, reaparecen en Estados Unidos en la etapa final del primer presidente de color en ocupar la Casa Blanca. Justo cuando Obama acaba de celebrar en Alabama, en el profundo Sur, la marcha con el histórico cruce del puente de Selma, hace 50 años, que provocó la recuperación de los derechos civiles y el desmantelamiento de la segregación en escuelas, estaciones de autobuses, en los lavabos públicos, de los negros. Este era su único y despectivo nombre. Ciudadanos de segunda, todavía eran linchados por fanáticos blancos, sus casas y sus iglesias quemadas.

Hoy, el Fiscal General del país es afroamericano y el Departamento de Justicia que dirige acaba de publicar un informe denunciando que la policía de Ferguson, donde el pasado verano Michael Brown, un joven negro de 18 años, fue abatido a tiros por un policía blanco que posteriormente fue declarado inocente por un jurado mayoritariamente blanco, está sesgada contra la población negra al igual que la justicia local.

El jefe de la policía y el juez municipal de Ferguson han dimitido. El miércoles, dos policías fueron tiroteados frente a la comisaría. Obama, al que su raza no le ha considerado nunca suficientemente negro y por eso gustaba al electorado blanco, jugó con habilidad y prudencia, en la campaña electoral y luego en la Casa Blanca, la cuestión racial. ¿Su presidencia ha mejorado la suerte de los ciudadanos de color? Sí en el discurso: “No hay una América negra y blanca, sino unos Estados Unidos de América”. No tanto en el objetivo de la igualdad. Se puede hablar ahora de la desigualdad racial después del racismo; como describe en su último número Foreign Affairs, EE UU sería hoy una sociedad posracista pero no aún posracial. “La historia racial de esta nación todavía proyecta una larga sombra sobre nosotros”, reconoció Obama en Selma.

Rosa Parks se sentó en un asiento para blancos en un autobús en Montgomery para que Martin Luther King tuviera un sueño, que sus cuatro hijos no fueran juzgados en el futuro por el color de su piel, y Barack Obama llegara a la Casa Blanca. Pero el sí podemos no era tan simple. ¿Por qué sigue siendo enorme la desconfianza entre la comunidad de color y las fuerzas del orden? ¿Por qué si eres negro tienes muchas más posibilidades de ser la víctima de un crimen? Los negros tienen tres veces más probabilidades que los blancos de ser pobres, y seis veces más de ir a la cárcel.

Persiste la incomodidad de la decreciente mayoría blanca ante la minoría negra negando intención racista; el papel de la raza es más sutil que antes pero no menos potente. Continúa el racismo sin racistas, afirma el sociólogo Eduardo Bonilla. Todavía instituciones, en teoría neutrales, producen resultados racialmente desequilibrados. EE UU no es una sociedad ciega ante el color. No ha cruzado del todo el puente. La Marcha no ha acabado.

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