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Una nueva capital en medio del desierto para el futuro de Egipto

Al Sisi plantea una serie de proyectos para relanzar la maltrecha economía del país

Maqueta del proyecto para construir una nueva capital administrativa en Egipto.
Maqueta del proyecto para construir una nueva capital administrativa en Egipto.Marina Villén (EFE)

El "Egipto del futuro" podría empezar a construir una nueva capital. Estaría situada en mitad del desierto, entre El Cairo y el mar Rojo, y construirla costaría más de 40.000 millones de euros. El desarrollo de esta nueva ciudad es uno de los proyectos presentados este fin de semana a los inversores internacionales en una conferencia económica en Sharm el Sheij. Y quizá es el que más atención ha logrado atraer al evento, titulado "El Egipto del futuro", que busca relanzar la maltrecha economía egipcia y que ha conseguido atraer decenas de miles de millones de euros en forma de inversiones para el país árabe.

“Recuerdo a los egipcios y al mundo entero que Egipto se está despertando... La gente pensaba que mi país había muerto. Pero no, Egipto es un país que Dios creó para la vida”, dijo el domingo por la tarde el presidente Abdelfattá al Sisi, en la clausura del evento, echando mano de su habitual retórica nacionalista. Más allá de sus objetivos económicos, la conferencia pretende escenificar el apoyo de la comunidad internacional a un régimen que fue amonestado por su controvertido nacimiento: un golpe de Estado contra el primer presidente electo en la historia del país. Con la asistencia de unos 2.000 representantes de más de 110 países, entre ellos diversos jefes de Estado y el secretario de Estado de EE UU, John Kerry, la puesta en escena ha resultado convincente.

Arabia Saudí, Emiratos Árabes y Kuwait anunciaron el viernes, en el inicio de la conferencia, una nueva inyección multimillonaria a la economía egipcia: más de 10.000 millones de euros en ayudas. Esta cifra se debe sumar a los más de 20.000 millones ya aportados en el último año y medio por estas petromonarquías del golfo Pérsico, el principal soporte del nuevo régimen.

En los últimos dos días, se ha producido el anuncio de una cascada de acuerdos de inversión por parte de multinacionales occidentales, la mayoría dentro del sector de la energía. Por ejemplo, British Petroleum pretende dedicar más de 10.000 millones de euros a la explotación del gas natural en el delta del Nilo durante los próximos cuatro años, mientras que Siemens firmó un memorando de entendimiento para construir varias centrales eléctricas por un valor parecido. En total, el primer ministro, Ibrahim Mahlab, estimó que Egipto recibirá cerca de 33.000 millones de euros en inversiones a corto plazo, y otros 15.000 millones adicionales a largo plazo.

La economía egipcia experimentó un frenazo en seco tras la revolución del 2011, y desde entonces el crecimiento de su PIB se ha estancado alrededor del 2%. Gracias a la construcción de megaproyectos de infraestructuras públicas, como la nueva ramificación del canal de Suez, y a la multiplicación de la inversión extranjera, el gobierno espera elevar la tasa de crecimiento económico durante los próximos años hasta el 6% y reducir la tasa del paro al 10%.

Entre los proyectos faraónicos presentados por el ejecutivo en Sharm el Sheij destaca la edificación en mitad del desierto de una nueva capital que aún no ha sido bautizada. Todos los datos desvelados sobre esta empresa parecen desmesurados para un país en vías de desarrollo y con graves carencias sociales: una superficie de 490 km2, un aeropuerto mayor que el londinense de Heathrow y un coste de construcción de más de 40.000 millones de euros. Y todo ello en un tiempo récord: entre cinco y siete años. La obra, fruto de un partenariado entre el sector público y privado, será dirigida de un magnate emiratí responsable de varios lujosos proyectos inmobiliarios en los países del golfo Pérsico.

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El talón de Aquiles de las enormes ambiciones de Al Sisi es la persistencia de una oposición tenaz a su gobierno por parte de un sector de la población egipcia de tendencia islamista, como ha demostrado la ola de atentados de baja intensidad de la última semana. Además de los ataques habituales contra las fuerzas de seguridad, sobre todo en la península del Sinaí, en los últimos días se han registrado una decena de atentados con bombas caseras contra intereses comerciales.

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