_
_
_
_
_

Un Teherán de vacaciones recibe el pacto con escepticismo

La mayoría de los iraníes era optimista sobre el resultado de las negociaciones nucleares

Alí Jamenei y el ayatolá Jomeini retratados en un mural en Teherán.
Alí Jamenei y el ayatolá Jomeini retratados en un mural en Teherán.Vahid Salemi (AP)

Son los últimos días de las vacaciones del Nouruz, el año nuevo iraní, y como todos los años, Teherán se ha convertido en una ciudad tranquila y limpia gracias a que muchos de sus habitantes están de viaje. Pero detrás de su apariencia sosegada, la tensión por las negociaciones nucleares entre Irán y las seis potencias mundiales recorre la ciudad. Las noticias que llegan desde Lausana, la sede de las reuniones multilaterales, copan las conversaciones.

Más información
El presidente que creyó en el diálogo
Seis preguntas para entender lo que está en juego
Teherángeles no se fía de Teherán
La expansión de la influencia iraní
30 años de confrontación entre EE UU e Irán
Un maratón diplomático
Un soplo para Irán
Una cuestión de orgullo nacional

Nada más conocer la noticia de que se había alcanzado un pacto, Reza, dueño de una tienda en el centro de Teherán, expresaba su esperanza de que se vea “el resultado de este acuerdo en los precios y que baje la inflación”. Sanaz Rashidi, estudiante de Administración Comercial, se muestra, en cambio, escéptico: “No me contento hasta que vea el acuerdo firmado y las sanciones levantadas, muchos países como Israel no quieren que alcancemos este acuerdo”. Behzad, dependiente de un supermercado, ofrece una perspectiva más individualista y espera que “baje el precio del dólar” para que pueda viajar a EE UU a visitar a sus familiares.

Alireza Pakdel, ingeniero de química y miembro de Basij (la milicia de voluntarios islámicos) está convencido de que un acuerdo nuclear “a corto plazo” ayuda para “aliviar los efectos de las sanciones, pero a largo plazo no cambiará las posturas tradicionales entre Irán y EEUU y los norteamericanos buscarán otras medidas” para presionar.

Comparte esa opinión Mehdi Farahani, un joven ingeniero mecánico, mientras acompaña a unos familiares llegados desde Isfahán en una visita al palacio Niavarán, en el norte de la ciudad. “Aunque se levanten las sanciones, EE UU impondrá otras a Irán bajo otros criterios, como los derechos humanos”. Farahani, que trabaja en una fábrica de recambios de automoción, recuerda que en 2012, la compañía automovilística francesa Peugeot renunció a mandar piezas a Irán en el marco de las sanciones. Las sanciones dieron a los iraníes “una buena oportunidad” para producir muchas de las piezas, y mantiene que lo mismo ha ocurrido en otros sectores.

Nahid Ataí, su prima, estudiante de filosofía que luce un velo deslizado hacia atrás típico de las mujeres más progresistas, no comparte las ideas de Mehdi. “Las sanciones pueden tener efectos tan nocivos como una bomba nuclear. A primera vista no acaban con la vida de nadie, pero acaban con deseos y esperanzas, con oportunidades y talentos, en especial, de los jóvenes”, afirma. La joven considera que “vivir bajo sanciones es una injusticia que el Gobierno tiene que solventar a través de las negociaciones”.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

En estos días festivos, solo se tarda un cuarto de hora en ir del norte de Teherán al sur, un tiempo suficiente para que el taxista Mahmud explique sus quejas por la tardanza en alcanzar un pacto. “Los israelíes y saudíes no quieren este acuerdo. Los negociadores [iraníes] tienen que darle el último empujón lo antes posible, si no los árabes nos comerán vivos”, afirma.

Muchos iraníes opinan que un grupo de países, encabezados por China y Rusia, han usado las sanciones como una oportunidad para aumentar su presencia en el mercado iraní y obtener contratos. Seyed Saleh Hashemi, doctor en Ciencias del Petróleo, mira con mucha atención los objetos del Museo Nacional de Arqueología de Irán junto con su familia. Está convencido de que las compañías chinas que participan en los proyectos de explotación petrolera han destruido algunos pozos al no disponer de la tecnología necesaria. Afirma que incluso han vendido información relacionada con un yacimiento petrolífero común a un país vecino. "Las negociaciones son, en realidad, entre Irán y EE UU", dice. Asegura que Irán necesita la tecnología norteamericana para desarrollar sus yacimientos, mientas que EE UU "quiere tener presencia" en los proyectos petroleros iraníes. "Ya habían llegado a un acuerdo final desde el principio, sólo faltan los detalles”, dice convencido.

Entre la esperanza y la desconfianza, lo que la mayoría de los iraníes quieren es que, a través del acuerdo sobre el programa nuclear, se les garantice "un futuro prometedor", dice la joven Nahid. Luego sonríe con ironía y añade: "Por lo menos para las futuras generaciones”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_