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El general curtido en derrotas

Buhari, un antiguo militar golpista, protagoniza el primer relevo democrático en Nigeria desde 1999

José Naranjo
Un partidario de Buhari sostiene una pancarta, este martes en Nigeria.
Un partidario de Buhari sostiene una pancarta, este martes en Nigeria.Ben Curtis (AP)

“Es el momento de cerrar las heridas. Ha sido una victoria de todos los nigerianos”. Con estas palabras conciliadoras leídas durante su primer discurso a la nación tras ganar el martes pasado las elecciones presidenciales de Nigeria, Muhamadu Buhari quiso dejar patente que se abre un tiempo nuevo para el país más poblado de África y la primera economía del continente.

Para entonces, las urnas ya habían dejado bien claro que él, al frente de una coalición de opositores, será el encargado de llevar las riendas del país: 15,4 millones de votos (54%) frente a los 12,3 millones obtenidos por el actual presidente, Goodluck Jonathan. Por primera vez en la historia de la democracia nigeriana, la oposición llega al poder, pero al general, como le conocen todos en Nigeria, le toca ahora gestionar la esperanza de cambio.

El pozo en el que estaba cayendo Nigeria le puso la victoria en bandeja a este hombre que fue golpista en los ochenta y derrotado tres veces en unas presidenciales. Una corrupción que campa a sus anchas, la descontrolada violencia desplegada por la secta radical Boko Haram en el noreste y la caída de los precios del petróleo no han sido sino las estocadas que la oposición necesitaba para doblegar al partido en el poder. En su discurso de la victoria, Buhari también proclamó que no ahorrará esfuerzos para derrotar a Boko Haram, que ha asesinado a miles de personas en su lucha para instaurar un califato. En la campaña, ha jugado sus bazas. Musulmán y del norte, se mostró favorable a la aplicación de la ley islámica, la gran reivindicación de Boko Haram. Pero en recientes declaraciones, ha descartado que sea una propuesta para todo el país (sería algo impensable en el sur cristiano).

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Nacido hace 72 años en Daura, una ciudad del norte de Nigeria próxima a la frontera con Níger, Buhari ingresó muy joven en el Ejército, en el que desarrolló una brillante carrera. En 1983, lideraba un golpe militar que le llevaba a la jefatura del Estado. Tenía 41 años. Durante los 20 meses que fue presidente del país, Buhari emprendió la guerra contra la indisciplina. Medio millar de políticos, empresarios y funcionarios fueron encarcelados acusados de corrupción. Buhari dictó medidas restrictivas contra la prensa y prohibió la oposición. Pronto fue derrocado por un compañero de armas que lo encarceló tres años y medio.

La estabilización de la democracia a partir de 1999 le brindó la posibilidad de intentar volver a la presidencia, esta vez por la vía electoral. Hasta en tres ocasiones se presentó a los comicios, pero fue derrotado por Olusegun Obasanjo, Umaru Yar‘Adua y por el propio Jonathan, en 2011.

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Buhari no es de los que se rinden. Dos años después de su último varapalo en las urnas, logró reunir a los principales partidos de oposición en torno a su figura, creando el Congreso de Todos los Progresistas. Su aura de hombre estricto, pero honrado, también ha jugado a su favor.

Muchos piensan que ahí ha estado la clave de que los nigerianos se hayan inclinado por un político duro e inflexible en un momento tan difícil. Esta vez ya era la hora del general.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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