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Lynton Crosby, el Rasputín de los ‘tories’

Un brusco y metódico australiano dirige la campaña electoral de los conservadores

Lynton Crosby, en 2014.
Lynton Crosby, en 2014.reuters

Si uno imagina a los candidatos del partido conservador británico como jugadores de fútbol, hoy en pleno combate electoral, Lynton Crosby es su entrenador, el hombre que no entra en el campo pero grita órdenes desde la línea de juego, toma las decisiones tácticas, mantiene la unidad del equipo.

La metáfora no es una exageración. Australiano de nacimiento pero radicado en Londres, Crosby no puede votar en las elecciones generales del jueves pero, con la posible excepción del capitán conservador, el primer ministro, David Cameron, es la figura que más influye en la batalla del partido para seguir en el poder cinco años más. Contratado en 2012 (un millón de libras, estima la prensa) por los conservadores como director de la campaña electoral, terreno en el que tiene un destacado currículum internacional, Crosby es tan respetado como temido por los candidatos tories. Le llaman “el Mago de Oz” (“oz” es como los australianos suelen referirse a su país por cómo se pronuncia la primera sílaba de Australia en inglés); le llaman “Rasputín”, “rottweiler”, “the Crosbinator”, “el genio malvado”, “la eminencia gris”.

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Metódico y muy trabajador, está al mando de un equipo que gestiona sondeos permanentes del estado de ánimo del electorado y monitorea con lupa las campañas de los más de 600 candidatos conservadores distribuidos por el país. Pocos se animan a desafiar sus detalladas instrucciones respecto del mensaje que deben comunicar. Si se entera de que algunos han desobedecido les manda un mensaje de texto de dos palabras: “Not helpful” —“no ayuda”—, que es su manera de advertirles de que, si siguen así, él mismo se encargará de ir a darles una paliza.

Eso sí que es una exageración, pero no tanta. Crosby, de 58 años, es la expresión en carne y hueso del estereotipo del australiano brusco y directo que salpica su conversación con groserías. Pero a su vez posee lo que alguien que le conoce bien describe como “una mente láser”, una lúcida capacidad para simplificar un problema aparentemente complejo y dar rápidamente con la solución.

La página web de su empresa, Crosby Textor Group, se jacta de su “pedigrí” a la hora de combinar “investigación de mercado, comunicación estratégica y ejecución de campañas”. Ha obtenido grandes resultados tanto con las empresas privadas que han pagado por sus servicios en más de 50 países como en el mundo de la política. Ha sido el cerebro detrás de victorias electorales nacionales en su país natal y en Nueva Zelanda, y dos veces seguidas condujo las exitosas campañas electorales del también conservador Boris Johnson a la alcaldía de Londres. En la sede londinense de Crosby Textor cuelga una foto enmarcada de Johnson, posible futuro primer ministro británico, en la que este escribió a mano que Crosby es “sencillamente el mejor director de campaña y estratega político que jamás” haya “conocido”.

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Tanto Johnson como Cameron provienen de la alta casta inglesa. Ambos fueron educados en el colegio privado más antiguo y venerable del país, Eton, y en la Universidad de Oxford. Aunque Johnson es más carismático, ninguno de los dos posee el despiadado instinto de perro de ataque que caracteriza a Crosby. Cuando flaquean, según gente que lo ha visto en acción, él les da una buena sacudida verbal, cuestiona su hombría, les recuerda que para lograr la victoria todo vale dentro de la ley. Y ellos, como prácticamente la totalidad de los candidatos conservadores, sucumben a la fuerza de su voluntad y a la claridad de su mandato.

Se verá el jueves si la fórmula Crosby funciona, pero hasta la fecha uno de sus logros más admirados ha sido mantener unido a un partido en el que es bien sabido que existen serias divisiones internas, concretamente sobre la cuestión de si Gran Bretaña debe seguir en la Unión Europea o no. Su método, muy sencillo: evitar que ningún candidato mencione el tema públicamente en la campaña y concentrar todas las energías en difundir variantes sobre un solo mensaje: que el Gobierno de Cameron evitó la catástrofe tras la crisis de 2008 y ha reconducido la economía por el buen camino. Aunque existe mucho descontento en el país, aunque el poder adquisitivo del grueso de la ciudadanía no es lo que fue en 2007, los conservadores son gente fiable, según el guión de Crosby, a diferencia de los laboristas de Ed Miliband, que son unos ineptos soñadores socialistas condenados a llevar al país a la ruina.

Se ha criticado en la prensa el tono negativo de la campaña que dirige Crosby pero gente cercana a él dice que —convencido de que el temor a perder lo que tienen motivará a los votantes más que el entusiasmo por el cambio— tiene la seguridad absoluta de que los conservadores ganarán más escaños parlamentarios que sus rivales.

Crosby es poco conocido por el gran público británico pero tiene muchos enemigos dentro de la maquinaria del partido laborista y en los medios. En esto, según un ingenioso columnista del diario The Independent, recuerda al entrenador del Chelsea, José Mourinho, “con quien comparte un talento para ganar en diferentes países pero siempre con las mismas atrofiantes tácticas”. A Crosby y a los conservadores que le han contratado les da igual: el objetivo no es generar afecto, sino ganar, a toda costa y como sea.

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