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Bruselas ofrecerá solo concesiones menores a David Cameron

La victoria delos conservadores británicos abre un nuevo frente en la UE

Claudi Pérez
Banderas británica y europea, en la sede de la CE en Bruselas.
Banderas británica y europea, en la sede de la CE en Bruselas. EMMANUEL DUNAND (AFP)

Una isla de tamaño medio y desproporcionada y ancestral influencia vuelve a marcar la agenda europea. La cuenta atrás para el referéndum sobre la pertenencia de Reino Unido a la UE ha empezado. El conservador David Cameron prometió renegociar las condiciones del contrato con Bruselas y convocar una votación sobre la posible salida del club si ganaba las elecciones. Ese momento ha llegado. Un referéndum antes del final de 2017 era probable antes de las elecciones; ahora, tras su contundente victoria, es seguro. En la capital europea todo son advertencias: “Reino Unido no va a imponer nada al resto”, explicaban ayer fuentes de la Comisión Europea. “La vida no es mejor para nadie fuera de la UE”, avisó el presidente del Consejo, Donald Tusk. Las instituciones, en fin, escucharán las peticiones de Cameron, pero le ofrecerán tan solo cambios cosméticos: habrá únicamente concesiones menores, según las fuentes consultadas, para un país que ha logrado colmar la paciencia de los socios, incluso de sus aliados tradicionales.

Cameron agita el espantajo del referéndum con el objetivo de moldear a su gusto la nueva Unión que saldrá de la crisis. Pero nadie espera grandes gestos en Bruselas: los tiempos en los que cualquier movimiento de Londres asustaba pasaron a la historia. Las capitales, apuntan fuentes diplomáticas, están hartas del largo adiós de Reino Unido, que desde su entrada en 1973 ha abusado de una mezcla de ambigüedad, amenazas y saber hacer de su excelente cuerpo diplomático para beneficiarse de un menú a la carta que ya casi nadie acepta. La falta de compromiso de Londres con el proyecto europeo ha dejado aislado a David Cameron. El notable capital político que ha cosechado en las elecciones, sin embargo, le ofrece una oportunidad para reengancharse si juega sus bazas con habilidad.

No le será fácil. Las fuentes consultadas en Bruselas se dividen en dos bandos. Por un lado, están quienes ponen el acento en una situación potencialmente inflamable en Londres, con desafíos políticos internos de gran magnitud —Escocia—, una economía aún renqueante y las inevitables presiones del ala eurófoba de los tories y de UKIP, que cristalizarán en un referéndum de incierto resultado. Pero ayer sorprendía la masa crítica alcanzada en apenas unas horas por los partidarios de una versión más optimista: la de quienes piensan que la sorprendente victoria de Cameron abre un nuevo escenario favorable a los europeístas.

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“Cameron se ha quitado de encima de un solo golpe a UKIP y al ala derecha tory; si acude a Bruselas con un talante positivo y sin pedir lo imposible podría volver a casa con algún triunfo, menor pero suficiente como para lograr un sí a Europa en el referéndum que en otras condiciones hubiera sido mucho más difícil”, explican fuentes europeas. Las encuestas dan una clara victoria a los partidarios de seguir en la UE (un 56% frente al 34% del no), aunque cualquiera se fía de unas encuestas que han fallado con estrépito en estas elecciones.

Charles Grant, director del laboratorio de ideas CER, explica que Cameron tiene que desvelar dos claves: cuándo convoca el referéndum y qué demonios pide. “Cuanto antes lo pida mejor, para evitar un clima de incertidumbre que no beneficia ni a los británicos ni a Europa”, apunta. “En cuanto a la sustancia de sus peticiones, no cometer el error de pecar de ambicioso: eso provocará unas expectativas en las facciones más euroescépticas de su partido y del electorado británico que la respuesta europea difícilmente va a satisfacer”, concluye.

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Cameron quiere limitar la libre circulación de personas, y los beneficios sociales de los inmigrantes de la UE. Pretende profundizar en el mercado único y mantener los privilegios de la City. Defiende que los Parlamentos nacionales puedan paralizar iniciativas legislativas, y que Londres se mantenga al margen de Schengen, del euro y de todos los asuntos relativos a la integración europea que provocan urticaria al otro lado del Canal. “Todos esos deseos están muy limitados por el aislamiento que se ha granjeado en los últimos años”, apunta un veterano embajador.

“En 2017 hay elecciones en Alemania y Francia, y es poco probable que los Gobiernos de esos dos países hagan concesiones mayores”, añade Mujtaba Rahman, del laboratorio de ideas Eurasia. Sea cual sea el resultado, el desafío de Reino Unido será una distracción enorme para la complicada agenda de la UE, con Rusia, Grecia, los coletazos de la crisis y un abanico de riesgos variado como los colores de una verdulería. Se avecina una batalla enconada. “Veremos qué ocurre: Londres tiene sus líneas rojas, otros países europeos también, y yo tengo las mías: la libre circulación de personas es innegociable”, decía Juncker a este diario hace unas semanas.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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