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Miles de asiáticos a la deriva pueden morir en los próximos días

Las autoridades de Malasia, Indonesia o Tailandia impiden la llegada de refugiados rohingyas y los devuelven a su suerte

Macarena Vidal Liy
Inmigrantes se tiran al agua a por alimentos que les lanza el Ejército tailandés.
Inmigrantes se tiran al agua a por alimentos que les lanza el Ejército tailandés.CHRISTOPHE ARCHAMBAULT (afp)

Las travesías de las barcazas repletas de refugiados procedentes de Myanmar (antigua Birmania) y Bangladés hacia el sureste asiático son cada vez más dramáticas. Este viernes han llegado a Aceh, en la costa norte de la isla indonesia de Sumatra, cerca de un millar. Hacinados en uno de estos buques de madera, ya semihundido, viajaban más de 700 personas, entre ellas, más de 60 niños. Les rescataron los pescadores de la zona.

Otros miles no han tenido tanta suerte. Desnutridos y agotados tras días abandonados en el mar, las autoridades de Malasia, Indonesia o Tailandia les impiden la llegada a sus costas y los devuelven a su suerte.

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“La situación es muy grave”, ha afirmado el representante de la Organización Internacional para la Migración (OIM), Joe Lowry, en Bangkok. “No tienen agua ni comida, y se están bebiendo su propia orina. Este es un juego de ping-pong marítimo con vidas humanas. Esperamos que los Gobiernos en la región lleguen rápidamente a una solución... o encontraremos barcos y barcos llenos de cuerpos resecos flotando en el mar de Andamán en los próximos días”, ha declarado a la agencia Reuters.

Miles de estos refugiados, según los cálculos de la ONU, se encuentran de camino, abandonados a su suerte en el mar de Andamán. Algunos proceden de Bangladés, de donde huyen de la pobreza de su país. La mayoría son refugiados de la minoría rohingya, de religión musulmana, y huyen de Myanmar. Un país de mayoría budista, Myanmar, les niega la ciudadanía, el derecho a poseer tierra o a tener hijos libremente. Les considera inmigrantes ilegales bangladesíes, aunque estén asentados en el país desde hace generaciones.

Un refugiado lleva en brazos a su amigo inconsciente tras ser rescatados del mar y puestos a salvo en un campamento, en la región de Aceh.
Un refugiado lleva en brazos a su amigo inconsciente tras ser rescatados del mar y puestos a salvo en un campamento, en la región de Aceh.HOTLI SIMANJUNTAK (EFE)
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Anualmente huyen por millares de la persecución y la violencia contra ellos, que se ha agudizado en los últimos tres años. Según los cálculos de la ONU, en los tres primeros meses de este año se han embarcado cerca de 25.000. Muchos han quedado abandonados en el mar a raíz de la campaña emprendida en las últimas dos semanas contra los traficantes de personas en Tailandia, donde los contrabandistas ahora no se atreven a atracar con su carga humana.

Una de las minorías más perseguidas en el mundo

¿Quiénes son?

¿Por qué los persiguen?

¿Cuántos han huido de Myanmar?

¿Cuáles son sus aspiraciones?

La minoría birmana rohingya, de religión musulmana, se compone de unos 1,3 millones de personas. Muchos habitan en campos en las afueras de Sittwe, la capital del estado birmano oriental de Rakhine, que comparte fronteras con Bangladés. Son considerados una de las minorías más perseguidas del mundo por la ONU desde los graves disturbios interreligiosos de 2012.

En Myanmar viven en condiciones miserables, sin derecho a poseer tierra, explotados y limitados en sus movimientos. El Gobierno en Naypyidaw les niega la ciudadanía, al considerarles inmigrantes ilegales bangladesíes aunque sus familias hayan vivido en Myanmar —un país de mayoría budista— durante generaciones.

En los últimos tres años se han multiplicado los ataques contra ellos, en los que han muerto 280 personas y han quedado desplazadas cerca de 140.000, según los cálculos de las organizaciones pro derechos humanos. Según Arakan Project, una ONG que supervisa el flujo de inmigrantes rohingya en la bahía de Bengala desde hace más de una década, desde 2012 más de 100.000 rohingya han abandonado Myanmar.

El sueño de la gran mayoría es poder huir hacia la prosperidad de Malasia, un país también de religión musulmana.  La vía más habitual para conseguirlo hasta ahora era Tailandia.

Pero de momento los Gobiernos de los países del área no dan indicios de ceder. Tampoco de querer organizar una gestión común para el problema, a diferencia de lo que ocurre estos días con los inmigrantes en el Mediterráneo.

Indonesia ha devuelto al mar varios barcos en los últimos días, como ha hecho Malasia. El primer ministro de ese país, Nayib Rezak, emitió un comunicado en el que expresa su “preocupación” por el problema y promete acometer las “acciones necesarias para abordar esta crisis humanitaria”, sin dar más detalles.

Pero el primer ministro tailandés, el general Prayuth Chan Ocha, cuyo país ha convocado una cumbre regional sobre la crisis el día 29 de mayo, ha alegado ante la prensa: “Hay muchos de ellos, no podemos cuidarles adecuadamente ¿Dónde les ponemos?”. También ha apuntado que si en el futuro llegan muchos más podrían “quitarles el trabajo y el modo de vida a los tailandeses”.

Las autoridades birmanas ya han mostrado su inconformidad con la iniciativa tailandesa. “Es improbable que acudamos [a la cumbre]... No la aceptamos si ellos [Tailandia] nos están invitando solo para aliviar la presión a la que se enfrenta”, ha dicho el director de la oficina presidencial, Zaw Htay, en declaraciones a France Presse.

“El Gobierno birmano ha creado esta crisis con su persecución continuada de los rohingya”, afirma Phil Robertson, subdirector para Asia de Human Rights Watch. “Tailandia, Malasia e Indonesia han empeorado mucho las cosas con unas políticas sin corazón… Otros Gobiernos deben instarles a colaborar para que rescaten a esta gente desesperada y les ofrezcan ayuda humanitaria y asistencia para procesar sus reclamaciones”.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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