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El frenazo de la economía turca inquieta a Erdogan

Las grietas en el modelo de crecimiento amenazan con erosionar la base electoral del AKP

Andrés Mourenza
Unos turistas compran en una tienda del Gran Bazar de Estambul.
Unos turistas compran en una tienda del Gran Bazar de Estambul. Colin Matthieu

"Las patatas a cinco liras el kilo [1,75 euros]. ¡Es una vergüenza!", se queja una mujer sentada con sus amigas en la plaza central de la ciudad de Manisa (región del Egeo). La bajada en la producción en Turquía y el aumento de exportaciones ha multiplicado por 15 el precio de este tubérculo en apenas tres años, algo que también ha ocurrido con otros productos de la cesta de la compra. Es una de las principales razones para que este grupo de diez mujeres, que en anteriores elecciones había apoyado al gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, islamista moderado), medite cambiar su voto de cara a los comicios del 7 de junio. Todas, menos una. "Es que su marido —ataja otra de las señoras— se dedica a la construcción". Un sector en el que los lazos con las autoridades son la mitad del negocio.

La economía turca en cifras

• Renta per cápita: se ha estancado en los últimos años en torno a los 9.200 euros.

• Desempleo: ha subido del 8,4% de 2012 al 11,4% estimado para este año por el Fondo Monetario Internacional.

• Crecimiento del PIB: el ritmo de expansión de la economía ha sufrido una marcada ralentización en los últimos años. Tras alcanzar picos de crecimiento del 9,1% en 2010 y 8,7% en 2011, ha mantenido en los últimos cuatro años una media alrededor del 3%. Para este año, el FMI prevé una tasa positiva del 3,1%.

El modelo económico que ha favorecido el AKP en los últimos años de su década larga en el poder se ha centrado en la construcción —tanto de vivienda como de grandes infraestructuras— y en el apoyo a grandes superficies, lo que ha dañado a una base importante de su electorado: los pequeños comerciantes. "Dicen que la economía va bien, pero eso será para las grandes compañías y los empresarios cercanos al Gobierno. A nosotros, los centros comerciales nos han fastidiado el negocio", se queja Mehmet Caba, propietario de una pequeña tienda de telas. De hecho, aunque la renta per cápita turca se ha triplicado en 13 años, desde 2008 se ha estancado en torno a los 10.000 dólares y la desigualdad ha aumentado: Turquía se sitúa a la cola de este ránking de la OCDE, junto a Chile y México.

En un momento en que los flujos de capital especulativo —de los que ha vivido Turquía en los últimos años— están abandonando los países emergentes para volver a EE UU y la UE, las injerencias del ex primer ministro y ahora presidente, Recep Tayyip Erdogan, en la política de intereses del Banco Central han terminado por hundir la lira turca. Y esto ha tenido un efecto directo en la vida cotidiana, ya que al depreciarse la divisa local los precios se han disparado.

Por si fuera poco, la llegada de dos millones de refugiados procedentes de Siria e Irak ha añadido un elemento más de presión a la economía. "Los sirios han hecho subir el precio de los alquileres y caer los salarios, porque trabajan por la mitad", asegura Turgay, propietario de una tetería en el conservador barrio estambulí de Fatih.

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En un año, el número de desempleados se ha incrementado en 400.000 y el de pobres, en un 10%, según el sindicato TÜRK-IS. De acuerdo a los datos del propio Gobierno, un 22,4% de los hogares turcos ingresa menos de 108 euros por persona. Además, una investigación del centro de estudios BETAM afirma que en Turquía, con una población de 78 millones de personas, cerca de un millón de jóvenes ni estudia ni trabaja. La razón es que, el país, con un 40% de su población por debajo de los 25 años, debe crecer a un ritmo superior al 4% anual para dar empleo al inmenso número de jóvenes que cada año se incorpora al mercado de trabajo.

Una reciente encuesta de Metropoll reveló que el 57% de los turcos cree que el Gobierno está manejando mal la economía, mientras hace un año lo creía así el 46%. De ahí que la principal formación opositora, el Partido Republicano del Pueblo (CHP), haya planteado la campaña electoral en base a la economía. Sus propuestas estrella son estimular la economía de alto valor añadido, entregar dos pagas extra a los 11 millones de pensionistas turcos, subir el salario mínimo en un 50%, hasta los 515 euros, y acabar con las subcontratas en el sector público. Promesas que, según el jefe de la comisión de presupuestos del Parlamento, Recai Berber (AKP), son "puro populismo".

El AKP se aferra al trabajo hecho. Pese a que el gasto social en Turquía sigue siendo de los más bajos de la OCDE (12,5% del PIB), se ha incrementado durante las tres legislaturas de los islamistas moderados. Todos sus votantes citan como razón de apoyo la palpable mejora en el sistema de salud, el acceso a la educación o la renovación de infraestructuras de transporte. "Aunque haya habido corrupción, algo que ocurre en todos los Gobiernos —afirma la universitaria Havva Nur— han dado un gran servicio al pueblo".

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