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¿A quién votas cuando votas nulo?

Importantes intelectuales defienden anular la votación, otros se oponen alegando que esa opción beneficiará a los grandes partidos

Elena Reina
Un joven camina por Tlapa de Comonfort, Guerrero.
Un joven camina por Tlapa de Comonfort, Guerrero.Pedro PARDO (AFP)

Al borde de la jornada electoral mexicana, a aquellos que todavía no tienen claro dónde depositar su papeleta se les ofrece una salida diferente: no apostar por nadie. Dos importantes intelectuales, Denise Dresser y José Antonio Crespo, encabezan el movimiento a favor del voto nulo. Convencidos de que es mejor no votar por nadie que hacerlo por el menos malo, han protagonizado debates en televisión, vídeos virales en Youtube y columnas de opinión en los diarios. Muchos otros académicos han levantado también su voz para refutar lo que en su opinión es un acto "loable", pero poco práctico. Para los que todavía no saben, hay una pregunta que se repite: ¿A quién beneficia?

El movimiento anulista surgió en las elecciones de 2009, encabezado por intelectuales, empresarios y grupos estudiantiles, que llamaban a emitir votos nulos como protesta ante el sistema político y utilizarlo como una demanda de la necesidad de una reforma electoral. Entre los principales temas en su agenda de protesta estaban: permitir el registro de candidatos independientes, plebiscito y la revocación de mandato. En ese mismo año, cuando se llevaron a cabo las últimas elecciones intermedias como las que se celebran este domingo, hubo un 5,4% de votos nulos, es decir, casi dos millones de votos. Entre los cuales, no se puede distinguir aquellos que fueron intencionales.

En las últimas elecciones intermedias de 2009 hubo un 5,4% de votos nulos, es decir, casi dos millones de votos

En 2014 se hizo una reforma electoral, y entre los cambios realizados se aprobó uno de los que formaban parte de la agenda anulista: los candidatos independientes. No obstante, Dresser argumenta que el procedimiento para que estos lleguen a tener su registro (un 3% de los votos) es complicado, burocrático y lleno de requisitos "interminables". La misma Dresser expresa que "es más fácil conseguir la paz en Medio Oriente que registrarse como candidato independiente en México".

Ante este escepticismo del funcionamiento del sistema, Dresser y Crespo, han continuado pidiendo el voto nulo a aquellos indecisos o a quienes no tenían pensado ir a votar. El objetivo: acudir a las urnas como forma de protesta. Insisten en que que la oposición no existe en el sistema político mexicano, que los que llegan al poder —apoyados por el voto útil— adquieren la misma "postura cómoda" que el partido anterior y se acaba beneficiando a los mismos. 

Pero siguen sin dejar claro cuáles son las consecuencias prácticas de la emisión de ese voto.

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El académico Roberto Duque explica las desventajas del voto nulo.

En el otro bando, se han alzado voces académicas explicando que la aritmética beneficiará a los grandes. Se les hará más sencillo alcanzar el 3% mínimo para obtener el registro al necesitar menos votos —puesto que los votos válidos, los que cuentan, serían menos—. Y que en la práctica el voto nulo cuenta como la abstención: nada. 

Con estos argumentos, el académico de la UNAM en derecho electoral, Roberto Duque, publicó un vídeo en Youtube (que ha tenido más de 200.000 reproducciones) para explicar didácticamente que el voto nulo beneficia a los partidos en la repartición del presupuesto, tiempo de televisión y en la cantidad de diputados plurinominales que les serán otorgados.

Javier Aparicio, investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), propone que se lleve a cabo el voto de castigo, es decir, aquel otorgado al partido contrario al que está en el poder. El investigador señala que las "intenciones de los anulistas son muy loables, pero no van a conseguir que cambie nada en el Congreso. Es mucho más beneficioso fragmentar el poder". Y añade:  "Ya que estás en la urna y no sabes a qué partido votar, por lo menos súbeles el costo de supervivencia".

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Sobre la firma

Elena Reina
Es redactora de la sección de Madrid. Antes trabajó ocho años en la redacción de EL PAÍS México, donde se especializó en temas de narcotráfico, migración y feminicidios. Es coautora del libro ‘Rabia: ocho crónicas contra el cinismo en América Latina’ (Anagrama, 2022) y Premio Gabriel García Márquez de Periodismo a la mejor cobertura en 2020

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