Grecia y Ucrania eclipsan la agenda oficial de la cumbre del G-7
Los líderes de Japón, Reino Unido, Francia, Italia, Canadá, EE UU y Alemania se reúnen en Baviera
Entre salchichas, jarras de cerveza, pantalones cortos de cuero y otros tópicos ligados al folclore bávaro, Angela Merkel y Barack Obama charlarán el domingo por la mañana con los vecinos de Krün, una localidad de 1.800 habitantes a una decena de kilómetros de la frontera germano-austriaca. Más tarde, ya a solas, la canciller alemana y el presidente de EE UU podrán abordar asuntos como el tratado de libre comercio o el escándalo de las escuchas.
Así comienza el G-7 que la anfitriona ha preparado meticulosamente. Merkel ha querido aupar a la agenda temas como la reducción de emisiones, el impulso al comercio o el aumento de mujeres en puestos directivos. Pero todo apunta a que la reunión de los siete líderes —los de Japón, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá, además de EE UU y Alemania— acabará cediendo protagonismo a dos personas que no están invitadas a la cumbre del domingo y el lunes en este idílico paraje de los Alpes: el ruso Vladímir Putin y el griego Alexis Tsipras.
“No está previsto hablar de la crisis griega, pero me sorprendería muchísimo que no vaya a salir en las conversaciones”, aseguraba el jueves uno de los sherpas alemanes que han organizado la cumbre. Pese al deseo de Merkel de llegar al G-7 con algún avance palpable en la negociación, la cumbre comienza en uno de los momentos más calientes para Atenas. Ni la decisión de Grecia de recurrir a un vericueto legal para posponer el pago al FMI de 300 millones ni el discurso del primer ministro Tsipras del día anterior —en el que tildó la propuesta europea de “irreal y absurda”— son buenas señales.
Merkel llega al palacio de Elmau, donde se celebra la reunión, entre crecientes rumores de distanciamiento con su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, por la gestión de la crisis griega. Según la versión que el Gobierno niega pero que algún alto cargo del ministerio confirma, Schäuble achacaría a su jefa no haberle informado de la reunión de Berlín del pasado lunes y de no estar siendo lo suficientemente dura. Obama ya ha mostrado en alguna ocasión su inquietud para que la cuestión griega se resuelva y evitar que una falta de acuerdo en Europa desemboque en una crisis internacional que nadie sabe cómo terminaría.
El otro gran ausente del que se oirá hablar estos días en Elmau es el presidente Putin. EE UU, partidario de la mano dura con Rusia por su papel en la crisis de Ucrania, no se centrará en el mantenimiento de las sanciones europeas, ya que esta decisión parece ya tomada. Obama insistirá en la necesidad de forjar un consenso sobre futuros desafíos de los separatistas prorrusos. “Si hay nuevas agresiones, tenemos herramientas en nuestro arsenal”, decía hace unos días Ben Rhodes, asesor de seguridad del presidente de EE UU. Justo estos días la violencia en el este de Ucrania se ha agravado.
Esta es la segunda vez que Putin no se sienta en el foro que reúne a las economías más industrializadas del planeta (sin China). La cuestión de su vuelta al G-7 ha levantado una polvareda en Alemania. Incluso la canciller se ha visto obligada a corregir a su ministro de Exteriores: Merkel dijo que por ahora esa posibilidad no le parece “imaginable”.