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Catarsis colectiva contra el terror en Charleston

La iglesia Emanuel celebra su primer servicio religioso tras la matanza racista

Foto: atlas | Vídeo: Atlas

El retorno a la normalidad como terapia y victoria ante el fundamentalismo. La histórica iglesia episcopal afroamericana Emanuel, en el centro de Charleston (Carolina del Sur), celebró este domingo su primer servicio religioso desde que el miércoles un racista blanco matara a nueve fieles negros. Cientos de personas, blancas y negras, llenaron el templo en una emotiva ceremonia para homenajear a las víctimas y transmitir un mensaje de unidad. Fue una catarsis colectiva para superar el impacto de la matanza.

A las nueve y media de la mañana se abrieron las puertas de la iglesia, clausuradas por la policía desde el tiroteo. La excepcionalidad del servicio era palpable, en primer lugar porque no la oficiaba el pastor de Emanuel y senador estatal, Clementa Pinckney. Fue una de las nueve víctimas de la atrocidad de Dylann Roof, de 21 años, considerada un “crimen de odio” por la policía y el peor ataque a una iglesia negra en la historia reciente de Estados Unidos.

“Las puertas están abiertas y mandan un mensaje a todos los demonios en el infierno y la tierra de que las armas no vencerán”, proclamó el pastor sustituto, Norvel Goff. Fue una ceremonia con la habitual liturgia religiosa, con instantes serenos y jubilosos. Pero de ella trascendió una respuesta ejemplar ante el terror: “Mucha gente esperaba que hiciéramos algo extraño e impulsáramos una revuelta. Simplemente no nos conocen. Somos gente de fe”.

Mucha gente esperaba que hiciéramos algo extraño e impulsáramos una revuelta. Simplemente no nos conocen. Somos gente de fe" Norvel Goff, pastor sustituto de la iglesia

En una frase histórica, Martin Luther King, líder del movimiento de los derechos civiles en los años sesenta, dijo que las once de la mañana del domingo era la hora más segregada de Estados Unidos. Los blancos rezaban en sus iglesias, los negros, en las suyas. La separación del domingo continúa y ahora podrían añadirse los hispanos. Tras el fin de la esclavitud en 1865, las iglesias negras se convirtieron en centros de protección y autogestión, por eso incomodaban a los blancos segregacionistas.

Pero este domingo en la iglesia Emanuel, el mensaje fue de unidad y diversidad, en una ceremonia retransmitida por televisión a todo el país. Tras el servicio, ese sentir se repetía en las puertas de esta iglesia de ladrillo blanco y un icono de la comunidad afroamericana en el viejo sur esclavista al haber sido fundada, en 1816, por un líder abolicionista. “Todos somos hijos de Dios”, decía Suzan Beach, negra de 55 y nacida en Charleston. Como algunos familiares de las víctimas de la matanza, mostraba compasión por su autor: “Para cicatrizar las heridas, tienes que perdonar”.

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Junto al memorial de flores y dedicatorias que inunda toda la acera frente a la iglesia, se concentraban festivamente varios centenares de personas de distinta edad, raza y religión. “Hemos venido a enseñarles a nuestros hijos la importancia del amor y el respeto, y el modo en que una comunidad debería reaccionar”, afirmaba, entre lágrimas, Andie Hershberger, una mujer blanca de 37 años que acudió a dejar unas flores junto a su marido y dos hijos pequeños.

A su lado, varias mujeres ataviadas con el velo islámico escribían en un mural titulado: Charleston Unido. “Hemos venido porque esto afecta a toda la comunidad”, decía Mushfiq Khan, un hombre de 55 años, miembro de la junta directiva de la mezquita central de Charleston, una ciudad de 127.000 habitantes, de los cuales dos tercios son blancos.

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