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El gendarme pobre de África

Chad se ha convertido en el aliado regional en la lucha contra el yihadismo y Boko Haram

José Naranjo
Soldados chadianos en la localidad nigeriana de Damasak, el pasado 24 de marzo.
Soldados chadianos en la localidad nigeriana de Damasak, el pasado 24 de marzo.Joe Penney (Reuters)

El camino que conduce a Butalbagar, un barrio del extrarradio de Yamena, la capital de Chad, está salpicado de vendedores de fruta. Un viento que anuncia lluvia levanta remolinos de tierra. A más de 45 grados, Remi, licenciado en Empresariales, se pasa el día llevando clientes de un lado a otro por 50 céntimos. “En este país la gente malvive con lo que puede. Nada funciona, la justicia es corrupta, la educación, la sanidad. Y si se te ocurre protestar, te amenazan, te golpean, te detienen”. A esa misma hora, tres helicópteros chadianos bombardean seis bases de Boko Haram en el noreste de Nigeria. En la última década, Chad, el cuarto país más pobre del mundo según el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, se ha convertido en una potencia militar emergente en África.

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Solo dos días antes, cuatro jóvenes con explosivos adosados al cuerpo ejecutaron un doble atentado en Yamena, el primero en su historia. Mataron a 28 personas, la mayoría de ellos policías y militares. El ataque estaba dirigido contra las fuerzas de seguridad. Todos los indicios apuntan a Boko Haram.

Los soldados chadianos tienen fama de ser de los más aguerridos del continente y cuentan con medios suficientes (tanques, aviones, helicópteros) gracias a los ingresos procedentes del petróleo, que comenzó a fluir hace algo más de una década, explotado en su mayor parte por empresas chinas.

El país, antigua colonia francesa, ha empezado a jugar el rol de gendarme regional frente al yihadismo: sus fuerzas armadas intervinieron de manera decisiva junto al Ejército francés en el norte de Malí en 2013, y desde el pasado mes de febrero están implicadas en la lucha contra Boko Haram en el noreste de Nigeria. Todo ello le ha valido ser considerado uno de los mejores aliados de Occidente en una tormentosa región donde abundan los conflictos: Libia al norte, Sudán al este, Nigeria o República Centroafricana, donde también Chad envió tropas.

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De entre todos sus apoyos, Francia es el más sólido. Yamena alberga la base militar francesa desde donde se coordina la Operación Barkhane contra el yihadismo en el Sahel. Que Idris Déby no sea precisamente un campeón de las libertades y que el régimen destine los ingresos del petróleo mucho más a alimentar su Ejército, y por tanto consolidar su poder, que a preocuparse por la vida de sus habitantes no es algo que preocupe demasiado en París ni en otras capitales europeas. Su rol de gendarme es su mejor baza.

“Después de veinte años, la situación sociopolítica se ha deteriorado de manera vertiginosa”, se queja Celine Narmadji, portavoz del movimiento ciudadano Trop c’est trop, que agrupa a 19 organizaciones. “La población está al borde de la miseria y cada vez hay más represión”, afirma. Este movimiento, nacido al calor de la experiencia senegalesa y burkinesa en donde se logró derrocar a los presidentes, pretende que Idris Déby haga las maletas después de 25 años en el poder y que no se presente a los comicios del año que viene. Sin embargo, lo tienen muy complicado. “Déby controla a la sociedad civil. En realidad, lo controla casi todo. Él es el centro del poder”, asegura Saleh Kebzabo, líder de una oposición tolerada que cuenta con 32 escaños de 188 en el Parlamento.

Déby, 25 años en el poder

La clave de la fuerza de Idris Déby reside en la fidelidad de su Ejército, en concreto de su mimado cuerpo de élite, la Guardia Presidencial, al frente de la cual está uno de sus hijos, nombrado general con menos de 30 años. "En realidad, no existe un Ejército como tal. El 80% de los generales son de la misma región que Déby. Son sus familiares, a menudo iletrados, quienes controlan todo", dice Saleh Kebzabo, líder de una oposición tolerada. Con entre 35.000 y 45.000 miembros, las Fuerzas Armadas se han ido forjando a base de enfrentar sublevaciones. "Desde los setenta hasta la década pasada no ha habido un año sin rebelión, cada vez que alguien discrepa monta un grupo armado", asegura.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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