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Rousseff viaja a EE UU para reconciliarse con Obama

La presidenta de Brasil busca inversores para su país y zanjar la polémica a raíz del espionaje que sufrió a manos de la NSA

Antonio Jiménez Barca
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff
La presidenta de Brasil, Dilma RousseffREUTERS

Hay muchos expertos que coinciden que lo mejor de la histórica visita de la presidenta brasileña Dilma Rousseff a Washington que comienza este lunes y dura hasta el miércoles es, más allá de eventuales acuerdos aún imprecisos y difuminados, la visita en sí. En 2013, cuando ya estaba previsto y anunciado un viaje oficial de Rousseff, por entonces en su primer mandato, a Washington, todo saltó por los aires: el antiguo técnico de comunicaciones de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense, Edward Snowden, reveló que dicho organismo había espiado el teléfono móvil de Rousseff. La revelación desató un enfrentamiento diplomático mayúsculo cuya primera consecuencia fue que la presidenta brasileña, indignada, cancelara fulminantemente la visita. Desde entonces, la presencia del vicepresidente Joe Biden a Brasilia en enero para asistir a la toma de posesión de la segunda legislatura de Rousseff y algunos encuentros cara a cara entre Obama y la presidenta brasileña en cumbres internacionales en los últimos meses han despejado el camino para la paz definitiva.

Pero Rousseff, que inicia la visita el lunes en Nueva York, que visitará el martes la Casa Blanca y que volará el miércoles a California, ya no es la misma que en 2013. Y Brasil tampoco: la popularidad de la presidenta es la más baja que jamás haya registrado (un 65% de rechazo, según una reciente encuesta de Folha de S. Paulo). El país acabará el año con un retroceso del PIB de al menos 1,2%. Y la inflación, desbocada a pesar de los esfuerzos del Gobierno, escala a un 9%, también una cifra alarmante que Rousseff no había conocido en su primer mandato.

Paradójicamente, y por las mismas razones, la visita a EE UU se antoja ahora más oportuna que en 2013. La presidenta brasileña, en Nueva York, hablará a un grupo escogido de empresarios estadounidenses a los que presentará el ya muy difundido en Brasil Plan de Infraestructuras, por valor de 200.000 millones de reales (66.000 millones de dólares), que su Gobierno ha diseñado para erigir autopistas, puertos, vías férreas y aeropuertos y cuyo principal objetivo estratégico es el de animar la alicaída economía brasileña. El éxito del plan depende de que los inversores privados –brasileños y extranjeros- vean negocio ahí en la explotación de dichas infraestructuras y participen (el Gobierno brasileño sOlo adelanta parte de la inversión a base de préstamos). De modo que convencer a los estadounidenses, cuya economía, en contra de la brasileña, se recupera, se antoja clave.

El martes, en Washington, Barack Obama y Rousseff discutirán d e economía y de cambio climático (los dos tratarán de dar pasos adelante de cara a la cumbre de París de finales de año sobre este asunto), entre otras cosas, pero sobre todo, tratarán de dejar atrás, de una vez, el enojoso tema del móvil espiado. Hay especialistas que aseguran que el éxito de la visita dependerá, en última instancia, de la química personal entre los dos presidentes de los dos gigantes americanos.

EEUU es consciente de que la influencia china en Brasil –y en toda Latinoamérica- gana terreno. De hecho, el primer socio comercial de Brasil es China, que desbancó hace unos años a EE UU. El intercambio comercial entre EE UU y Brasil es ingente: más de 62.000 millones de dólares en 2014. Pero en mayo pasado el primer ministro chino, Li Kepuiang visitó Brasilia con la chequera humeante y firmó acuerdos económicos por valor de 50.000 millones de dólares, incluido el anuncio del proyecto de una vía férrea que unirá a Brasil con el Pacífico a través de Perú con el objeto de facilitar las exportaciones de brasileñas de soja hacia Oriente. Y hace un año, los presidentes de los denominados países emergentes o BRICS (China, India, Suráfrica, Rusia y Brasil) se reunieron en Fortaleza, en el Nordeste de Brasil, y decidieron crear un Banco de Inversión que sirviera de alternativa al FMI que comenzará a funcionar a partir de 2016 y que contará con un desembolso de 50.0000 millones de dólares.

De la visita de Rousseff a EEUU no se esperan, en principio, acuerdos tan contundentes. Pero hay quien recuerda que el sitio de Brasil no está al lado de unos socios tan disímiles y ajenos como Rusia o China sí con democracias occidentales más transparentes que pueden ayudar al gigante latinoamericano a redimir mejor el lastre de los casos de corrupción que minan su credibilidad.

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Además, la caída del precio de las materias primas (sobre todo la soja y el hierro), con la consecuente menor factura al gigante chino que todo lo compra y la asfixia económica por la que atraviesan los países del Mercosur, en especial Argentina (otro de sus socios económicos preferentes) ha causado que Rousseff busque nuevos mercados para insuflar más oxígeno a su economía. Un ejemplo de ello ocurrió en mayo, cuando la presidenta brasileña voló a México en una visita oficial para impulsar la relación con la otra gran economía latinoamericana.

Rousseff, poco amiga en su primer mandato de salir al exterior, se fuerza ahora por abrir mercados y buscar salidas. Y sin embargo –otra paradoja- los problemas domésticos la perseguirán durante toda la visita. Ricardo Pessoa, socio mayoritario de la empresa contratista UTC Ingeniería, envuelto en el escándalo de Petrobras, acusado de sobornar a altos cargos de la petrolera para obtener contratos jugosos, ha involucrado en la trama al ministro de la Casa Civil, Aloizio Mercadante. Pessoa, que testifica a cambio de rebaja en la condena, mantiene que parte de la campaña electoral de Mercadante para Gobernador de São Paulo en 2010 se financió con dinero que entregó él como intercambio de favores en contratos con Petrobras y que lo mismo ocurría con la campaña presidencial de Lula en 2006. Mercadante, que tenía pensado viajar junto con la decena de ministros que acompaña a Rousseff a EE UU, ha optado por quedarse en Brasil por asegurar la retaguardia y defenderse de las acusaciones. El sábado, en vez de estar preparando el viaje, dio ya una rueda de prensa para asegurar que todas las donaciones efectuadas por Pessoa a su campaña eran legales.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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