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El Pentágono recela del Irán posnuclear

Carter alerta de la "influencia maligna iraní", y viajará a Israel y Arabia Saudí

Washington -
El secretario de Defensa, Ash Carter
El secretario de Defensa, Ash CarterWIN MCNAMEE (AFP)

El tono y el fondo fueron menos eufóricos que el de otros miembros del Gobierno de Barack Obama. El comunicado de valoración del secretario de Defensa, Ash Carter, sobre el acuerdo nuclear evidencia la inquietud del Pentágono ante el nuevo escenario geopolítico que propicia el pacto alcanzado el martes entre Estados Unidos, Irán y cinco potencias mundiales. “Mientras implementamos este acuerdo histórico, la disuasión permanece un componente principal de la seguridad nacional de Estados Unidos”, advirtió Carter.

El pacto de Viena no supone un nuevo comienzo bilateral. Washington y Teherán no reanudarán su relación diplomática, rota desde 1980 tras el asalto a la Embajada norteamericana. Ambos países son rivales militares: apoyan a bandos distintos en varios conflictos en Oriente Próximo, pese a mantener una cooperación tácita en la lucha contra el Estado Islámico (EI) en Irak. Irán es enemigo declarado de dos de los principales aliados de EE UU en la región: Arabia Saudí e Israel. Y es uno de los tres países considerados patrocinadores de terrorismo por el Departamento de Estado.

La cúpula militar estadounidense es muy consciente de ello. Presionó para que el acuerdo nuclear mantuviera, como así fue, el embargo a Irán al comercio de armas durante cinco años y tecnología para misiles durante ocho.

“Permanecemos preparados y posicionados para reforzar la seguridad de nuestros amigos y aliados en la región, incluido Israel; defender contra agresiones, garantizar la libertad de navegación en el Golfo [Pérsico], y verificar la influencia maligna iraní. Utilizaremos la opción militar si es necesaria”, avisó Carter en el comunicado. El secretario recordó que EE UU cuenta con decenas de miles de militares en Oriente Próximo.

Es una victoria del Pentágono que el acuerdo mantenga el embargo a Irán al comercio de armas y tecnología para misiles

Para apaciguar el nerviosismo, Carter viajará este fin de semana a Israel y a continuación se desplazará a Arabia Saudí. Es revelador que viaje antes él a esos países que el secretario de Estado, John Kerry. En esta política de gestos, la prioridad es garantizar el paraguas de seguridad de Washington a los aliados para evitar un incremento de la tensión y una carrera armamentística. Pero, a su vez, EE UU deberá hacer equilibrios: no le conviene enemistarse mucho más con Irán dado que su papel puede ser clave en la estabilización de Irak, Siria y Afganistán.

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La desconfianza militar es profunda en el inestable tablero de Oriente Próximo. El chií Irán apoya en Yemen a los rebeldes Huthi que desbancaron al presidente de ese país, mientras EE UU provee asistencia logística a la campaña militar lanzada por la suní Arabia Saudí contra los Huthi y vigila que barcos iraníes no les transporten armamento.

En Siria, Irán y Rusia (firmante del pacto nuclear) apoyan al presidente Bachar el Asad, mientras EE UU exige su salida y entrena a rebeldes moderados que luchan contra su régimen. Y en Líbano y la Franja de Gaza, Irán respalda a los grupos terroristas Hezbollah y Hamás, que tienen como objetivo atacar a Israel.

Permanecemos preparados para reforzar la seguridad de nuestros amigos y aliados en la región, incluido Israel; defender contra agresiones" Ash Carter, secretario de Defensa de Estados Unidos

Sin embargo, Washington y Teherán -y Damasco- tienen un enemigo común en los yihadistas del EI, que controlan partes de Irak y Siria. Aún así, el Pentágono recela del actual apoyo iraní a milicias chiíes en Irak y no olvida que una división de la Guardia Revolucionaria iraní impulsó la década anterior una sangrienta ofensiva contra soldados norteamericanos en Irak.

Israel y las monarquías árabes del Pérsico temen que el acuerdo nuclear suponga un espaldarazo a Irán que lo lleve a redoblar su injerencia regional. “El miedo es que cuando se levanten las sanciones, Irán dispondrá de una gran cantidad de recursos para esos apoyos [a otros países y grupos]”, dijo este jueves en un coloquio Suzanne Maloney, directora adjunta del departamento de Política Exterior de Brookings Institution, un laboratorio de ideas en Washington. “Son preocupaciones legítimas. Habrá un cambio enorme en el funcionamiento de la economía iraní”.

El presidente Obama admitió el miércoles que es probable que, tras el levantamiento de las asfixiantes sanciones internacionales, Irán disponga de más recursos para sus actividades militares y terroristas, pero descartó que eso suponga un punto de inflexión y defendió que la prioridad es evitar su acceso a una bomba atómica.

En un gesto conciliador, dijo “compartir las preocupaciones” de Israel y los países del Golfo sobre las actividades desestabilizadoras iraníes, y, por ello, abogó por incrementar la cooperación en asuntos de inteligencia con esos países.

Sin embargo, en un reflejo de su equilibrismo en política exterior y de un incipiente deshielo, Obama dijo confiar en que, tras el acuerdo, EE UU pueda seguir incentivando a Irán a “comportarse diferente” en la región y avanzó que buscará una mayor cooperación con el régimen de los ayatolás en países como Irak, Siria y Yemen. Se abre una nueva era.

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