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El ingenio en la pista de despegue

Los jóvenes tienen acceso a las nuevas tecnologías. Pocos logran un proyecto de éxito

Alejandro Rebossio
El empresario Adolfo Babatz Torres (Ciudad de México, 1975).
El empresario Adolfo Babatz Torres (Ciudad de México, 1975).Saúl Ruiz

En 2012, el mexicano Adolfo Babatz, con un máster en Administración de Empresas en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, según sus siglas en inglés), trabajaba en la empresa de pagos electrónicos PayPal en Estados Unidos para el mercado latinoamericano. Tenía 36 años y, junto a dos colegas, se decidió a probar suerte con un proyecto que habían creado allí, pero al que sus jefes habían renunciado: un pequeño lector electrónico de tarjetas. Gracias a él, la mayoría de los pequeños comercios latinoamericanos que solo aceptan efectivo pueden admitirlas sin necesidad de recurrir al más popular equipo de la marca Posnet. “Si tienes un comercio en México, tardas entre tres y nueve meses en instalar el Posnet y los bancos te restringen las tarjetas y los pagos en cuotas. En cambio, en cinco minutos puedes tener nuestro lector”, cuenta Babatz, cofundador de Clip, que hace tres años convenció a inversores para comenzar su negocio emprendedor en México.

La empresa de Babatz, que fue seleccionada como miembro de la red global de emprendedores Endeavor en 2014, ya cuenta con 15.000 clientes. Y tiene mucho margen de crecimiento: en México solo 350.000 de los 11 millones de comercios existentes aceptan tarjeta.

Babatz es uno de tantos jóvenes emprendedores e innovadores de Latinoamérica. Sin embargo, reconoce que son pocos los exitosos. En esta región, la más desigual del mundo, está extendida la cultura del emprendimiento, pero se manifiesta en dos niveles distintos: el de los pobres que buscan un trabajo por cuenta propia para sobrevivir ante la falta de trabajo formal y el de los ciudadanos de clase media y alta que, gracias a su mejor formación, pueden iniciar empresas más innovadoras. El contexto económico a veces las ayuda y otras las perjudica. En San Cayetano, un barrio pobre del Gran Buenos Aires (la periferia), madres jóvenes usan sus teléfonos inteligentes para ofrecer sus productos en Facebook, mientras un adolescente se ilusiona con hacerse famoso haciendo bromas en YouTube, pero la pregunta radica en si lograrán salir adelante.

Atraer talento

La tecnología está cambiando hábitos, pero son solo los más instruidos los que sacan provecho

“La tecnología está cambiando hábitos”, destaca Adolfo Babatz. “Regresé a México con mi familia y ya no contratamos televisión por cable sino Netflix, y no vemos más anuncios. Está cambiando la compra de libros, el entretenimiento, la educación, todos los niveles socioeconómicos, pero los que más pueden tomar ventaja son los más instruidos y eso hará que la brecha social crezca. México es el tercer exportador mundial y tiene un 44% de pobres. La productividad se dispara en las grandes empresas y se hunde en las pymes, según un estudio de la consultora McKinsey”, cita el cofundador de Clip, que en su proyecto debió vencer desafíos como el fraude con tarjetas y la contratación de personal. “En México la gente se aferra a su posición. Atraer talento es complicado porque no puedo pagar lo que un trabajo bien establecido. Tengo que venderles un sueño, darles acciones, crear un lugar sumamente inclusivo y horizontal en cuanto a la jerarquía. México es un país famoso por la aversión al riesgo y por eso aquí vienen los argentinos y florecen. El banco no quiere involucrarse con una start-up [compañía incipiente] de tres pelados. Es un país con jugadores muy poderosos, falta competencia, pero cuando logras entrar, te vuelves de casa. Además el marco regulatorio está muy bien. Es barato entrar en México y las autoridades son amables. Con PayPal tardamos tres meses en abrir aquí; en Brasil, más de dos años y en Argentina no pudimos entrar”, relata Babatz.

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Sebastián Valin, emprendedor chileno de 31 años.
Sebastián Valin, emprendedor chileno de 31 años.Sebastián Utreras

Pablo Sanguinetti, economista de la Corporación Andina de Fomento (CAF), comparte los reparos del inventor de Clip: “Decimos que hay muchos jóvenes que emprenden negocios, pero muchos son de subsistencia. Es un indicador de la pobreza y la falta de oportunidades de trabajo. Casi un 30% de la fuerza laboral en Latinoamérica está autoempleada y, si uno quita a las profesiones liberales, queda gente sin estudios universitarios. Se termina destruyendo capital humano porque arman quioscos [venta de alimentos], hacen tortillas en la calle o se emplean en el taller del padre”. Al no trabajar con otras personas, pierden las pocas habilidades que tenían para lograr un empleo formal, como el respeto a los horarios. “Los mejores emprendimientos surgen de gente con experiencias previas en otras empresas, que entrenan para el trabajo. Es una idea equivocada pensar que emprender sin tener acceso al crédito y a la capacitación es la salida a la pobreza. Solo el 25% de los microempresarios tiene condiciones para crear una empresa dinámica. El microcrédito no es malo, permite sobrevivir mejor, pero de ahí no salen compañías pequeñas”, asegura Sanguinetti.

“Hay jóvenes latinoamericanos con más acceso a la tecnología, que tienen más educación que la media y una red de contactos de gente con ideas o apoyo financiero”, describe Marcelo Cabrol, economista del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). “Están creciendo a diario las incubadoras públicas y privadas de empresas, como el Laboratorio para la Ciudad, de México, o la privada Nxtp.Labs, de Argentina. La tecnología está cambiando la forma de trabajar, más allá de dar información. Permite colaborar con otras organizaciones y pymes. Hay apetito al riesgo, más aceptación del fracaso, más disposición a comunicar. Hay jóvenes que creen que los empleos de hoy no van a existir en 10 años y crean nuevos”, destaca Cabrol.

Todo por hacer

También se muestra optimista Valerie Lorena, directora ejecutiva de Young Americas Business Trust, una ONG que trabaja con la Organización de Estados Americanos (OEA) para promover el desarrollo de los jóvenes: “Hay muchos innovadores en Latinoamérica, en todas las clases sociales. Entre los premiados en nuestra competición anual de innovación tenemos, por ejemplo, un joven de San Vicente y las Granadinas que pescaba. Un día se quedó sin gasolina en alta mar y entonces se le ocurrió impulsar su bote con energía solar. Hay jóvenes que están más educados que sus padres, que forman familia más tarde y que buscan en el emprendimiento su trabajo. Las tecnologías se lo facilitan: usan Internet para vender o desarrollan aplicaciones como Aventones, que facilita que personas de la misma oficina compartan el coche en México, Chile, Colombia o Perú”.

El chileno Sebastián Valin tenía 27 años en 2011, cuando se graduó de ingeniero civil, y era el único de sus amigos que soñaba con emprender algo propio. Un día su hermano le pidió que le buscara un buen seguro para el coche y entonces se le ocurrió su empresa: una web donde comparar y contratar seguros y créditos de distintas compañías y bancos, ComparaOnline. Ahora cuenta con casi 300 empleados, está presente en Chile, Colombia y Brasil y ha recaudado 19 millones de dólares (unos 17 millones de euros) de capital en Silicon Valley y de la incubadora argentina KaszeK Ventures. “En Latinoamérica es difícil emprender porque hay pocos fondos de capital emprendedor, la gran riqueza está concentrada en pocas familias y hay fragmentación entre los países, pero lo mejor es que está todo por hacerse”, destaca Valin, otro seleccionados por Endeavor.

El caso argentino

El propio Banco Mundial advierte en el subtítulo de su libro El emprendimiento en América Latina que esta es una región con "muchas empresas, poca innovación". En ese contexto, Argentina figura como el país latinoamericano en el que la innovación en productos y procesos productivos "no es tan baja como en los demás", según uno de los autores del estudio, Julián Messina.

Los países latinoamericanos con más inversión en investigación y desarrollo (I+D) son Brasil (donde supone el 1,1% del PIB) y Argentina (0,65%), por debajo no solo del mundo rico, sino también de Europa del Este, el Asia más pujante o Túnez. Además, tres cuartos de la I+D argentina se financia con dinero público, casi no aporta el sector privado, con el consiguiente impacto en términos de innovación de productos. El registro de patentes resulta bajo. El Banco Mundial evalúa las concedidas por EE UU según el país donde reside el inventor. En la medición per cápita, Costa Rica lidera en Latinoamérica, seguida por Chile y Argentina.

Emiliano Kargieman es uno de los argentinos innovadores. A los 15 años creó su primera empresa, de software. A los 19, con otros socios, otra de seguridad informática, Core Security, que llegó a tener sede en EE UU, más de 200 empleados y decenas de millones de dólares de facturación. Después la vendió y creó un fondo de capital emprendedor, Aconcagua Ventures, hasta que en 2009, con 34 años, decidió volver a montar una compañía. Se llama Satellogic y prevé la creación en 2016 de una constelación de cientos de satélites para tomar imágenes y vídeos en tiempo real que sirvan como insumo informativo para gobiernos, empresas y ONG que se dediquen a la energía, el agua, los alimentos y otros recursos naturales.

"Hoy las decisiones están basadas en poca información y nuestra idea es colocar muchos satélites que generen datos reales, que sean más baratos y pesen decenas de kilos, en lugar de toneladas", explica Kargieman. Ya cuenta con 60 empleados en 12 países, incluido el propio, donde se halla el centro de I+D, y Uruguay, donde se construyen los satélites. Tres están ya en el aire. Cuenta con inversores de Argentina, Brasil, EE UU y China.

"En Argentina tenemos la ventaja de que somos capaces de armar equipos con gente brillante de ciencia e ingeniería, arriesgados, con energía para trabajar en una start-up y con ambiciones", destaca el fundador de Satellogic. También reconoce dificultades en su país: "Las hay para montar una empresa, para el acceso al capital, hay ecosistemas mejor desarrollados, pero en este mundo hay que hacer empresas conectadas con los otros centros de innovación del mundo". Grandes empresas tecnológicas argentinas como Globant y MercadoLibre acabaron cotizando en la bolsa de Nueva York, en lugar de la de Buenos Aires.

Argentina es uno de los países latinoamericanos que está fortaleciendo la innovación en la nueva economía digital, incubando compañías y capital semilla, según Mario Castillo, experto en tecnologías de la información de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Castillo también elogia a Costa Rica, Chile, Brasil, Uruguay y Panamá. "Hay una dicotomía en la economía latinoamericana asociada a las nuevas tecnologías. Por un lado, hay una alta concentración en algunos segmentos de la nueva economía, como la infraestructura y los servicios digitales. Pero también hay nuevos espacios para generar emprendimientos de nicho en países donde ha evolucionado más rápido la plataforma digital, ya sea de contenidos o de aplicaciones", menciona el experto.

No es casualidad que en Argentina haya nacido Preguntados, el videojuego que llegó a ser la aplicación más bajada de los teléfonos en EE UU, España y Latinoamérica. La creó Máximo Cavazzani, que ahora tiene 29 años. Pero el economista Pablo Sanguinetti, de la Corporación Andina de Fomento (CAF), advierte: "Las apps no generarán todo el empleo que necesitamos. El sistema educativo debe dar más señales de las oportunidades del mercado laboral. Hay que trabajar eso para que los nuevos empresarios no se vayan a EE UU".

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