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Schäuble, en la diana de media Europa

El poderoso ministro alemán libra un pulso con Merkel por su propuesta de ‘Grexit’

Wolfgang Schäuble.
Wolfgang Schäuble. Fabrizio Bensch (Reuters)

La vida de Wolfgang Schäuble cambió el 12 de octubre de 1990, cuando un enfermo mental le disparó tres balas: una le impactó en la mandíbula y otra en la espina dorsal. Estuvo a punto de morir. Seis semanas y varias operaciones después, el entonces ministro del Interior alemán y delfín del canciller Helmut Kohl volvía al Consejo de Ministros en silla de ruedas. “Su mujer trató de convencerlo para que dejara el cargo y se ocupara de su salud. ‘Sin la política, mi vida no merece la pena’, respondió él”, recuerda Hans Peter Schütz. Periodista y testigo del atentado, conoce desde hace décadas al democristiano.

Un cuarto de siglo más tarde, el hombre que no concebía su existencia sin la política acapara el odio de media Europa por su gestión de la crisis griega. Mientras, una parte importante de la sociedad alemana le aplaude con entusiasmo.

Unas cuantas incógnitas rodean estos días al hoy ministro de Finanzas. ¿Sigue siendo el político de profundas convicciones europeístas —quizás más que ningún otro miembro del Gobierno, incluida la canciller Merkel— o ha mudado hasta convertirse en el enterrador del euro, como le bautizó la oposición de izquierdas? ¿Estamos ante el hombre de Estado al que una infancia en plena posguerra convenció de la importancia de la amistad con Francia o ante un nacionalista de nuevo cuño que trata de imponer el diktat alemán al resto de Europa? De las respuestas a estas preguntas depende en buena parte el futuro de la unión monetaria.

Schäuble está convencido de que el Grexit es la menos mala de las soluciones a una crisis que se eterniza. Su paciencia se agotó este mes. Había que buscar una solución duradera que desviara a Atenas del foco y permitiera a la UE centrarse en otros asuntos de vital importancia. De ahí nace la bomba que el ministro soltó en el Eurogrupo hace dos semanas: Grecia debía aceptar durísimas reformas o salir temporalmente del euro. El primer ministro Alexis Tsipras optó por la primera opción. Pero el alemán no tiene problemas en seguir defendiendo en público el Grexit.

Schäuble no confía que  Grecia cumpla y cree que las crisis están para aprovecharlas

Schäuble ha dejado claro que no confía en la capacidad de Grecia para cumplir. Su entorno arremetió contra Tsipras por decir que no creía en el plan que firmó, sin percatarse quizás de que su jefe hizo lo mismo. Pero hay algo más. El ministro está convencido de que las crisis están para aprovecharlas. Así, las dificultades griegas podrían servir para soltar lastre; y empujar a los países que estén preparados hacia una mayor integración. La idea es resolver el defecto de nacimiento de una moneda única sin unión política ni fiscal.

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“Su plan consistía en dejar caer a Grecia para disciplinar al resto de miembros del euro”, ha escrito el exministro Yanis Varoufakis. “¿Por qué lo sé? Porque él mismo me lo dijo”, añadía el griego, enemigo acérrimo de Schäuble. Sus críticos le acusan de buscar una Europa alemana. “No. Quiere una Europa capaz de sobrevivir a la competencia de EE UU y China”, responden sus defensores. Prestigiosos economistas como Charles Wyplosz añaden que el programa pactado con los acreedores está condenado al fracaso, y que el Grexit volverá a plantearse más pronto que tarde.

Al romper el tabú de la irreversibilidad del euro, Schäuble contradice abiertamente a su jefa de Gobierno y de partido. “Tener opiniones distintas es parte de la democracia”, respondió la semana pasada a Der Spiegel. En esa entrevista, coqueteó con la dimisión si se veía obligado a traicionar sus principios, comentarios que le valieron duras críticas de los socialdemócratas con los que gobierna. “La alternativa al acuerdo no habría sido una salida ordenada del euro, sino el caos y la violencia en Grecia”, dijo Merkel en una sesión parlamentaria en la que el aplauso más largo de la bancada democristiana no fue para la líder, sino para el adalid de la mano dura ante los izquierdistas de Atenas.

Pese a las amenazas, las posibilidades de que Schäuble se baje del caballo parecen remotas. “Merkel le necesita. Un 20% de los diputados democristianos se rebelaron la semana pasada al rechazar un nuevo rescate. Sin él, esa cifra habría sido mayor”, señala la analista Daniela Vates. “No siempre tenemos la misma opinión, pero sí vamos en la misma dirección”, dice cuando le preguntan por sus diferencias con Merkel.

La canciller y el ministro no son amigos. Tras décadas de trabajo diario, aún se tratan de usted

La canciller y el ministro no son amigos. Tras décadas de trabajo diario, aún se tratan de usted. Él no ha olvidado dos golpes de la que es ahora su jefa. El primero llegó cuando Merkel publicó sin avisarle un artículo demoledor contra Kohl que marcaría el final del viejo canciller y el ascenso a los cielos de la pupila. El segundo, cuando ella le propuso la presidencia de la República, pero el cargo acabó en manos de Horst Köhler. Pese a las diferencias, ambos se respetan. Y se necesitan. Es difícil imaginarle a él, que es diputado de la CDU desde 1972 y para el que la lealtad lo es todo, tomando una decisión que perjudique al Gobierno o al partido. Antes de enfrentarse a la crisis del euro, Schäuble ya había dejado su impronta al gestionar la reunificación alemana y por su papel decisivo en el traslado de la capital de Bonn a Berlín en 1999.

Los que han trabajado con él coinciden en que valora sobre todo la inteligencia y el trabajo; y que puede ser despiadado si considera que alguien no está a la altura. Lo comprobó un portavoz al que abroncó en una rueda de prensa y ante las cámaras. Blanco preferido de los caricaturistas —en Grecia abundan los dibujos que le muestran como un nuevo Hitler o como un terrorista, mientras que el tabloide Bild lo retrató hace poco como un Superman que protege a los contribuyentes alemanes— es un perfeccionista a quien es muy difícil llevarle la contraria si está seguro de tener razón.

Antes de sufrir lo que él siempre denomina “el accidente”, Schäuble era muy deportista. Schütz, autor de la biografía Dos vidas, recuerda un partido de tenis de los ochenta en el que se enfrentó al político y a su hermano. “Él luchaba todas las bolas y enfurecía si consideraba que su compañero había fallado. Al final, perdieron y él responsabilizó de la derrota a su hermano. Pero lo cierto es que había jugado mejor que él”.

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