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El Supremo israelí suspende el arresto del palestino en huelga de hambre

Los médicos consideran que ha podido sufrir daños irreversibles tras 65 días de ayuno

Juan Carlos Sanz
Manifestantes sostienen imágenes de Mohamed Alan, en huelga de hambre para exigir a Israel su puesta en libertad, el 14 de agosto de 2015.
Manifestantes sostienen imágenes de Mohamed Alan, en huelga de hambre para exigir a Israel su puesta en libertad, el 14 de agosto de 2015.ATEF SAFADI

El estado de salud del preso palestino de la Yihad Islámica Mohamed Alan, de 31 años, ha sufrido un grave deterioro, que puede ser irreversible, después de 65 días en huelga de hambre en protesta contra su encarcelamiento sin intervención judicial. El Tribunal Supremo israelí ha ordenado este miércoles suspender temporalmente su detención tras las pruebas médicas que, según informó el diario Haaretz, revelan que ha experimentado daños neurológicos a causa de la carencia de vitaminas. El alto tribunal ha decidido que siga hospitalizado, pero en calidad de paciente, ya que podrá recibir visitas sin restricciones al haber quedado en suspenso su arresto hasta que no se recupere por completo. Si se confirma que sus lesiones son definitivas, quedará finalmente en libertad.

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Alan fue aprehendido el pasado noviembre, acusado de pertenecer a una organización terrorista, y fue sometido a detención administrativa, un tipo de privación de libertad que puede prolongarse indefinidamente sin que medie decisión de los tribunales. Inició su ayuno de protesta el pasado 16 de junio, aunque siguió bebiendo agua.

El preso entró en coma el pasado viernes tras haber quedado inconsciente. Los médicos del hospital Barzilai de Ashkelon (sur de Israel), donde se encuentra ingresado, le aplicaron respiración asistida y le administraron suero salino con vitaminas. El martes recuperó el conocimiento y, tras serle retirado el respirador y aceptar ser alimentado durante 24 horas, comunicó a su abogado que si el Supremo no le ponía en libertad reemprendería su protesta y dejaría también de beber agua. Los médicos que le atienden reconocen que difícilmente podrá sobrevivir, dada su extrema debilidad.

Alan es el primer preso palestino en huelga de hambre que se enfrenta a la legislación aprobada hace un mes por Israel que autoriza a los médicos a suministrar alimentación forzada al recluso en contra de su voluntad para mantenerlo con vida. El Gobierno israelí teme que la muerte de un palestino bajo detención pueda desatar disturbios en los territorios ocupados de Cisjordania y Jerusalén Este, como ya ha ocurrido en otras ocasiones. La fiscalía propuso el pasado lunes que podría quedar en libertad a cambio de aceptar el exilio e instalarse fuera de Cisjordania durante los próximos cuatro años, pero Alan lo rechazó.

La Yihad Islámica ha advertido de que llamará a sus militantes a la violencia contra Israel si fallece el preso. De los cerca de 5.700 reclusos palestinos ingresados en las cárceles israelíes, 379 se encuentran bajo el régimen de detención administrativa.

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El Colegio de Médicos israelí se opuso a la entrada en vigor de la ley que autoriza la alimentación forzada al considerarla una práctica peligrosa contraria a las normas internacionales y una forma de tortura, por lo que pidió a los facultativos que no la acataran. Alan fue trasladado a Ashkelon hace una semana desde un centro sanitario de Bersheva (también en el sur de Israel) después de que sus médicos se negaran a suministrarle alimentación mediante una sonda. ”El estado de Mohamed Allan se está deteriorando. El tratamiento que recibe se lleva a cabo de conformidad con los criterios del comité ético del hospital, e incluye respiración [asistida] y un suero por vía intravenosa”, precisó el centro de Ashkelon en un comunicado cuando el preso entró en coma. El centro sanitario aseguró que en ningún momento se le alimentó de forma forzada. Un médico del Comité Internacional de la Cruz Roja ha visitado a Alan en el hospital.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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