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EL DRAMA DE LA MIGRACIÓN

La crisis de los refugiados agrieta a la Unión

Las contradicciones de la UE afloran ante la reunión de ministros que abordará el futuro de los refugiados que llegan al continente

Reunión de mandatarios balcánicos y de la UE en Viena en la que se trataron asuntos migratorios el pasado agosto.
Reunión de mandatarios balcánicos y de la UE en Viena en la que se trataron asuntos migratorios el pasado agosto.JOE KLAMAR (AFP)

En vísperas de la reunión de ministros europeos del lunes, la Unión Europea dividida, se desgarra en sus contradicciones. Por un lado, uno de los pilares de la Unión: la libre circulación de personas. Por otro, la ausencia de una política de asilo común y la pugna por la distribución de refugiados en los Estados Miembros.

El pasado abril, las capitales europeas se vieron sacudidas por espasmos de indignación ante la propuesta de Jean Claude Juncker para hallar una “clave de distribución” de 5.000 solicitantes de asilo llegados a las costas mediterráneas. En junio, la cifra había aumentado hasta los 40.000, lo que convenció a los Estados miembros de la necesidad de un acuerdo que facilitara la redistribución de forma voluntaria. Ahora rondamos los 160.000. Y en vísperas del encuentro de ministros, a causa de la presión de Berlín, Roma, París y del Ejecutivo europeo la mecánica de reparto de las cuotas ha perdido todo rasgo de voluntariedad y excepcionalidad para asumir los de obligatoriedad y permanencia. Aunque solo sea para equilibrar una estadística que, como ha recordado el ministro francés del Interior, Bernard Cazeneuve, hoy cinco países —Alemania, Francia, Italia, Suecia y Reino Unido— soportan el peso del 75% de las solicitudes de asilo.Alemania, de forma unilateral se prepara para recibir a 800.000 solicitantes de asilo este año.

En la geografía de nuestra dividida Unión, destaca el llamado Grupo de Visegrado (Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia), reacios a las cuotas obligatorias. Y si bien es cierto que Berlín ha acabado por alinear a su alrededor a Italia y al bloque de países escandinavos y por convencer a París de que tome en consideración el mecanismo de las cuotas. Irlanda, el Reino Unido y Dinamarca están exentos de aplicar las políticas de Interior y Justicia de la UE. 

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Francia, país para el que se prevé un flujo de entre 100.000 y 120.000 solicitudes al año en un año, exige, al igual que Alemania, que la condición previa de cualquier acuerdo sobre las cuotas sea la creación de “puntos calientes” en las puertas del sur de Europa —Italia y Grecia— que garanticen una identificación fiable de los solicitantes de asilo y una criba rápida de quiénes tienen derecho a permanecer en Europa y de quiénes no. Además de la creación de la lista de países a los que se pueda expulsar a los migrantes cuya solicitud de asilo sea rechazada.

Italia está dispuesta a dar su consentimiento a los puntos calientes (de los cinco previstos en Pozzallo, Agusta, Lampedusa, Trapani y Taranto, tres podrían entrar en funcionamiento a finales de septiembre) con la presencia de funcionarios de Frontex y de Easo (Oficina Europea de Apoyo al Asilo), pero con dos condiciones. En primer lugar, que antes se ponga en marcha el plan obligatorio de la redistribución con cuotas superiores a los 32.000 traslados. En segundo lugar, que previamente hayan arrancado los trámites para la revisión de la Convención y la Regulación de Dublín, que define qué país es responsable de tramitar las solicitudes de asilo.

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“Europa posee mecanismos y dinero para afrontar la crisis”

La mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial ha puesto a prueba la capacidad de respuesta de los europeos. ¿Es una carga demasiado pesada para Europa? No, dice Michael Möller, jefe de la Oficina de la ONU. “Europa posee los mecanismos necesarios y el dinero necesario para afrontar esta crisis”. No obstante, Möller no quiere que se considere solo como un problema europeo. “Es un problema mundial, la solidaridad internacional no está a la altura”, afirma, y exige que todos los países con capacidad de aceptar refugiados asuman sus responsabilidades: EE UU, Canadá y Australia, diversos Estados de África, Asia y América Latina. En su opinión, muchos podrían hacer más, en particular varios países vecinos de Siria: “Aparte de Líbano, Jordania y Turquía, hay mucho que mejorar”.

Respecto a la respuesta europea cree que “por supuesto, está muy bien que Alemania diga que todos los sirios son bienvenidos y que está dispuesta a recibir a 800.000 refugiados este año”, dice Möller, “pero estaría todavía mejor que esa pobre gente no tuviera que atravesar medio mundo para llegar allí”. Coincide con muchos otros críticos en que se necesitan centros de acogida sobre el terreno, que permitan ordenar los traslados.

Se acerca el invierno y es posible que más refugiados traten de huir antes de que el frío y el mar turbulento hagan casi imposible llegar a Europa. “Mare Nostrum”, dice Möller, “era mucho más eficaz a la hora de rescatar a solicitantes de asilo que el programa europeo actual de fronteras (Frontex)”. Por eso pide que se refuerce el número de patrulleras en el mar entre África y Europa. Y que se intensifique la lucha contra los traficantes.

“Punto caliente” es también la palabra clave de la agenda del gobierno belga de centro-derecha. Pero en un país que ha experimentado en julio algo desconocido hasta la fecha (4.961 solicitantes de asilo, 55% más respecto a julio y 192% más respecto a agosto 2014, con filas de hasta un millar de personas ante las oficinas de inmigración), Theo Francken, miembro del partido nacionalista flamenco, partidario de la reintroducción de los controles en las fronteras y secretario de Estado para el asilo, cree que “algunos países han obtenido grandes beneficios de las políticas agrícolas comunitarias y de los fondos europeos. Si no se muestran solidarios en esta crisis, pediré que esos países pierdan tales beneficios”.

Las palabras de Francken y el resentimiento de una parte de Europa, llevan hacia Madrid, que, con sus 6.202 solicitudes de asilo este año es de hecho el único país mediterráneo de la Unión que ha permanecido inmune a las dimensiones materiales de la crisis. El gobierno de Rajoy, hasta hace muy pocas semanas, estaba convencido de que su ofrecimiento de acoger voluntariamente a 2.749 solicitantes de asilo era razonable y sólo después de la reunión del jefe del Gobierno con Merkel en el castillo de Meseberg y de la petición de la Comisión Europea de elevar ese número hasta 14.931 ha empezado a hacerse a la idea de que ese número obligatoriamente debe aumentar. Fuentes oficiales explican que las quotas contribuyen a crear lo que consideran “un efecto llamada”, que invitan a más refugiados a venir. Defienden a cambio políticas de cooperación y repatriación con los países de origen que alivien el flujo migratorio y recuerdan que España ha sido y es "el muro de contención" de África Occidental. Aún así, el Gobierno se ha comprometido esta semana aceptar el núemro de refugiados que le pida Bruselas.

El miedo desplaza a la razón

La solidaridad crece en Europa, pero la xenofobia también. Gran parte del resentimiento contra los refugiados parece basarse más en miedos que en ideas racionales, según se deduce de un sondeo realizado por Gallup para la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) que se publicará en octubre. Un adelanto refleja que los europeos que piensan que los inmigrantes “roban” trabajo a los locales son una minoría.

En Alemania, por ejemplo, el 61% de la población piensa que los inmigrantes hacen tareas que nadie más quiere hacer, una de las cifras más altas de Europa. En España, el porcentaje se eleva al 54%. Hungría es una excepción. El 23%piensa que roban puestos de trabajo, frente al 14% que dice que hacen tareas que no quiere hacer nadie.

Suiza, pese a no pertenecer a la UE asistirá también a la cumbre, donde defenderá una política de refugiados común, en la que desea participar. Simonetta Sommaruga, socialista y Consejera Federal responsable del asilo, pide que haya un reparto claro de los refugiados entre los países europeos. La mayor parte del Gobierno helvético está de acuerdo con Merkel en que, si no se distribuyen mejor los esfuerzos, Schengen corre peligro.

Los resultados de la reunión del día 14, dependerán en buena medida de la capacidad de persuasión y de los argumentos de Angela Merkel, capaz de dar la vuelta, tras la crisis griega, a la imagen de su Gobierno y de su país ante los ojos de Europa mostrando a Berlín como el laboratorio de una política diferente y posible de acogida.

Traducción de Carlos Gumpert

Con información de Carlo Bonini y Vladimiro Polchi (Repubblica), Jean Jacques Mével y Jean Marc Leclerc (Figaro), Caroline Zurcher (24 heurs), Simone Schmid (Tages Anzeiger), Ileana Grabitz y  Veronika Vollinger (Die Welt), Ann Charlotte Bersipont (Le soir), Ana Carbajosa (El Pais).

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