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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los refugiados y la esperanza

Brasil, incluso en este momento de superación de dificultades, tiene los brazos abiertos para acoger a los refugiados

Incluso en este momento de superación de dificultades, Brasil tiene los brazos abiertos para acoger a los refugiados que quieran vivir y trabajar aquí.

La crisis de los refugiados de Medio Oriente y del norte de África, que ha cobrado rasgos dramáticos en los últimos días, viene extendiéndose desde hace más de cuatro años, en especial desde que estalló la Guerra Civil en Siria y se produjo la intervención militar en Libia.

La terrible foto de un niño de tres años, Aylan Kurdi, muerto en una playa turca, o el macabro descubrimiento de 71 personas, hombres, mujeres y niños, asfixiadas en un camión en una carretera de Austria, son ejemplos de una tragedia de proporciones terribles que imponen desafíos a toda la humanidad.

El conflicto sirio ya ha acarreado la muerte a más de 240 mil personas, y ha producido 4 millones de refugiados –la mayoría en países vecinos– y 8 millones de desplazados en el propio país. Es indignante ver la destrucción humana y material en Siria y los países contiguos, incluyendo obras del patrimonio de la humanidad.

Irak y Siria se han transformado en bases para grupos criminales, como el autodenominado Estado Islámico, que siembra el terror entre pueblos golpeados ya por guerras que han destruido a sus Estados nacionales. Esos grupos llevan a cabo asesinatos en masa, reclutan a menores para efectuar acciones armadas e imponen brutalmente sus convicciones sectarias a las poblaciones locales.

La dimensión geopolítica de los conflictos no puede esconder una tragedia humanitaria de enormes proporciones, ante la cual la comunidad internacional, en particular las Naciones Unidas, ya no puede permanecer impasible. El tema deberá ocupar un importante espacio en la Asamblea General de la ONU que empieza el martes 15 de septiembre en Nueva York. Antes de eso, sin embargo, son necesarias urgentes acciones de solidaridad.

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Es reconfortante ver cómo amplios sectores de comunidades de muchos países europeos –en sentido opuesto a los grupos xenófobos– acogen a los refugiados y presionan a sus gobiernos a promover acciones solidarias.

Desde el inicio de la guerra civil en Siria y de la multiplicación de los conflictos en Medio Oriente y en el norte de África, el Gobierno brasileño viene ofreciendo visados humanitarios a los refugiados sirios. Ya se han concedido 7.752 visados. Y hasta agosto de este año han sido acogidos 2.077 refugiados sirios. He decidido que este esfuerzo se amplíe ya que, como país que alberga en su población a más de 10 millones de descendientes sirio-libaneses, no podríamos actuar de otra manera.

Aprovecho también para felicitar al comandante de la corbeta Barroso, de la Marina brasileña, que rescató a más de 200 refugiados que partieron de Libia y que se encontraban a la deriva en aguas del mar Mediterráneo.

País respetuoso con los derechos humanos, Brasil es tierra de acogida. Además de los pueblos originarios, la población brasileña se compone de muchos inmigrantes. Millones de hermanos africanos vinieron aquí forzados cuando imperaba el vergonzoso tráfico de esclavos. La presencia de indígenas, europeos, africanos y asiáticos ha conformado la nación brasileña.

Cuando grandes crisis azotaron a Europa y a Oriente, las puertas de Brasil estuvieron abiertas a todos. Somos conscientes de la importancia de estas contribuciones para nuestra formación histórica y cultural. Nos sentimos orgullosos de ser un pueblo formado en la diversidad. Es por eso que la tolerancia y el respeto a las diferencias son marcas de nuestra identidad.

Con ese espíritu, recibimos desde 2010 a más de 60 mil ciudadanos haitianos, lo que seguiremos haciendo de forma solidaria y legal. Al mismo tiempo, luchamos contra los grupos criminales –los llamados "coyotes"– que trafican con personas en América Latina, Oriente y Europa, aprovechándose de la desesperación de miles de familias que huyen de la guerra y de la pobreza en busca de un futuro de esperanza.

Brasil, incluso en este momento de superación de dificultades, tiene los brazos abiertos para acoger a los refugiados. Reitero la disposición del gobierno brasileño de recibir a aquellos que, expulsados de sus patrias, quieran venir a Brasil, a vivir, trabajar y contribuir a la prosperidad y la paz. Queremos ofrecerles esa esperanza.

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