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¿El final de la grieta argentina?

La división política y social que ha dominado los últimos años empieza a suavizarse

Carlos E. Cué
Carteles electorales en Buenos Aires, el pasado 16 de octubre.
Carteles electorales en Buenos Aires, el pasado 16 de octubre. JUAN MABROMATA (AFP)

Hay palabras que triunfan y no necesitan más explicación. En Argentina, cuando alguien habla de “la grieta”, todos saben a qué se refiere. Es la división social, pero sobre todo política, que han generado 12 años intensos de kirchnerismo. Una sima entre los que están a favor y en contra del Gobierno, que hasta hace poco parecía irremontable. No es un caso único, sucede en muchos lugares. Pero en Argentina, un país escéptico y acostumbrado a relativizarlo todo, ha llegado a un punto para muchos insoportable. “Cada argentino puede contar una anécdota de cuando fue a un casamiento y estaban los kirchneristas de un lado y los antikirchneristas del otro”, explica Beatriz Sarlo, una de las intelectuales más respetadas de Argentina, muy crítica con el Gobierno desde su óptica de izquierda.

“Cada argentino puede contar una anécdota de cuando fue a un casamiento y estaban los kirchneristas de un lado y los antikirchneristas del otro”, explica Beatriz Sarlo

La idea de “la grieta” es reciente. Fue un invento en 2013 del periodista más conocido, amado y odiado de Argentina, Jorge Lanata. Porque la grieta es política, pero tiene su máxima expresión en los medios. Buena parte de ellos dedican muchísimo espacio a la semana a hablar de los otros medios. Unos, los críticos, son para los rivales los “medios hegemónicos”. Los otros, favorables al Gobierno, “los oficialistas”. Cualquier sentencia judicial favorable o contraria a un medio es noticia de impacto.

Lanata, durísimo con el Gobierno todos los domingos en su programa Periodismo para todos, que el kirchnerismo contraprograma a veces con Fútbol para todos, la emisión de los partidos gratuitos en la televisión pública, ganó en 2013 el premio periodístico televisivo más reconocido, el Martín Fierro. Y lejos de disimular, se enfrentó directamente a esa división en su discurso, donde inventó la idea: “La grieta es lo peor que nos pasa, es una división irreconciliable. Va a trascender al actual gobierno, que se irá. La grieta va a permanecer, porque no es política, es cultural. Ha separado a amigos, hermanos, parejas, compañeros de laburo. La última vez que pasó fue en los años 50 y duró 40 años. Ojalá alguna vez podamos superar esta grieta. Porque dos medias argentinas no suman una argentina entera”, sentenció ante las miradas cómplices de los principales comunicadores del país.

Peronismo y antiperonismo, efectivamente, dividieron a la Argentina de los 50. Perón estuvo 18 años en el exilio. Volvió, ganó, murió y poco después hubo una terrible dictadura con 30.000 desaparecidos que dejó aún más heridas. De hecho, el historiador Felipe Pigna, cercano al kirchnerismo, señala que esto no es nuevo: “La grieta es un precipicio histórico en Argentina. Es un país que ha tenido 60 años de guerra civil, de 1810 a 1870. Ha tenido masacres obreras en la década del 10, del 20, dictaduras tremendas. La división entre nosotros no es una novedad”. “En la Argentina hay odio de las discusiones”, sentencia Alejandro Dolina, escritor, también cercano al kirchnerismo.

"Ojalá alguna vez podamos superar esta grieta. Porque dos medias argentinas no suman una argentina entera”, dice Lanata
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Y sin embargo muchos creen que la grieta está tocando a su fin. Muchos ciudadanos parecen agotados de la pelea. Los políticos que llegan tienen otro estilo. Daniel Scioli y Mauricio Macri, los dos principales aspirantes, vienen del mismo mundo, el de la jet set, y no paran de decir que son muy buenos amigos desde hace 30 años. Los medios también se preparan para otros tiempos. Sarlo cree que desaparecerá, pero le preocupa otra cosa: “El problema es la grieta social. Kirchneristas y antikirchneristas volverán a hablarse pero los pobres seguirán siendo pobres”. La respuesta vendrá en pocas semanas, cuando el nuevo Gobierno asuma el 10 de diciembre.

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