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Jeb Bush libra la última batalla por el legado familiar

El candidato republicano, hijo y hermano de presidentes, lucha por sobrevivir en la campaña de 2016 tras el mal papel en el debate

Marc Bassets
El precandidato republicano a la presidencia, Jeb Bush.
El precandidato republicano a la presidencia, Jeb Bush.Dorothy Edwards (AP)

Barbara Bush, la matriarca del clan, lo vio claro cuando, en 2013, le preguntaron si le gustaría ver a su hijo, Jeb, en la Casa Blanca. “Ya hemos tenido suficientes Bushes”, respondió.

El marido de Barbara, George Herbert Walker, fue presidente entre 1989 y 1993. Ganó la Guerra Fría sin un disparo y la Guerra del Golfo con una de las mayores coaliciones bélicas de la historia. Su hijo mayor, George Walker, hermano de Jeb, fue presidente entre 2001 y 2009. Invadió Afganistán e Irak y dejó Estados Unidos con dos guerras inacabadas y la mayor crisis financiera en décadas.

John Ellis Bush --Jeb es el acrónimo de sus dos nombres y el apellido-- desoyó el consejo de la madre y, en junio, se declaró candidato a la nominación del Partido Republicano para las elecciones presidenciales de noviembre de 2016. Era el candidato con más dinero. Con más contactos en el establishment. El mejor preparado para derrotar a Hillary Clinton, probable candidata del Partido Demócrata. El nominado in péctore.

Ahora el proyecto Bush III amenaza ruina. Jeb, de 62 años, es el quinto en los sondeos. Con un 6,6%, queda por detrás de candidatos sin experiencia política con el magnate Donald Trump o el neurocirujano Ben Carson, o senadores más jóvenes que él --y, currículum en mano, peor preparados-- como Ted Cruz o Marco Rubio, su protegido en Florida cuando Rubio era un político ascendente y Bush el gobernador. Su capacidad recaudatoria se ha visto afectada y ha tenido que recortar salarios entre sus empleados de campaña y despedir a colaboradores. El miércoles, en el tercer debate televisado entre aspirantes republicanos, Rubio, que compite con Bush por el votante y el donante conservador tradicional, le desarmó en los intercambios dialécticos. Los comentaristas empezaron a redactar el obituario político de Bush.

“No está acabado”, avisa el historiador de Princeton Julian Zelizer. “Es alguien con mucho dinero, con un nombre muy conocido y con mucho poder organizativo. Una campaña como esta no se desvanece tan rápido como la de cualquier otro candidato”. Pero tiene problemas graves, añade Zelizer, y cita la recaudación, los sondeos y el debate. “Se encuentra en una trayectoria que preocupa a muchos en el círculo de Bush”, dice.

Faltan tres meses para que comience el periodo de elecciones primarias en el que republicanos y demócratas elegirán a su candidato a la Casa Blanca. Y nada es como previeron los Bush. No esperaban que Trump, un showman con una retórica incendiaria sobre la inmigración, se encaramaría en los sondeos. Ante el fenómeno Trump, Bush podía pensar que él sería la alternativa creíble, pero el ascenso de Rubio lo pone en duda.

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Un candidato de 1956

Bush destesta las servidumbres de la campaña moderna. El show. La demagogia, que lleva a los aspirantes moderados a radicalizarse para complacer a las bases más ruidosas. Las polémicas que animan las redes sociales: se siente más a gusto con los números y los papeles de think tanks. Según el columnista David Brooks, el problema es su temperamento. “Probablemente sería un presidente muy efectivo. Y habría sido un candidato muy efectivo, pero en 1956", escribe. "Nuestros tiempos son más duros”.

Su temperamento --introvertido, incómodo en el contacto humano-- es opuesto al de su hermano, extrovertido y empático con los votantes. Compiten desde niños. George Walker era el diletante. Jeb, el listo, programado para lo más alto. Pero George Walker siempre llegó primero: fue gobernador de Texas en 1995, cuatro años antes de que Jeb lo fuese de Florida. Después, presidente.  Si Jeb ni siquiera es el nominado, se quedará de nuevo a un paso de George Walker. Una victoria en 2016 convertiría a los Bush en la primera familia con tres presidentes.

“Había la esperanza de que él rehabilitaría la marca Bush después de los problemas de su hermano”, dice Zelizer. “Si resucita y gana la nominación a la Casa Blanca, será bueno para el legado Bush”. Si no lo logra, el legado quedará tocado.

Dicen que, a los 91 años, el patriarca, George Herbert Walker, sigue la campaña obsesivamente y con preocupación. No entiende qué ocurre, por qué las reglas de su época ya no sirven. “Me estoy haciendo viejo”, dice, según The New York Times, “en el momento oportuno”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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