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Sierra Leona queda libre de ébola y Guinea vive los últimos coletazos

El primero es el país africano con más enfermos desde que empezó la epidemia en diciembre de 2013

José Naranjo
Un equipo médico de Sierra Leona en un control en la frontera con Liberia.
Un equipo médico de Sierra Leona en un control en la frontera con Liberia. ZOOM DOSSO (AFP)

Si en las próximas horas no se conoce ningún nuevo caso, este 7 de noviembre se cumplen 42 días desde el último contagio de ébola en Sierra Leona, lo que permite a la Organización Mundial de la Salud declarar a este país libre del virus. La fecha es importante. Sierra Leona ha sido la nación africana con más enfermos (14.089) desde que en diciembre de 2013 comenzara esta virulenta epidemia, acumulando prácticamente la mitad del total de contagios que ha provocado el brote (28.571), por lo que se espera que la declaración de ébola free sea recibida con prudencia, pero también en medio de un ambiente festivo y de celebración. Sin embargo, las noticias no son tan buenas en su vecina Guinea, donde el virus sigue provocando contagios, el último de ellos un bebé recién nacido de una mujer enferma que posteriormente falleció en un centro de tratamiento de Conakry. Eso sí, todo parece indicar que estamos ante los últimos coletazos de la epidemia.

Sierra Leona ha vivido un auténtico calvario de 19 meses desde que a finales de marzo de 2014 aparecieran los primeros casos sospechosos en la región de Kailahun. Según los científicos que han seguido la cadena de contactos, la primera persona que introdujo el virus en el país fue una mujer que acudió a un entierro en Guinea y, a su vuelta, ya estaba contagiada. La enfermedad se extendió rápidamente de Kailahun a Kenema, la región vecina, y durante dos meses circuló de manera rápida y silenciosa ante el miedo y la negación de la población. Al comienzo del verano la epidemia vivió su pico más alto y se diseminó por todo el país, llegando incluso hasta la alejada Koinadougou e irrumpiendo en la capital, Freetown.

Ayuda internacional

Las autoridades sierraleonesas, desbordadas por la situación, adoptaron medidas controvertidas, como la declaración de jornadas de “reflexión y oración”, en las que obligaban a toda la población a permanecer en sus domicilios mientras trabajadores sanitarios y voluntarios iban casa por casa tomando la temperatura, o la puesta en cuarentena de regiones enteras, como las citadas Kenema y Kailahun, de las que no se podía salir ni entrar. Al igual que ocurriera en Guinea o Liberia, los entierros no seguros eran los principales focos de nuevos contagios y la población se resistía a creer en la existencia misma de la enfermedad o a adaptar sus hábitos cotidianos para combatirla. El sistema sanitario estaba colapsado.

Sierra Leona ha sido la nación africana con más enfermos (14.089) desde diciembre de 2013 

Sin embargo, el incansable trabajo de miles de voluntarios, la llegada de la ayuda internacional que permitió la apertura de centros de tratamiento y la creciente sensibilización de la población permitió que la epidemia empezara a retroceder ya entrado el verano en un lento camino que culmina este 7 de noviembre con la declaración de fin de la epidemia después de que se hayan cumplido 42 días (dos periodos de incubación de 21 días) desde el último contagio. Pese a todo, el Gobierno ha anunciado que no bajará la guardia y que mantendrá activos todos sus sistemas de alerta ante posibles rebrotes que podrían proceder de la vecina Guinea o de personas ya curadas, sobre todo después de que se constatara que en determinadas circunstancias el virus es capaz de resistir en el organismo durante meses.

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Además, ahora llega el momento de restablecer la confianza y reforzar la maltrecha estructura sanitaria del país. “Nos enfrentamos a una crisis de salud pública de mayores dimensiones que las del propio ébola”, asegura José Félix Hoyo, ex responsable del centro de tratamiento de ébola de Médicos del Mundo en Moyamba, “sólo hay que ver la dramática reducción de los servicios sanitarios en Sierra Leona, hasta un 70% comparado con la situación pre-ébola, el descenso en un 60% de la tasa de vacunación infantil o el hecho de que solo la mitad de la población solicite asistencia sanitaria cuando se enfrenta a un problema de salud”.

Después de que Liberia (el pasado 3 de septiembre) y Sierra Leona este sábado hayan conseguido desembarazarse de una epidemia que en total ha provocado 28.571 contagios y 11.299 muertes, el último foco de resistencia es Guinea, donde todo empezó y donde previsiblemente también se cerrará el círculo. Pese a que el nivel de contagios se ha reducido a menos de cinco a la semana desde hace ya más de tres meses, lo cierto es que se siguen produciendo casos. El último de ellos es un bebé recién nacido de una mujer de 25 años procedente de Kondeyah (distrito de Forecariah, a unos 30 kilómetros de la frontera con Sierra Leona) y contagiada de Ébola que falleció tras dar a luz en un centro de tratamiento de Conakry, la capital guineana. Sus otros dos hermanos, de 10 y 4 años, también están enfermos. Un total de 382 personas se encuentran bajo vigilancia en este país.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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