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“La democracia representativa ya no representa nada”

El profesor de la Universidad de París Ouest Nanterre firma junto a Pierre Dardot ‘Común’, ensayo que plantea el marco teórico de una alternativa política

Joseba Elola
Christian Laval, en el Institut Français de Madrid.
Christian Laval, en el Institut Français de Madrid.Álvaro García

Un filósofo y un sociólogo observando la realidad. Intentando comprender qué ocurre en esta sociedad que, supuestamente, nos lo da todo y que, sin embargo, genera tanto malestar, y tantas desigualdades. Asistiendo a las protestas de los indignados españoles, a los movimientos de reapropiación del agua en Nápoles, a las luchas contra la implantación de un centro comercial en el parque Taksim turco, a la causa contra el calentamiento global, a la pelea en la Red por reinventar un espacio neutro, no contaminado por intereses de mercado, a la defensa del software libre, del creative commons, del copyleft.

E intentando comprender qué tienen en común todos estos movimientos.

Pues bien, tienen en común la lucha por lo común. El Estado, sostienen Christian Laval y Pierre Dardot, ya no se ocupa de los intereses del conjunto de la sociedad. Se ha plegado a las necesidades de las grandes corporaciones, que imponen sus condiciones (fiscalidad favorable, por ejemplo) y demandan privatizaciones. Los ciudadanos, en definitiva, deben reaccionar porque el Estado ya no protege lo que es de todos.

En 2012, Laval y Dardot, dos estudiosos del legado de Marx, publicaron La razón del común, libro con el que daban forma a un concepto que, sostienen, va más allá de la defensa del agua y el aire y comprende, por ejemplo, un hospital que sus propios profesionales reflotan creando una cooperativa. Ahora presentan Común (Gedisa, 2015), ambicioso ensayo que intentar construir un marco teórico para una nueva alternativa política.

Coordenadas

Un libro. 'El hombre que amaba a los perros', de Leonardo Padura. "Me gusta cuando la ficción se mezcla con la historia".
Una idea. "Dardot y yo perseguimos la misma idea, de Aristóteles: 'Vivir juntos es actuar juntos".
Una certeza. "Nada es eterno. Todo lo que el hombre ha hecho bien o mal en la historia puede ser deshecho y rehecho"

Christian Laval, sociólogo nacido en 1953, profesor de la Universidad de París Ouest Nanterre y bloguero de la web Mediapart, responde a las preguntas en una sala del Institut Français de Madrid, al día siguiente de pronunciar una conferencia en el Museo Reina Sofía.

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Pregunta. Proponen ustedes un marco teórico para el Común. Y sostienen la necesidad de una democracia radical. ¿Qué quieren decir con eso?

Respuesta. Hoy hay una exigencia de una nueva fase de la democracia, más profunda, más real. La democracia representativa, en el fondo, ya no representa nada; solo se representa a sí misma, a políticos profesionales que constituyen una oligarquía cada vez más ligada a los intereses privados. No lo decimos nosotros, lo dicen los movimientos sociales y una gran parte de la sociedad. El Común es aquello que sentimos que se nos escapa, lo que desparece por las privatizaciones.

P. ¿Qué recursos colectivos piensan que hay que retomar, y cómo?

R. El agua, por ejemplo. Como ocurrió en Nápoles, donde se remunicipalizó la distribución y se democratizó la gestión haciendo participar a los usuarios.

P.  Pero ustedes hablan de desbordar los elementos naturales, ¿puede dar algún ejemplo?

R. El saber, el arte, la belleza y el conocimiento están siendo colonizados por intereses privados. Hay que hacer prevalecer el derecho de uso de los ciudadanos.

Hay que pensar en una revolución antineoliberal. Reorganizarse en función de las necesidades de la población

P.  ¿Y cómo se hace?

R. En Italia, tras la ocupación del teatro Valle, se hizo una experiencia de Común. Administradores del teatro, actores y espectadores se asociaron. Hay que transformar las instituciones democratizando su uso.

P.  Para todo ello, plantean ustedes, es necesaria una revolución. ¿Qué tipo de revolución defienden?

R. El neoliberalismo se presenta como un proceso revolucionario: la revolución liberal. Se ha producido una especie de inversión del término: son los dominantes los que se dicen revolucionarios. Hay que pensar en una revolución antineoliberal. Organizarse en función de las necesidades de la población. Esas reformas pueden tomar formas violentas, como ocurrió en los momentos agudos en algunos países árabes. Pero para nosotros la revolución consiste en rehacer instituciones y crear otras nuevas.

P. ¿Considera que esa revolución necesita recurrir a alguna forma de violencia?

R. No, no es absolutamente necesario. Distinguimos revolución de insurrección. Pueden aparecer momentos violentos puesto que la revolución se enfrenta a los intereses de los grupos dominantes. Pero los momentos revolucionarios del siglo XIX, con barricadas, son agua pasada. La revolución comienza cuando se pasa de la resistencia a la construcción. Luego se cuestionan instituciones centrales, por ejemplo, las formas de representación electoral. Y si una revolución quiere durar, necesita crear unas bases en la sociedad.

Se trata de que el mercado y la propiedad privada sean sometidos a una lógica superior, que sea la del uso colectivo, prudente y cuidadoso de los recursos colectivos

P. ¿Y qué deben hacer esos movimientos, esas bases? ¿Entrar en el sistema, ser alternativa política, como Podemos, o luchar desde fuera? Es un viejo debate que sigue vivo en algunos movimientos sociales.

R. Es un debate estéril. Hay que pensar en formas políticas de participación en las elecciones y en su conexión con los movimientos sociales. Esos movimientos necesitan crear nuevas instituciones, en la educación, en la salud, cooperativas. Para ello necesitan apoyo de los Gobiernos municipales. Y los Ayuntamientos necesitan de ese tejido de Común en la sociedad para llevar a cabo una transformación. Gobiernos municipales como el de Barcelona o Madrid solo aguantan a partir de realidades locales y sectoriales, de los barrios.

P. ¿Qué lectura hacen de esas dos victorias electorales en España?

R. Se demostró que las grandes movilizaciones sociales no son en vano.

El movimiento del Común da la espalda al comunismo de Estado, que es una realidad acabada que está en el museo de la historia

P.  “El capitalismo destruye las condiciones de vida en el planeta y conduce a la destrucción del hombre por el hombre”, dicen ustedes en Común. ¿Es el capitalismo, o el capitalismo mal conducido?

R. El capitalismo porta una lógica de lo ilimitado, el “siempre más”; y el neoliberalismo actualiza y radicaliza esa lógica, lo que significa destrucción de los ecosistemas. Vamos hacia la catástrofe.

P. Ustedes preconizan una forma de oposición al capitalismo que no es el comunismo.

R. El movimiento del Común da la espalda al comunismo de Estado, que es una realidad acabada que está en el museo de la historia. Estamos en una nueva fase en que el Común se podrá realizar con formas de autoinstitución o autoorganización.

P. ¿El Común no contempla la supresión del mercado ni de la propiedad privada?

R. En absoluto. Subordinación del mercado y de la propiedad privada a la prevalencia del derecho de uso colectivo y al principio de democracia radical. Se trata de que el mercado y la propiedad privada sean sometidos a una lógica superior, que sea la del uso colectivo, prudente y cuidadoso de los recursos colectivos.

P.  Ustedes sostienen que estamos a las puertas de una transformación política histórica. ¿Por qué?

R. Múltiples fuerzas sociales pasan de la protesta a la acción. La capacidad inventiva de los actores sociales es lo que nos da esperanza.

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Sobre la firma

Joseba Elola
Es el responsable del suplemento 'Ideas', espacio de pensamiento, análisis y debate de EL PAÍS, desde 2018. Anteriormente, de 2015 a 2018, se centró, como redactor, en publicar historias sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la sociedad, así como entrevistas y reportajes relacionados con temas culturales para 'Ideas' y 'El País Semanal'.

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