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ATENTADOS EN LA CAPITAL FRANCESA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

En guerra

Si Francia se declara en guerra es porque ha sido atacada y, lo peor, porque espera más ataques, tanto dentro como fuera de su territorio

Una multitud deposita flores y velas en homenaje a las víctiams de lso atentados de París en la puerta de Brandenburgo en Berlín.
Una multitud deposita flores y velas en homenaje a las víctiams de lso atentados de París en la puerta de Brandenburgo en Berlín. HANNIBAL HANSCHKE (REUTERS)

Entender la respuesta francesa a los ataques del viernes y construir una estrategia articulada y, sobre todo, eficaz, al desafío que plantean requiere dejar atrás dos debates o, casi mejor, tentaciones.

El primero es el debate relacionado con el papel del islam en nuestras sociedades. En él se mezclan sin mucho orden ni concierto prejuicios y clichés sobre la compatibilidad o incompatibilidad del islam con la democracia, la integración de los musulmanes, el papel de la religión en los espacios públicos, la identidad, el multiculturalismo y, ahora también, la necesidad de controlar los flujos de inmigración, asilo y refugio provenientes tanto del África subsahariana como de Oriente Próximo. Pero ese debate, que suele acabar enfrentando los partidarios de hablar de las “causas últimas del terrorismo” con los partidarios de establecer un cordón sanitario al islam tanto dentro como fuera de nuestras sociedades, resulta baldío a la hora de luchar contra el terrorismo.

El segundo falso debate es el relacionado con la definición del problema, y por tanto de su eventual respuesta, en términos bélicos. Ahí nos encontramos con los que intentan establecer una divisoria estricta (jurídica, política e incluso moral) entre las respuestas que involucran el uso de la fuerza militar y las que involucran el recurso a instrumentos propios del Estado de derecho como los tribunales, las fuerzas de policía y los servicios de inteligencia. Pero establecer un cortafuegos entre ambos tipos de respuesta también resulta estéril pues en el mundo en el que vivimos, y especialmente cuando enfrentamos una amenaza tan brutal como la que representan Al Qaeda y el Estado Islámico, las democracias tienen todo el derecho, y toda la legitimidad, para emplear a fondo todo el rango de instrumentos de los que disponen, incluida la fuerza militar, para luchar contra el terrorismo.

En enero desde este año, después de los atentados contra la revista Charlie Hebdo, el presidente Hollande se declaró en guerra contra el terrorismo yihadista. Y hace unas semanas, el primer ministro francés, Manuel Valls, justificó los bombardeos contra el Estado Islámico en Siria arguyendo el derecho de Francia, de acuerdo con el derecho internacional, a la legítima defensa. Ahora, tras los ataques del pasado viernes, Hollande ha convocado al Consejo de Defensa, haciendo así nuevamente presente el componente militar en la respuesta francesa al terrorismo.

Aunque desde España, con una cultura estratégica bien distinta, cueste a veces entenderlo, la posición francesa es clara, consistente y legítima. Si Francia se declara en guerra es porque ha sido atacada y, lo peor, porque espera más ataques, tanto dentro como fuera de su territorio. España como país socio, amigo y vecino, debería pedir la activación de la cláusula de solidaridad prevista en artículo 222 del Tratado de Funcionamiento de la UE, que prevé la movilización de todos los medios disponibles, incluidos los militares, en caso de ataque terrorista.

@jitorreblanca

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