_
_
_
_
_

Los vencedores se permiten solo una celebración comedida

Las fiestas fueron tan cautelosas como los primeros mensajes

La esposa del Leopoldo López, Lilian Tintori, levanta la mano junto a Enrique Marquez.
La esposa del Leopoldo López, Lilian Tintori, levanta la mano junto a Enrique Marquez.MANAURE QUINTERO (EFE)

Había comenzado ya el 7 de diciembre cuando la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), Tibisay Lucena, anunció lo que parecía impensable: la rotunda victoria de la oposición venezolana en los comicios parlamentarios. Fue pronunciar el número 99 —la cantidad de diputados que le otorgaban en aquel momento a la MUD— y la algarabía se desató en el este de Caracas, la zona de clase media-alta de la ciudad. Cohetes, caceroladas y pitos se sucedieron durante unos minutos, aunque la celebración fue comedida. En las urbanizaciones de esta zona de Caracas la gente se guardó antes de caer la noche, pero en los barrios populares los vecinos salieron a las calles a empezar una fiesta a la salida misma de los puestos de votación. Alrededor de la escuela Luisa Cáceres Arizmendi, en la zona norte de Petare, los puestos de comida vendían pastelitos andinos y la gente tomaba cerveza o guarapita, una bebida fermentada con jugo de fruta muy popular en el país. Debajo de un toldo había un altavoz instalado que emitía salsa a todo volumen. Unos pocos bailaban y los jóvenes pasaban con sus motos calle arriba y abajo, revolucionando sus motores.

En el interior de un puesto de votación por donde 3.200 electores habían pasado desde las 6.45 de la mañana, los jurados de mesa y testigos estaban relajados. Reportaban algunos votos nulos, y en horas de la tarde, mucho aliento alicorado entre los participantes. “Vamos ganando. Ya es hora de un cambio”, decía sonriente Roxana, una de las interventoras de la oposición, en una mesa del centro. Allí, según ella, a pesar de ser un barrio popular, la oposición siempre ha tenido más votos. A medida que avanzaba la noche y no se conocían los resultados, la tensión en la calle crecía, igual que los cohetones que estallaban en el aire. Para disuadir de un posible choque entre las partes, llegó un contingente de la policía. La mayoría de los que celebraban por anticipado la victoria se fueron a sus casas antes de la medianoche a continuar la fiesta y a esperar datos que corroborasen las impresiones.

Tras conocerse los resultados, simpatizantes de la MUD, sobre todo gente joven, se acercaron al hotel donde había levantado la oposición su cuartel general. Los abrazos se repetían de lado a lado. Las lágrimas cada vez llenaban más los ojos de los presentes. Una mezcla de felicidad e incredulidad por unos resultados que, por soñados, no dejaban de ser impensables. La fiesta no se prolongó. Al día siguiente, las felicitaciones se repetían tanto como la cautela en el mensaje. Es el inicio del cambio, coincidían en señalar. Nada más. Y nada menos.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_