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Los caballos españoles danzan en el sur del mundo

La escuela de arte ecuestre de Latinoamérica se ubica en un desconocido bosque austral de Chile

Rocío Montes
Felipe Ibáñez, director de la Escuela del Arte Ecuestre de Chile, encabeza una de las presentaciones en su finca de Huiscapi.
Felipe Ibáñez, director de la Escuela del Arte Ecuestre de Chile, encabeza una de las presentaciones en su finca de Huiscapi.escuela del arte ecuestre de chile

En una finca de setecientas hectáreas del sur de Chile, cerca de la pequeña localidad de Huiscapi, en la región de la Araucanía, se halla una especie de tesoro escondido que ni siquiera en este país se conoce: casi 170 caballos pura raza español habitan el fundo El Parque, en el único criadero de este magnitud del Cono Sur. Por estas tierras no se veían desde la época de la Conquista, hace 500 años, cuando llegaron en las carabelas de los primeros colonizadores. El caballo español, sin embargo, regresó en completo sigilo hace 18 años a la zona más austral del mundo gracias al empresario chileno Felipe Ibáñez. Adicionalmente, ha hecho un trabajo de joyería que guarda como su mejor secreto: la única escuela de arte ecuestre de Latinoamérica, inspirada en Real Escuela Andaluza. En esta hacienda que mezcla la esencia del sur de Chile y de España, los caballos nacen salvajes y con el paso de muchos años aprenden técnicas complejas y refinadas al estilo de las cortes reales europeas del Renacimiento.

“Esta es una universidad de la equitación y es una mezcla perfecta entre arte, cultura, oficio y pasión”, explica Ibáñez, equitador desde la niñez, que comenzó este criadero con la compra en España de dos sementales y tres yeguas. Salvo algunas pequeñas adquisiciones posteriores, el 95% ha nacido en tierras chilenas. Y cada uno de ellos está registrado y certificado en la Asociación Nacional de Criadores de Caballos de Pura Raza Española. El empresario conoce de memoria cada uno de los caballos, su historia y sus características, porque señala que este proyecto no tiene nada que ver con los negocios y la rentabilidad: “Me ha tocado hacer muchas cosas en la vida, pero esto es lo que alimenta el alma”, confiesa.

En la hacienda ubicada a unos 750 kilómetros al sur de Santiago, donde abunda la vegetación autóctona como los canelos, todo gira alrededor de los caballos españoles y hasta los caminos fueron diseñados pensando en montarlos. El propio Ibáñez al menos tres días por semana deja de lado sus negocios y se traslada desde Santiago para asegurarse de que todo funcione perfecto, como el engranaje de un reloj. Las pesebreras están limpias y los trabajadores se ocupan de alimentar tres veces al día a los animales y renovarles el aserrín para que duerman en buenas condiciones. En un terreno de unas cien hectáreas se ubican diferentes galpones, diseñados a la usanza de los antiguos fundos de esta zona de Chile. El área está dividida en cuatro grupos, según la función y edad del caballo: los especializados en llevar coches y enganches, las yeguas con sus pequeñas crías de hasta seis meses, los jóvenes de hasta tres años y los cerca cincuenta caballos de montura, especialistas en la equitación clásica de esta escuela que cumple 10 años.

Los caballos españoles son muy diferentes a los que se acostumbran a ver en esta zona del mundo. Miden, al menos, unos veinte centímetros más: cerca de 1,65 centímetros a la cruz. Los hispánicos también una personalidad especial, una combinación única entre brío y serenidad que los hace perfectos para estos refinados ejercicios que tienen su origen en las cortes europeas del Renacimiento. Ibáñez cuenta que en esa época el caballo comenzó a ser más que un medio de transporte y su doma se transformó en una técnica sofisticada, símbolo de cultura. Las monarquías comenzaron a competir en la práctica del arte ecuestre, que actualmente cultivan solamente cuatro grandes escuelas en el mundo: la Vienesa, el Cadre Noir de Francia, la Real Escuela Portuguesa de Arte Ecuestre y la española. El andaluz Juan Huertas, que hace tres años viene periódicamente a entrenar a los jinetes a Huiscapi, señala que la escuela chilena está en un altísimo nivel.

En el arte de la equitación clásica, los caballos danzan en el picadero con la precisión de las bailarinas de un ballet. Y su educación se cuece a fuego lento: solo pueden practicar cuando han cumplido los tres años y la enseñanza dura unos ocho. Perfectamente peinados con trenzas, los caballos españoles realizan muestras como el carrusel y pasos como el apoyo, la espalda adentro y el passage. Para lograrlo deben entrenar ocho horas diarias, de lunes a sábado. Los guían sus respectivos jinetes, que jamás deben utilizar la violencia. Como si hubiese una simbiosis entre el ser humano y el animal, ordenan a través de imperceptibles movimientos de manos y piernas. Los instructores, que también deben trabajar duramente, han nacido muy lejos de España y han debido comenzar desde cero. Uno de ellos, Carlos Fernández, era reponedor de mercadería de la cadena de supermercados que poseía la familia Ibáñez. Cuando una vez llegó a la finca a llevar los productos, su destino cambió para siempre: hace ocho años es jinete.

Los planes de la escuela

Felipe Ibáñez está convencido de su aporte a la cultura chilena y a la proyección de la hispanidad en estas tierras, por lo que pretende que su proyecto resista el paso del tiempo: “Estamos en un proceso de institucionalización, con un gobierno corporativo y dirección ejecutiva, para que esto vaya más allá de nuestra propia familia”, señala el empresario.

Junto a su esposa, la escocesa Heather Atkinson, Ibáñez se ha involucrado personalmente en su proyecto de Huiscapi. La pareja, por ejemplo, escogió un método para bautizarlos: todos los que nacen en un año determinado tienen un nombre que comienza con la misma letra, en orden consecutivo del abecedario. En el año de la O se encuentran Orfebre, Oriental, Oloroso. En el de la P se hallan Poderoso, Panadero, Pastelero y Presumido. El 2015 es el de la R y, para explicar el esmero con que los cuida, Ibáñez utiliza un ejemplo gráfico: “Es similar a tener una familia de 160 y tantos hijos. Uno tiene que resguardar que todo funcione perfecto, que no le pase nada a ninguno, que vayan al colegio, que coman lo que tengan que comer”. A veces les ha tocado asistir los partos a medianoche.

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Sobre la firma

Rocío Montes
Es jefa de información de EL PAÍS en Chile. Empezó a trabajar en 2011 como corresponsal en Santiago. Especializada en información política, es coautora del libro 'La historia oculta de la década socialista', sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Academia Chilena de la Lengua la ha premiado por su buen uso del castellano.

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