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Los republicanos compiten en dureza contra el terrorismo en el debate

Bush se lanza sin complejos contra Trump y lo califica de “candidato caótico” Cruz y Rubio, hijos de inmigrantes, se enfrentan por sus posiciones en inmigración

Pablo Ximénez de Sandoval

El público norteamericano pudo ver el martes por la noche a los candidatos republicanos a la presidencia debatir durante más de dos horas casi exclusivamente sobre seguridad nacional y la amenaza de terrorismo internacional. De nuevo, como en cualquier asunto en los últimos seis meses, todo el debate giró en torno a una frase de Donald Trump. Cuando el millonario reconvertido en candidato dijo que se debía vetar la entrada de musulmanes en Estados Unidos tiró a la papelera cualquier guion que los otros 12 candidatos pudieran tener preparado.

La cercanía de los ataques terroristas de París y San Bernardino han hecho de la amenaza terrorista de algo abstracto que sucede en Siria a algo muy real que puede estar sucediendo en la casa de al lado. El efecto de terror es real, como demuestra que el mismo día del debate por la mañana la autoridad educativa de Los Ángeles decidió cancelar las clases de 640.000 estudiantes, causando un enorme trastorno, por una amenaza en un correo electrónico que a las pocas horas los expertos consideraban una broma evidente. El estado de nervios en una parte de la población de EE UU es real. Y el debate fue una oportunidad perfecta para presentar al Partido Republicano como solución.

En este ambiente, el debate, celebrado en un teatro del hotel The Venetian de Las Vegas, se convirtió en un momento de la verdad para los candidatos republicanos. La seguridad nacional ante la amenaza terrorista no es un tema debatible, no caben medias tintas. Dar la impresión de debilidad en esta cuestión acaba con una carrera. Y, sin embargo, los candidatos estaban obligados a exponer de manera razonada y matizada una estrategia de seguridad creíble frente a la propuesta de brocha gorda de Donald Trump. La idea de vetar a los musulmanes suena creíble a más de la mitad de los votantes republicanos y ha hecho a Trump subir de nuevo en las encuestas.

Lindsey Graham pidió perdón al mundo islámico en nombre del Partido Republicano por las palabras de Donald Trump

El tornado que hace girar a todos los demás candidatos en esta campaña, Donald Trump, no concretó ninguna de sus propuestas en materia de seguridad. Dijo que había que limitar Internet, no precisó su idea de vetar el proceso de inmigración, repitió que es posible deportar a todos los inmigrantes irregulares del país. Al contrario que los demás candidatos, no defendió las guerras de EE UU en Oriente Medio: “Hemos gastado cuatro billones de dólares y no hemos conseguido nada”.

La evidente falta de concreción de Trump sirvió a Jeb Bush, el candidato con mayor respaldo económico pero con dificultades en cuanto a proyección mediática, para golpear sin piedad la imagen del millonario. El martes en Las Vegas se vio al Bush más agresivo hasta ahora desde que comenzara la campaña. “Yo no me informo por los shows de televisión”, dijo Bush en referencia a Trump. “Como presidente, yo sería comandante en jefe, no agitador en jefe ni divisor en jefe”. En un momento dado, Bush llamó al magnate “un candidato caótico que sería un presidente caótico”.

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Hasta tal punto se hizo evidente que Bush había ido a Las Vegas a morder a Trump, que este se quejó ante las cámaras. “Es triste que CNN empiece todas las preguntas al señor Bush con que si Trump dice esto o aquello. Lo harán por la audiencia”. “Estos son asuntos duros”, dijo Bush. “Ah, ¿y tú eres un tipo duro?”, respondió Trump, visiblemente irritado con la actitud de Bush. En la sala de análisis, el equipo del exgobernador de Florida no ahorraba calificativos para el magnate inmobiliario: “Errático, inconsistente”. El estratega Danny Díaz, del equipo de Bush, dejaba muy claro qué había ido allí a buscar su candidato: “Este era un debate de comandante en jefe, y Bush ha dejado claro quién sería el mejor comandante en jefe”.

Trump fue también atacado por otros candidatos como Rand Paul, para quien incrementar la vigilancia en Internet es un atropello constitucional. Sin embargo, recibió cierto apoyo del senador Ted Cruz, que presentó una versión matizada del mismo plan. “Todo el mundo entiende por qué Donald ha dicho lo que ha dicho”. Cruz vetaría la entrada de inmigrantes durante tres años “de países donde opera ISIS”. La mujer terrorista de San Bernardino vino de Pakistán.

El grupo terrorista dominó casi todo el debate. Los candidatos defendieron con matices (excepto Trump) la presencia de Estados Unidos en Siria e Irak, en una paleta de propuestas que fueron desde bombardear sin piedad y luego invadir (Cruz) hasta apoyar a las fuerzas locales sobre el terreno o construir una gran coalición internacional (Bush). Chris Christie y Carly Fiorina, que proponen una zona de exclusión aérea en Siria, dijeron que no dudarían en ordenar el derribo de un avión ruso sobre esa zona, aún a riesgo de iniciar una guerra con Rusia.

Sobre la estrategia de seguridad interior, dominada por el ataque de San Bernardino, los candidatos discutieron sobre si se debe incrementar la vigilancia en Internet. Fiorina, expresidenta de Hewlett-Packard, aseguró que se debe implicar al sector privado en la vigilancia de las redes sociales. "Lo hacen hasta los padres", dijo, y se quejó de que la "corrección política" y la burocracia han paralizado la administración en este asunto. Coincidió en esto con Trump. Rubio fue el único en poner de manifiesto que el asesino de San Bernardino era un ciudadano norteamericano radicalizado en su propia casa. No hubo una sola mención al control de armas.

Es triste que CNN empiece todas las preguntas al señor Bush con que si Trump dice esto o aquello. Lo harán por la audiencia Donald Trump

El de Bush y Trump no fue el intercambio más duro de la noche. Dos hijos de inmigrantes, Marco Rubio y Ted Cruz, se enfrentaron vivamente en el tema de la inmigración. La presión en este asunto está sobre Rubio, que apoyó desde el Senado una reforma migratoria integral pactada con los demócratas. Rubio acusó a Cruz de apoyar un plan que multiplica el número de visados, una cuestión delicada estos días ya que está relacionada con el ataque en San Bernardino (“ISIS también está en el aeropuerto Kennedy y en Río Grande”, dijo Cruz). El tejano le acusó de querer la amnistía para los inmigrantes. Finalmente, el senador de Florida obligó al de Texas a decir públicamente que no apoya ningún tipo de legalización para los 11 millones de indocumentados que viven en EE UU. Ambos, eso sí, se comprometieron a reforzar las fronteras.

La dinámica infernal que Trump ha impuesto a la carrera republicana se desató desde el minuto uno. Primer turno de debate, primera pregunta. Rick Santorum, George Pataky, Lindsey Graham y Mike Huckabee se vieron obligados a contestar a Trump desde su primera intervención en el debate de los peor situados en las encuestas. En uno de los momentos de la noche, Graham pidió perdón al mundo islámico en nombre de Estados Unidos y de su partido. “Donald Trump ha hecho lo único que no puedes hacer (para derrotar a ISIS). Declararle la guerra al Islam. ISIS debe de estar bailando en las calles. Esto es un golpe a su favor, y a todos nuestros amigos musulmanes en el mundo, como el rey de Jordania o el presidente de Egipto, yo les digo que lo siento. Él no nos representa”.

Las palabras de Graham fueron aplaudidas por el público. Pero no tanto como el senador Santorum, que apoyó las palabras de Trump y recibió una ovación cuando dijo que el Islam además de una religión es un sistema político, que eso no está protegido por la Constitución y que eso es a lo que se refería Trump.

En medio de todas estas propuestas, Trump no habló de bombardear ni matar a nadie. Pudo dar imagen de poco consistente, de decir solo generalidades, pero en absoluto de extremista. Del debate, además, salió una buena noticia para el Partido Republicano: Trump se comprometió públicamente a apoyar al partido y no presentarse como independiente, una posibilidad que se pone sobre la mesa cada vez que se enfrenta gravemente al partido como en la cuestión de los musulmanes.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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