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El nuevo Gobierno libio nace debilitado frente al caos del país

Los expertos destacan las dificultades de seguridad de las nuevas autoridades en Trípoli

Francisco Peregil
Parlamentarios libios festejan el pasado jueves en el municipio marroquí de Sjirat la firma del acuerdo para la creación de un Gobierno de unidad.
Parlamentarios libios festejan el pasado jueves en el municipio marroquí de Sjirat la firma del acuerdo para la creación de un Gobierno de unidad.FADEL SENNA (AFP)

Una vez firmado el acuerdo para formar un Gobierno de unidad en Libia en el plazo de un mes, ahora falta que ese Gobierno pueda imponer su autoridad frente a los dos Parlamentos -el de Trípoli y el de Tobruk, cuyos líderes no han asumido el acuerdo- y frente a los cientos de guerrillas que campan en el país. Algunos de los principales expertos sobre Libia, consultados por este diario, se muestran muy escépticos. Dudan incluso de que los nueve miembros del consejo presidencial nombrado por la ONU puedan poner el pie en Trípoli, el lugar donde más rechazo ha provocado el nuevo Gobierno.

Claudia Gazzini, miembro del centro de análisis Internacional Crisis Group, escribió el siguiente tuit nada más firmarse el acuerdo: “Me gustaría estar feliz, pero no puedo. Demasiado preocupada por lo que puede ir mal”. Este prestigioso centro de reflexión ya advirtió de que la ONU debería haber esperado a cosechar más apoyo dentro del país.

Mohamed Eljarh, miembro del centro de análisis Atlantic Council, señala: “Todo el mundo debería ser muy prudente sobre este acuerdo. Porque si no sale bien, Libia quedará más fragmentada y los únicos ganadores podrían ser los grupos terroristas como el Estado Islámico”. “El acuerdo pretende lograr un Gobierno de unidad, pero con la oposición de actores clave en el terreno será solo otro Gobierno más y no uno de unidad”, añade.

Eljarh advierte de que el principal obstáculo para el nuevo Gobierno será afianzarse en la capital frente a los grupos armados que la controlan. “Habrá que ver si el nuevo Gobierno decide enfrentarse en una guerra a esos grupos o ubicarse en otra ciudad. Las dos opciones conllevan grandes riesgos”. “Además”, señala Eljarh, “la cuestión de las milicias armadas y sus armas sigue siendo el elefante en la habitación sobre el que nadie tiene una respuesta”.

Tres de los supuestos soldados estadounidenses detenidos en Wattiyaun.
Tres de los supuestos soldados estadounidenses detenidos en Wattiyaun.

Mohamed Eljarh recuerda que un punto clave para el nuevo Gobierno consistirá en ganarse la confianza de los ciudadanos en las próximas semanas a través de la gestión para evitar el colapso financiero del país.

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Jason Pack, presidente del centro Libya-Analysis e investigador de la Universidad de Cambridge, también advierte: “Otorgar el reconocimiento a un Gobierno que ha sido apuntalado casi exclusivamente por la comunidad internacional y que no tiene el suficiente apoyo sobre el terreno en Libia podría condenarlo a la irrelevancia o peor aún, instigar más divisiones peligrosas”.

El escepticismo entre los analistas que siguen de cerca el devenir de Libia contrasta con las sonrisas que mostraban el jueves tanto el enviado especial de la ONU para Libia, el alemán Martin Kobler, como varios ministros de Exteriores de la Unión Europea. Claudia Gazzini explica a qué se debe ese contraste entre expertos y políticos: “Los expertos no nos dejamos llevar por los intereses de la política nacional y conocemos la complejidad de la realidad libia. La mayoría de los diplomáticos, sin embargo, confían principalmente en lo que le dicen los interlocutores libios partidarios del acuerdo”.

Mattia Toaldo, miembro del think tank Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, estima también que el acuerdo ha sido “un poco precipitado” y que la principal dificultad del nuevo Gobierno será garantizar su propia seguridad en Trípoli, donde se encuentran algunas de las principales milicias que se oponen al acuerdo. “Bernardino León -el anterior enviado especial de la ONU- no trabajó mucho sobre el tema del cese el fuego. Y Kobler ha empezado tarde a abordarlo. Así que el acuerdo se ha firmado sin que haya ningún compromiso de cese el fuego”.

Me gustaría estar feliz con la firma del acuerdo en Libia. Pero no puedo. Estoy demasiado preocupada por lo que puede ir mal Claudia Gazzini, miembro de International Crisis Group

Un ejemplo de la situación caótica que vive el país se vivió el mismo jueves en que en Marruecos se estaba firmando el acuerdo sobre el Gobierno de unidad. En ese momento, un grupo de 20 soldados de operaciones especiales provenientes de Estados Unidos aterrizó en la localidad de Wattiyaun. Los soldados actuaban en coordinación con una parte del Ejército libio. Pero otra parte de las fuerzas aéreas libias conminaron a los estadounidenses a regresar a su país, ya que no habían sido informados de la operación. A las pocas horas, el grupo tuvo que salir de Libia.

Desde la ONU, alguno de los forjadores del acuerdo insiste en que después de casi un año escuchando a todas las partes la situación estaba estancada y el tiempo solo jugaba a favor del Estado Islámico, que sigue afianzando su presencia a lo largo de 250 kilómetros de costa, en el centro del país. “Se trataba de crear una dinámica de cambio”, indica una fuente próxima a la ONU. “El acuerdo del Viernes Santo en Irlanda tampoco lo apoyó todo el mundo y terminó ganando a todos”.

Todo el mundo es consciente de las dificultades que afronta el nuevo Gobierno. Hasta el alemán Martin Kobler, el enviado de la ONU, tras la firma del acuerdo, advirtió al recién nombrado primer ministro libio, Fayez Sarraj: “Le felicito, pero también tengo que decirle que no le envidio”.

El Estado Islámico, el petróleo e inmigrantes

Hay tres cuestiones que explican el interés de la comunidad internacional por apoyar lo antes posible a un Gobierno de unidad que imponga orden en Libia: refugiados, Estado Islámico y petróleo.

Desde las costas libias han partido este año decenas de miles de inmigrantes, muchos de los cuales se han ahogado en alta mar. En cuanto al petróleo, basta saber que Libia producía 1,6 millones de barriles de petróleo al día en 2011, antes de la caída de Muamar el Gadafi, y ahora no produce ni la mitad.

El Estado Islámico ejerce su dominio sobre 250 kilómetros de costa. Tiene su sede libia en Sirte, ciudad natal de Gadafi, desde donde operan entre 2.000 y 3.000 yihadistas, según la ONU. El objetivo inmediato de esta formación es hacerse con el control de refinerías y pozos de petróleo. De momento, no lo ha conseguido. Pero el desorden que sufre el país juega a favor del Estado Islámico

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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