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Henry Ramos Allup, un veterano para retar al oficialismo

La oposición opta por el socialdemócrata como primer líder no chavista en la historia de la Asamblea Nacional

El nuevo presidente de la Asamblea Nacional venezolana (Parlamento), Henry Ramos Allup, en el centro, este lunes en Caracas.
El nuevo presidente de la Asamblea Nacional venezolana (Parlamento), Henry Ramos Allup, en el centro, este lunes en Caracas.JUAN BARRETO (AFP)

El partido Acción Democrática (AD), socialdemócrata, era antes toda una maquinaria de alcance nacional; ahora es apenas una marca, el rescoldo de la organización que en el siglo XX gobernó Venezuela durante 23 años. Pero ese escaso capital bastó a Henry Ramos Allup para maniobrar y convertirse, primero, en el Gran Elector de la alianza opositora, la Mesa de Unidad Democrática (MUD), y desde este lunes, en el primer presidente no chavista en la historia de la Asamblea Nacional —institución que desde 2000 sustituyó al antiguo Congreso Nacional—.

Abogado, oriundo de la ciudad de Valencia (capital del Estado de Carabobo, centro del país) de 72 años de edad, lleva 15 años mandando con mano de hierro —y escasos escrúpulos, según sus críticos— en Acción Democrática desde su secretaría general, casi tantos como los del régimen revolucionario. En más de un modo, su prominencia parece debida a su visible polaridad con el chavismo: astuto, de verbo afilado cuando se lo propone, impositivo, con un tono de voz irritante, ante muchos opositores representa al hombre “con los pantalones bien puestos”, adecuado para plantar cara ante un oficialismo menguante pero agresivo.

En la memoria de muchos venezolanos quedó impresa la imagen de Henry Ramos Allup, a altas horas de la noche en una transmisión por cadena nacional de radio y televisión desde el palacio presidencial de Miraflores, en abril de 2014: entonces —en medio de los disturbios que se producían en distintas ciudades del país, y bajo los auspicios del Vaticano y de Unasur— una delegación de la MUD había sido invitada a debatir con representantes del Gobierno venezolano. Después de largos preámbulos a cargo de funcionarios, incluyendo al presidente Nicolás Maduro, tocó el turno a Ramos Allup. Avisado por el moderador, el vicepresidente Jorge Arreaza, de que se le acababa el tiempo para intervenir, no dudó en espetarle al también yerno del comandante Hugo Chávez una advertencia: “No me toque la campana”. Ramos terminó de hablar cuando quiso.

Maduro lo menciona cada vez que puede para zaherirlo; es una verdadera bestia negra para el chavismo. Tal vez sea un título que ostente con gusto y hasta al que le habrá sacado partido. Sin embargo, su coraje y personalidad provocadora no deben tomarse como indicios de falta de reflexión. Por el contrario: se le tiene por heredero de la tradición de cálculo político y cultura de negociación que por décadas cultivaron líderes adecos como Rómulo Betancourt o Carlos Andrés Pérez.

Es el Ramos Allup de trastiendas, poco conocido por el público, pero cuyo talante personal y saber hacer de cabildeo se aquilató en el seno de la MUD, donde a veces cumplió el papel de puente entre facciones y en otras tomó partido por alguna de ellas, hasta convertir la franquicia de AD y a sí mismo en factores cruciales para la alianza. Son dotes de las que tendrá que hacer gala en una legislatura que se anuncia como histórica y conflictiva.

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