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Diálogo entre Scalfari y Mauro, fundador y director de ‘La Repubblica’

Conversación con ocasión del 40 aniversario del diario romano

Portada del diario 'La Repubblica' este jueves.
Portada del diario 'La Repubblica' este jueves.

Una tarde en casa de Scalfari, con los dos protagonistas de estos 40 años de Repubblica. Su fundador está sentado en un sillón y el director Ezio Mauro en el sofá de al lado. Son diferentes por su talante y generación, por su formación y estilo. Pero la mirada es la misma; uno acaba las frases del otro como en una vieja relación. Ambos han dirigido el periódico durante 20 años. Scalfari desde su fundación, el 14 de enero de 1976, hasta el 5 de mayo de 1996. Mauro puso fin a su dirección ayer, el 14 de enero del 2016, el mismo día en que empezó todo.

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Eugenio Scalfari: “Teníamos unas viejas rotativas. Pequeñas y antiguas, de 25.000 copias, pero esa primera edición llegó a las 350.000. En Italia había mucha expectación”.

Ezio Mauro: “Por aquel entonces yo trabajaba en la Gazzetta del Popolo, en Turín. Repubblica representó un diario rupturista y de cambio, justo lo que iba buscando mi generación. Una novedad que habíamos empezado a ver en las páginas de Giorno. Brera, Clerici y Fossati en deportes; Bocca y Aspesi en crónica. Todos acabaron en Piazza Indipendenza”.

Scalfari: “Sí, había una cierta familiaridad. Entre otras cosas porque muchos años antes ya habíamos presentado el proyecto de un diario a Enrico Mattei. Al final aquello quedó en nada, pero a él le gustó tanto la idea que, poco después, la ENI daría luz verde a Giorno”.

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Mauro: “Pero mi encuentro contigo como lector, Eugenio, se produjo mucho antes. Estaba muy unido a un tío, ferviente anticlerical, que acostumbraba a zambullirse en la lectura de Espresso. Aún recuerdo esa imagen: las piernas cruzadas y la copia semanal en formato sábana”.

Scalfari: “La apuesta de Repubblica era encontrar un nuevo público. Yo siempre uso la imagen del ángulo recto: el lado más largo era el de la opinión liberal, es decir, nuestros lectores; el otro, en cambio, estaba formado por un público que no pensaba como nosotros pero quería leernos, tal vez para contradecirnos. Este segundo lado, en un principio más corto que el otro, daría pie a un abanico muy diverso, que iba de los conservadores liberales hasta llegar incluso a las Brigadas Rojas. Lo atestiguan las dramáticas fotografías de Aldo Moro secuestrado con el periódico en la mano”.

Mauro: “Al crear Repubblica, diste una organización a una opinión pública que existía a todas luces en Italia, pero que aún no había sido reconocida. Tú, en cierto sentido, la bautizaste. Cesare Garboli lo definía como un “público constituido”. Y es esa relación tan particular con los lectores lo que hace de Repubblica algo más que un periódico”.

Scalfari: “Sí, recuerdo que un día me dijiste que Repubblica es menos que un partido, porque no puede cambiar las leyes, claro; pero también algo más que un periódico”.

Mauro: “Lo fundamental es que no planteamos el problema de convertir o reclutar al lector. Intentamos ofrecerle los instrumentos para que forme su propia opinión sobre los hechos”.

Scalfari: “Lo que está claro es que nunca fuimos un periódico de partido. Repubblica ha estado en el centro de las grandes batallas políticas y culturales, acercándose a los partidos que se reconocían en nuestra línea, pero eso es otra historia”.

Mauro: “Y nunca fuimos un periódico-partido, acusación hecha desde la pereza intelectual. Siempre que buscaron un partido encontraron un periódico, que indaga en las raíces culturales de los fenómenos y está comprometido con la lucha de las ideas. Si tuviese que resumir el desafío al que te enfrentaste, fue el de apostar por el cambio de Italia en la dirección de Europa, de la democratización, del desarrollo completo de los derechos”.

Scalfari: “Trabajo que tú continuaste”.

Mauro: “Ambos pensamos que la izquierda podía ser un actor fundamental en este desafío precisamente porque conjuga méritos, oportunidades e igualdad, haciéndose cargo de los más débiles. Sin embargo, para encabezar este proceso tenía que salir de la coraza del comunismo y encontrarse con la cultura de la democracia liberal. En el fondo, el sueño de Repubblica es un accionariado de masa”.

Scalfari: “Sí, es una imagen muy apropiada”.

Mauro: “Un oxímoron, en realidad. Pensamos que en Italia también podía nacer una izquierda de gobierno, occidental, europea, moderna, capaz de hablar dentro del país en nombre de una identidad concreta. Un destino aún inconcluso, en que el periódico puede tener un papel de estímulo decisivo”.

La entrega del testigo

Scalfari: “Yo señalé a Mauro como sucesor porque conocía su valor como periodista y como director de Stampa, un diario política y culturalmente cercano al nuestro. Hubo una reunión con Carlo Caracciolo, a la sazón presidente de la sociedad, y con Carlo De Benedetti, el accionista propietario. De Benedetti me pidió que hablase primero y le dije que tenía dos listas de nombres: una dentro y otra fuera del periódico. Carlo me dijo algo muy inteligente, amén de paradójico: querría la máxima continuidad y la máxima discontinuidad. Entonces descarté la lista interna y la elección recayó en Ezio”.

Mauro: “Una tarde de primavera de 1996, me llegó la llamada de Eugenio. ‘Tenemos que vernos’. ‘Vale, cuando vaya a Roma’. ‘No, mañana’. Comprendí lo que quería decir y lo hablé con Gianni Agnelli, que quiso acompañarme a Roma en avión. Durante el vuelo de vuelta le dije que había decidido irme a Repubblica. Cuando ahora lo pienso, era presa de un estado de inconsciencia total. Acabé de trabajar en Turín el 30 de abril y, tras un breve paréntesis con mis hijos en la casa rural de unos amigos, el 2 de mayo volví al trabajo en via Curtatone, Roma. Estaba convencido de que las pinzas, las tenazas para trabajar, eran las mismas en todas partes, y en cambio, Repubblica era mucho más compleja y también más potente; estaba mucho más organizada por dentro, y tenía una voz mucho más influyente en el debate político. Por no hablar de que sucedía a un director que era un ‘jefe de la tribu’. Tú habías nacido para ser director, Eugenio, yo periodista”.

Scalfari: “Fuiste fiel al mandato, continuidad-discontinuidad”.

Mauro: “En realidad ni siquiera lo sabía, pero en el fondo expresé ese mismo concepto en el primer editorial de saludo a los lectores: tenemos que cambiar sin dejar de ser nosotros mismos. Un periódico tiene que cambiar necesariamente, porque es un organismo vivo, no un esquema ideológico. Sin embargo, durante estos años Repubblica ha cambiado al tiempo que conservaba, no solo su ADN, sino también las cifras, el tono, lo que el director de El País llama ‘la mirada’”.

Scalfari: “En estos veinte años te has inventado un montón de cosas”.

Mauro: “Lo que más valoro es la batalla de las ideas, que aprendí de tu Repubblica. Nuestros lectores responden como pocos a los estímulos culturales”.

Scalfari: “Podría decirse que ‘La República de las ideas’, el festival que promoviste en varias ciudades italianas, es un resumen de eso”.

Mauro: “Sí, ha llegado la hora del encuentro entre las firmas de los periódicos y el mundo de los lectores, fruto de una red cultural construida con el paso de los años. Estoy convencido de que esa red es necesaria cuando los tiempos te hacen tambalearte y cuesta interpretar lo que sucede”.

La convivencia entre fundador y director. Cómo poner de acuerdo a dos personalidades fuertes

Scalfari: “El mérito no es mío, sino de Ezio”.

Mauro: “Eso no es verdad”.

Scalfari: “Esa es otra de las anomalías de Repubblica. El director saliente suele jubilarse o es enviado a alguna prestigiosa corresponsalía extranjera, es decir, que se lo quitan de en medio. Yo, en cambio, comencé un diálogo cotidiano con Ezio: nos vimos todos los días durante 15 años, y en los últimos tiempos hemos hablado por teléfono”.

Mauro: “Me parecía útil estar juntos, seguir hablando de los acontecimientos cotidianos: política, crónica, pero también deporte. Antes de empezar como director, solo había coincidido siete veces con Scalfari. Cuando yo era corresponsal de Repubblica en Moscú, me dio un mandamiento: el director está ocupado, no hay que llamarlo por teléfono. Era la época de la perestroika y el Muro de Berlín no tardaría en caer. Tú me enviabas largos telefax, ¿te acuerdas, Eugenio? Y me llamabas, pero yo no. Eso quiere decir que nos conocíamos profundamente en un sentido laboral, pero que no había una relación personal. La auténtica amistad nació después. Para mí fue toda una suerte. Discutimos solo una vez, pero eso confirma que las cosas funcionan. Lo contrario habría sido sinónimo de una relación formal, un mandato de buenos modales”.

Scalfari: “Lo has contado todo, Ezio, pero obviando una parte fundamental para mí. Se estaba librando la guerra de Segrate, cuando Berlusconi logró ganar una batalla, aunque luego descubriríamos que había corrompido al juez. Uno de sus hombres de confianza entró en el consejo de administración de Repubblica”.

Mauro: “Así que había tomado el mando”.

Scalfari: “Sí, pero aún no lo ejercía. En ese momento Caracciolo y yo decidimos fundar un nuevo periódico que emprendiese una guerra fratricida: contra la Repubblica ocupada por Berlusconi. Algo terrible. Ya había comprado dos rotativas cuando reuní a varios amigos alrededor de una mesa”.

Mauro: “Sí, una especie de reunión secreta en la taberna Flavia. Me hiciste venir desde Moscú”.

Scalfari: “También estaban Bernardo Valli, Giorgio Bocca, Sandro Viola y otros que ahora no recuerdo. Era una aventura muy insegura, pero todos me respondisteis que sí. No obstante, yo te puse sobre aviso: ojo, si te sumas a nosotros, luego no podrás hacer carrera en ningún otro sitio. Ezio no cambió de idea. Al final, por suerte, las cosas fueron distintas”.

Mauro: “Me gustaría añadir algo más sobre nuestra relación fundador-director. Estoy seguro de que muchas veces no habrás estado de acuerdo con mis elecciones, pero siempre has sabido respetarlas. En veinte años nunca has intervenido en la elaboración del periódico”.

Scalfari: “Siempre hemos hablado, pero el que decidía hacia dónde orientar la proa del barco siempre has sido tú. Como tiene que ser”.

Las decisiones más difíciles

Scalfari: “El momento que más nos implicó a nivel humano fue el terrorismo. Tras el asesinato de Aldo Moro, se produjo un episodio muy dramático para mí. Las Brigadas Rojas raptaron al juez D’Urso, y a cambio de su vida pidieron la publicación de un comunicado en la primera página de Repubblica. Era la época del chantaje constante: o pones las páginas como te pedimos o matamos al rehén. Vino a verme su mujer, para mí fue un día horroroso. Decidí no publicar el documento, y esa misma noche la policía liberó al juez”.

Mauro: “Para mí fueron dramáticos los días del secuestro de Daniele Mastrogiacomo en Afganistán. Nosotros no solo éramos ‘la familia’ del secuestrado, sino también un canal para las negociaciones. A las cuatro de la mañana me despertó una llamada de Kandahar, y me fui corriendo a un rincón de mi casa a escuchar los gritos de ese Dadullah, un jefe talibán, y la voz del intérprete traduciendo al inglés, dictando sus condiciones. Me parecía una montaña imposible de escalar. Duró 15 días, pero me pareció una eternidad. Daniele volvió a casa sano y salvo, pero al chófer y al intérprete los asesinaron. Fueron momentos de mucha angustia, y siempre que regresa el recuerdo, intento ahuyentarlo”.

Los desafíos

Scalfari: “La parte más interesante de mi trabajo fue compaginar el puesto de director con el de editor. Antes de abrir las sedes locales, consulté al administrador Marco Benedetto, que sabía hacer bien su trabajo e intentó disuadirme. Yo estuve dándole vueltas toda la noche y, al día siguiente, volví a llamarlo: ‘Mira, el consejo de administración se ha reunido y ha dado luz verde a las nuevas sedes’. En realidad, el consejo de administración éramos Caracciolo y yo. Una circunstancia única”.

Mauro: “Si pienso en el desafío más difícil, fue la lucha contra Berlusconi. Ahora parece una epopeya lejana, pero en realidad fue una batalla librada con una desproporción de fuerzas absoluta. Él era el hombre más poderoso de Italia, con medios propios e impropios, y no se conformaba con el uso legítimo del poder. Una partida que merecía la pena jugar”.

La palabra ‘fin’

Scalfari: “Había decidido desde hacía tiempo dejar la dirección. No, no recuerdo una gran melancolía. Estaba tranquilo por haber dejado el timón en buenas manos. Hacía falta una mirada más joven. En el fondo, Ezio, entre tú y yo hay casi la misma diferencia de edad que entre tú y Mario Calabresi. Una renovación generacional puede traer nuevos estímulos”.

Mauro: “La de Calabresi es una elección ideal. Y él también, como ya sucediera conmigo, viene de Stampa. Entre la familia de Repubblica y el diario turinés siempre ha habido un vínculo a pesar de las diferencias, una corriente subterránea entretejida a través de la laicidad y el sentido de Estado. Por lo que respecta a mi decisión de dejarlo, yo también creo que hay que saber escribir la palabra fin. Cómo puedes preocuparte de la forma en que va a salir el periódico al día siguiente sin preguntarte: ¿qué papel desempeño yo en esta historia? ¿Cuándo acaba? Si encima tienes la libertad de elegir, es una ventaja”.

Scalfari: “A mí me habría gustado que siguieses, pero tu decisión ha sido irrevocable”.

Mauro: “Seguiré escribiendo para Repubblica. Estoy contentísimo por los 20 años en la dirección, pero mis mayores alegrías las tuve escribiendo: el terrorismo en los años de Turín, la aventura en Moscú”.

Los últimos descubrimientos

Scalfari: “Un regalo de los últimos años fue la amistad con el papa Francisco. Un encuentro extraordinario”.

Mauro: “Republica publicó la primera carta de la historia escrita por un pontífice a la prensa. Scalfari fue elegido como interlocutor para el diálogo con los no creyentes”.

Scalfari: “Sí, efectivamente, sigo siendo un no creyente”.

Mauro: “A mí me costó más trabar amistades fuera del periódico. La relación con la política se ha atrofiado mucho, y no hay que olvidar que soy piamontés, para bien y para mal. Durante 20 años, nunca pisé la casa de un político, y también me impuse una regla interna: no ir a cenar a casa de ningún compañero para evitar tener hijos e hijastros. Eso luego lo expías en soledad. ¿Si me sorprende la oleada de afecto de estas últimas semanas? Sí, me ha dejado estupefacto. Nunca levanté los ojos del periódico; sabía que estaba entre compañeros de trabajo de los que me fiaba, pero nunca evalué los sentimientos. Y la noche de la “fiesta sorpresa”, todo eso saltó por los aires. De hecho, lo escribía en mi última carta a la redacción: habéis descubierto que los piamonteses también tienen un corazón detrás de ese carácter cuadrado”.

¿Y ahora?

Scalfari: “Estoy orgulloso del largo viaje de Repubblica. Desde aquel primer día todo ha cambiado, la tecnología ha provocado un auténtico salto cultural. Sin embargo, en esta crisis de la palabra escrita, el periódico sigue siendo número uno, tanto en las ventas en quioscos como en las visitas a la página web, es decir, la que irá consolidándose como lectura más habitual. Hacerse con el liderazgo del futuro siempre ha estado en su ADN”.

Mauro: “Tú cambiaste el periodismo a través de Repubblica, así que el periódico está obligado a innovar al tiempo que exige la modernización del país. El viaje continúa. Y yo me alegro por lo que ha sido Repubblica y por aquello en lo que sabrá convertirse”.

Traducción de News Clips.

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