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El camino a la izquierda

La irrupción de Bernie Sanders ha agitado las aguas del Partido Demócrata al final de la ‘era Obama’. ¿Está preparado el país para alojar a un socialdemócrata en la Casa Blanca?

Para la izquierda estadounidense, esta parece la mejor y la peor de las épocas. Nunca antes, en la historia del país, un socialista declarado como el senador Bernie Sanders había tenido auténticas posibilidades de ser el candidato presidencial de uno de los grandes partidos. Hace un siglo, el Partido Socialista de América contaba con más de 100.000 miembros y tenía gran influencia en el movimiento obrero. Pero nadie con las ideas de Sanders presentó jamás una candidatura con posibilidades de alcanzar la Casa Blanca.

Obama y Joe Biden entran en el Despacho Oval.
Obama y Joe Biden entran en el Despacho Oval.Stephen Crowley ('The New York Times')

Los jóvenes, sobre todo, están siguiendo al senador de 74 años de Vermont (aunque nacido en Brooklyn, Nueva York) que ataca a los “millonarios de Wall Street” con tono crudo y sincero. También aplauden sus promesas en caso de ser elegido: hacer que la universidad sea gratuita, crear un sistema sanitario financiado por el Estado que cubra a todos los ciudadanos y eliminar la influencia del dinero en la política. Desde la gran recesión de 2008-2009, las desigualdades económicas son una cuestión fundamental para los votantes demócratas, y las denuncias de Sanders son más apasionadas y creíbles que las de Hillary Clinton, que ha recibido millones de dólares como conferenciante en el mundo empresarial, y hasta hace unos meses tenía prácticamente ganadas las primarias demócratas.

Ahora bien, la creciente popularidad de Sanders es también reflejo de la profunda decepción de la izquierda tras el mandato de Barack Obama. Cuando tomó posesión el primer presidente negro en 2009, tanto liberales como radicales esperaban —y en muchos casos, preveían— que iba a poner en marcha una oleada de reformas similares al New Deal de Franklin D. Roosevelt en los años treinta y la Gran Sociedad de Lyndon B. Johnson a mediados de los sesenta.

Pero la reforma sanitaria, el logro legislativo más importante de Obama, no ha conseguido un respaldo mayoritario de la población. Y desde que los republicanos obtuvieron el control de la Cámara de Representantes en 2010, el presidente ha tenido que recurrir a los decretos —que tienen un alcance limitado y pueden ser revocados en los tribunales— para alcanzar gran parte de sus objetivos.

La creciente popularidad de Sanders es también reflejo de la profunda decepción tras el mandato de Obama

Mientras tanto, los republicanos se han hecho con el poder en la mayoría de los estados, en parte a base de atemorizar a los ciudadanos blancos de ingresos modestos con la idea de que el presidente les va a quitar las armas y va a amnistiar a los inmigrantes ilegales. La ausencia casi total de sindicatos en el sector privado ha dejado a los trabajadores blancos de izquierdas sin una institución que los movilice para luchar por sus intereses.

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Obama llegó a la Casa Blanca con la promesa de “restablecer la confianza esencial entre un pueblo y su gobierno” y subrayando que “el país no puede prosperar durante mucho tiempo si solo favorece a los prósperos”. Sin embargo, dentro de un año volverá a la vida privada con el pesar de que la mayoría de los estadounidenses, de todas las ideologías y que no están de acuerdo en nada más, creen que no se puede confiar que el Gobierno satisfaga sus necesidades.

Aun así, los estadounidenses de izquierdas han tenido algunas victorias significativas con ayuda de Obama, y deberían celebrarlas. El matrimonio homosexual es ya ley, cuando hace menos de 10 años fue prohibido en un estado tras otro. Los fondos de inversión están sometidas en la actualidad a unas normas pensadas para intentar impedir que vuelvan a sumir en el caos al sistema financiero. A finales del año pasado, EE UU encabezó en París las negociaciones que hicieron posible un prometedor acuerdo para combatir el cambio climático.

Bernie Sanders durante un evento de campaña en Iowa.
Bernie Sanders durante un evento de campaña en Iowa.EFE

La frustración con la lentitud de las reformas ha contribuido a inspirar nuevos movimientos sociales en la izquierda, desde BlackLivesMatter hasta las campañas estudiantiles para que las universidades se desvinculen de empresas que fabrican combustibles fósiles. Los empleados en McDonalds y otras cadenas de comida rápida que han hecho huelgas de un día para conseguir un salario mínimo de 15 dólares la hora (el doble del actual) han demostrado que si los trabajadores quieren pueden conseguir mejoras, incluso cuando los sindicatos son, en su mayor parte, débiles. Aunque las cámaras de los estados controlados por los republicanos han aprobado leyes que restringen el aborto, en todo el país las mujeres universitarias llevan en sus mochilas y sus ordenadores portátiles pegatinas que dicen “Por supuesto que soy feminista”.

Estos ejemplos indican que la cultura estadounidense se inclina más hacia ideas nacidas en la izquierda que las que tratan de promover los conservadores. Este no es un fenómeno nuevo. Siempre ha habido izquierdistas de diversas tendencias que han exigido que los derechos individuales y las oportunidades fueran promesas que todos pudieran alcanzar, independientemente de su raza, su sexo o cualquier otro rasgo identitario. Fue el empeño en hacer realidad esa meta lo que impulsó los movimientos para abolir la esclavitud, obtener el voto para las mujeres, los derechos civiles y de voto para los afroamericanos y el derecho a casarse y adoptar para los homosexuales. Y son ellos quienes han defendido, además, la idea progresista de que hombres y mujeres deben tener libertad para buscar la felicidad sin tener en cuenta las jerarquías ni los prejuicios heredados.

Pero siempre ha sido más difícil construir el tipo de sociedad que quiere Bernie Sanders, llevar a Estados Unidos del culto a la libertad individual a un lugar en el que los ciudadanos puedan adoptar el evangelio de la solidaridad propuesto por los partidos socialdemócratas, en otro tiempo tan poderosos, de Europa. Que millones de estadounidenses aplaudan ahora el intento de Sanders de emular a esas formaciones es quizá el elemento más llamativo en unas elecciones que han desafiado las predicciones de los bien remunerados expertos del país.

Michael Kazin, profesor de historia en la Universidad de Georgetown, es autor de American Dreamers: How the Left Changed a Nation, y codirector de la revista Dissent (www.dissentmagazine.org).

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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