_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Quién necesita a Barbie, tenga el cuerpo que tenga?

El anuncio de que Mattel ha roto con el patrón de su muñeca icónica se ha celebrado como un triunfo de la diversidad y del consumo consciente, pero cabe interrogarse sobre esta “evolución”

Eliane Brum
Cinco de las nuevas Barbie, ante su photocall.
Cinco de las nuevas Barbie, ante su photocall. Matt Sayles

Bastaron 57 años para que Mattel descubriese que las mujeres reales del planeta son de colores y formas variadas. La noticia de que Barbie contará con tres tipos más de cuerpos se celebró como una victoria de la diversidad. Durante décadas, los movimientos denunciaron la imposición de un único patrón de belleza. Pero solo en los últimos años, cuando las ventas empezaron a caer, Mattel se “sensibilizó” y reconoció la multiplicidad de las mujeres en el mundo. En 2015 la empresa ya había comenzado la conversión de Barbie, al lanzar su creación con nuevos peinados, tonalidades de piel y estructuras faciales, sin dejar de mantener a la “clásica”. Con la inclusión de nuevas formas, ahora lanza la muñeca con siete tonos de piel, cuatro tipos de cuerpos, 22 colores de ojos y 24 estilos de cabello diferentes, en la línea que llama Fashionistas. Cuando se anuncia el cambio, Mattel ya ha llenado la Tierra con una superpoblación de sus criaturas rubias, altas y delgadas. Y la cabeza de las niñas, con un modelo que va mucho más allá de un patrón de belleza. Barbie es aquella que les enseña a las niñas que se nace para consumir. Ya se han producido más de 1.000 millones de estas replicantes, hay más Barbies en el mundo que europeos en Europa. Ninguna de ellas es apenas una muñeca.

Si la presión de las protestas contra Barbie y el creciente protagonismo de las minorías en la afirmación de la diversidad han logrado hacer caer las ventas del producto hasta el punto de obligar a una de las mayores fabricantes de juguetes a moverse, no es pequeña esta conquista. Pero también es terriblemente fascinante observar el capitalismo en acción.

En este comienzo de 2016 Mattel logró la hazaña de estampar sus nuevos modelos en la prensa, así como las redes sociales, sin tener que pagar un centavo por ello. Y con una imagen positiva. Comenzó con una portada de la revista Time, con la foto de Barbie y el siguiente título: “¿Ahora podemos dejar de hablar de mi cuerpo?” Y siguió en miles de publicaciones de todo el mundo. Con asombrosa candidez, Evelyn Mazzocco, vicepresidenta senior de Mattel, afirma, sin ruborizarse: “Creemos que tenemos una responsabilidad para con las niñas y sus padres, de reflejar una visión más amplia de la belleza”. Un detalle: el descubrimiento de la “responsabilidad” se produjo solo después de constatar que las ventas de la muñeca cayeron un 20% entre 2012 y 2014 y continuaron cayendo el año pasado. La estrategia de Mattel, que parece estar obteniendo un éxito considerable, es hacer la liberación de los cuerpos barbísticos y vender la imagen de una empresa en sintonía con su tiempo, defensora de las “diferencias” e incluso innovadora. Si lo consigue, se convertirá en un caso obligatorio en los libros de marketing, en una prueba más de que el capitalismo siempre puede contar con la adhesión por la fe cuando se reduce a las personas a consumidoras.

La campaña, que incluye varios vídeos que muestran la génesis de la “nueva” Barbie, presenta a Mattel como la intérprete del “mundo que vemos hoy”. La empresa, que durante más de medio siglo inculcó un modelo único —y nada inocente— en las mentes infantiles, se convierte en aquella que celebra las diferencias y les ayuda a las niñas a identificarse y a convivir en un planeta multicultural. “El mundo de Barbie está evolucionando” es el eslogan publicitario. Evolucionar para que lo esencial pueda continuar como siempre: la lógica del mercado y el retorno de las ventas al mismo nivel o más. Pero esto, obviamente, no se dice.

Es realmente "mágico" el mundo en el que el que dios creador de Barbie se convierte en una avalista de la diversidad, si no su propio inventor

Las escenas son interpretadas por niñas étnica y racialmente diversas, como las nuevas Barbies, nacidas para los anaqueles de 150 países del mundo. “Es importante que las Barbies sean diferentes, como las personas en el mundo real”, dice una de las niñas. Los ejecutivos de la compañía hablan de la importancia del cambio, “porque no hay un patrón único de cómo es un cuerpo bonito”. O: “Tenemos que mostrarles a las niñas que, independientemente de su apariencia, todo es posible. “El lema de Barbie, al final, es #PuedesSerTodoLoQueQuieras. Tal vez no haya nada peor para una niña que la mentira de que es posible alcanzar la completitud, o la de que es posible vivir sin pérdidas. O que no habrá límites. Llega a ser criminal, pero la publicidad varía este tema en diferentes productos, y las niñas, justo al nacer, ya tienen a Barbie susurrándoles esa promesa en los oídos mientras sacude el cabello.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Al final de uno de esos vídeos promocionales, una niña dice: “Estas muñecas se parecen a las personas de mi mundo mágico”. Es realmente “mágico” el mundo en el que el dios creador de Barbie se convierte en un avalista de la diversidad, si no su propio inventor. Desde cierto ángulo, son siniestros los vídeos tiernos y políticamente correctos del mundo de las “Barbies de la diversidad”, como ya se les está llamando .Y un tanto perturbador el cinismo de los ejecutivos de Mattel al discurrir sobre la importancia de respetar las diferencias, a sabiendas de que el pasado se olvidará de inmediato, en el instante en que se saque un conejo de la chistera o un pañuelo se convierta en palomas. También en la aparición del personal de Mattel hay un cuidado con la variedad de los estilos, de los colores y de las formas, que refuerza el mensaje y es legitimado por él. Pero la sensación puede resultar más extraña cuando se leen en Facebook los mensajes de mujeres, y también hombres, que le dan las gracias a Mattel por hacer el mundo mejor, más diverso, plural y tolerante. La mayoría “muy feliz” y diciendo “10 veces gracias” por la “evolución” de Barbie.

¿Qué modelo de mujer es Barbie, que reinó durante más de medio siglo como un ideal femenino a alcanzar? Uno que no existe. Y no es que Barbie no exista por ser demasiado bella, inalcanzable para los pobres mortales, con sus genes imperfectos, sino por ser demasiado bizarra, una arquitectura que, literalmente, no se tiene en pie. Según el infográfico de Rehabs.com, gracias a su cinturita, Barbie solo tendría espacio para acomodar la mitad de un riñón y algunos centímetros de intestino. Como su cuello es dos veces más largo que el de una mujer y 15 centímetros más fino, no tendría cómo mantener la cabeza erguida. Andar, solo a cuatro patas. Si fuese una mujer de carne y hueso, Barbie sería una anoréxica.

Es apenas una muñeca, podrían decir algunos. O incluso muchos. Pero esa muñeca no se creó apenas para ser una muñeca. Barbie se vende como una amiga, una mentora y un modelo a seguir, con influencia sobre al menos dos generaciones de mujeres. Lo que Barbie vende es un modo de vida y de relacionarse con los demás y con el mundo. Su primer proceso de purificación fue eliminar los orígenes de su nacimiento, ya que se inspiró en la muñeca alemana Lilli, un personaje de cómics eróticos y un regalo para hombres, que se vendía en las tabaquerías. Lilli seducía a hombres ricos en la Alemania de posguerra para recuperar la prosperidad perdida. Cuando se lanzó Barbie en 1959 para ser la compañera de las niñas, los rasgos de su madre libertina se habían suavizado, pero aun así la muñeca con pechos fue recibida con desconfianza por las familias estadounidenses. Poco a poco, sin embargo, Barbie fue evolucionando para convertirse en una educadora y un “buen ejemplo”, una mentora capaz de enseñarles a las niñas a adaptarse mejor y a ser más populares, según los valores de la sociedad estadounidense. Hoy en día más de un 90% de las niñas entre 3 y 12 años, en los Estados Unidos, tiene una Barbie, esa muñeca que no es una niña.

Ser mujer, enseña Barbie, la “educadora”, es ser una consumidora y rechazar cualquier límite

A partir de su cuerpo imposible se vende una serie de ropa, zapatos y accesorios, así como casas, muebles, salones de belleza, tiendas, otros muñecos, un mundo entero. Pero no un mundo cualquiera, sino un mundo en que el consumo media todos los valores, como se observa en los juegos, las películas y otros productos del planeta-mercancía de Barbie. Ser mujer, enseña ella, es ser una consumidora. En el lema #PuedesSerTodoLoQueQuieras, el “Ser” se utiliza hábilmente para encubrir el “Tener”. Ser y tener con el mismo significado, o Ser es Tener. En esto está implicado que la medida del éxito de alguien es eliminar cualquier interdicción entre el consumidor y el producto. La única forma de “ser” todo lo que quieras es consumir y, tan pronto como la sensación de completitud desaparezca, lo que sucede muy rápido, consumir de nuevo. Y de nuevo. Es así como el planeta que Barbie difunde de forma tan compete gira.

Desde la muñeca surgió, Barbie es blanco de protestas. En 1970 ya había adolescentes que levantaban pancartas en las manifestaciones por la igualdad entre los géneros: “Yo no soy una Barbie”. Pero tal vez la intervención más creativa se haya producido en los años 90, por parte de la autoproclamada “Organización para la Liberación de Barbie”. El grupo reaccionaba a una serie de frases de la muñeca y, en especial, una en la que decía: “Las matemáticas son difíciles”. La frase sufrió fuertes críticas, por reforzar el estereotipo de la mujer guapa y tonta. Los activistas cambiaron entonces la voz de Barbie por la voz de otro muñeco, este un estereotipo masculino, llamado GI Joe. Cuando las niñas abrían sus regalos de Navidad, su Barbie rubia decía: “Un hombre muerto no cuenta mentiras”.

Hay una bibliografía en inglés que diseca el cuerpecito de Barbie. En Brasil, se puede leer Barbie na educação de meninas: do rosa ao choque”(Barbie en la educación de las niñas: del rosa al choque; editorial Annablume, 2012). En él, Fernanda Roveri partió de su disertación de maestría en la Facultad de Educación de la UNICAMP (Universidad Estatal de Campinas), en la que juega en los capítulos con los tipos de Barbie: “Barbie farsa”, “Barbie Lánguida”, “Barbie Tóxica” y “Barbie Tribunal”, para reflexionar sobre la criatura de Mattel.

Hay muchas historias emblemáticas sobre cómo se toman las decisiones que van a interferir en las mentes infantiles. Pero la más increíble de ellas tal vez sea una sobre Ken, el novio de Barbie. De hecho, sobre el pene de Ken. Hubo un dilema en Mattel sobre cómo contornear esta cuestión. Cuenta la autora del libro que se acabó por elegir una opción intermedia: Ken usaría un traje de baño permanente, con “un pequeño volumen”. El problema es que, cuando la determinación llegó a la fábrica en Japón, el ingeniero supervisor decidió suspender el pintado del pantalón corto, para facilitar el proceso, y calculó que la eliminación del volumen genital reduciría el coste de producción del muñeco en un centavo y medio de dólar. Para lucrar más, Ken nació eunuco. Fernanda Roveri señala la cuestión de que los fabricantes jamás pensaron que las niñas podrían traumatizarse con una Barbie sin vagina, como sospecharon que podría suceder con un Ken sin pene. El hecho es que los dos muñecos realistas con los que juegan las niñas del mundo entero están igualmente castrados.

Quien pretenda ser más que un consumidor atontado tiene que investigar la línea de montaje planetaria de Barbie

Pero es en los dos últimos capítulos, Barbie Tóxica y Barbie Tribunal, donde el truco oculto de la magia... se revela. Quién produce a la criatura, en quécondiciones de trabajo, de qué material, con qué efectos. “Mujeres japonesas, amas de casa, llamadas ‘personas de las tareas del hogar’, cosían exhaustivamente los primeros trajes de la muñeca en sus residencias. Estas mujeres se quedaban ciegas para que Barbie pudiese usar tafetán, se pinchaban los dedos para que pudiese pasarse las vacaciones esquiando, se curvaban y se estropeaban la espalda para que Barbie no durmiese desnuda”, escribe la autora, que cita informes, documentos y libros. “En Tailandia, cientos de mujeres y niñas llenaban, cortaban, vestían y montaban la muñeca Barbie. Ganaban de cuatro a siete dólares por una jornada de 12 horas trabajadas. Además de los bajos salarios, muchas de esas trabajadoras sufrían problemas respiratorios, pérdidas de memoria y de audición, dolores musculares, vómitos, trastornos del sueño, menstruaciones irregulares debido a la contaminación por plomo, humo y otros productos químicos”. En 2013 la organización China Labor Watch denunció laspésimas condiciones de trabajo y las jornadas exhaustivas constatadas en las fábricas chinas vinculadas a la producción de la muñeca.

¿Cuáles son la línea de montaje planetaria de la Barbie y las escenas reales que no se convierten en vídeos publicitarios? Este es un camino de investigación que debe seguir todo aquel que pretenda ser más que un mero consumidor atontado. El truco de lo “mágico” en el mundo real, a final de cuentas, usa grandes dosis de sangre humana y de destrucción ambiental para producir sus números superlativos: las ventas de Barbie se estiman en más de 1.000 millones de dólares al año.

Ahora bien, con cuatro cuerpecitos, la ropa de una Barbie no servirá en la otra Barbie. Y hay también al menos dos tipos de piececitos que pedirán zapatitos de tallas diferentes. ¿Es una ganancia de la diversidad, para quienes piensan que el mundo no puede prescindir de Barbies? Lo es. Pero también es más de todo. Y vale la pena observar cuáles fueron los cuerpos y las alturas aceptados por el mundo de Barbie en el nombre de la diversidad. La más curvy está muy lejos de ser gorda o incluso regordeta. “Espero no confundan curvilínea con Gorda, cada cosa es lo que es, pero ya es una diferencia enorme del patrón de la muñeca, y quién sabe vez algún día tendremos una Barbie GORDA”, publicó el Colectivo Gordas Libres, al comentar el cambio de la muñeca.

Si había una Barbie negra desde finales de los años 60, período de las luchas por los derechos civiles de los negros estadounidenses, la negrurase limitaba a cambiar el color del plástico muñeca. Ahora hay muchos más tonos de piel, tipos de cabello y estructuras faciales, que también se han interpretado como una conquista. En Brasil no se veían Barbies negras en los anaqueles y hasta hoy quien quiera darle como regalo a un niño una muñeca negra tiene que recurrir a espacios alternativos. Uno de los más conocidos es Preta Pretinha, una tienda en Vila Madalena, en São Paulo, que desde hace 16 años produce muñecos artesanales que no se ven en el mercado porque están fuera del patrón establecido, por diferentes razones y circunstancias. Hay negros e indígenas. Hay orientales. Hay usuarios de sillas de ruedas, ciegos, niños con miembros amputados. Hay también bebés calvos, con cáncer, que compran los padres de niños con leucemia. En la medida en que los niños y niñas van recuperando su cabello después del tratamiento contra el cáncer, también pueden ir poblando la cabeza de sus muñecos con hilos. La tienda, creada por tres hermanas, está vinculada a un instituto con el mismo nombre, que trabaja los temas del racismo, la discriminación y la inclusión. Se inspiraron en su abuela, que, al no encontrar muñecas negras para darles como regalo a sus nietas, empezó a coserlas en casa. Como no hay una línea de montaje industrial y planetaria, este tipo de espacio alternativo tiene precios más elevados y jamás podrá competir en coste y escala con empresas del porte de Mattel.

¿Será que reconocerse en un juguete es suficiente para sentirse representado?

En enero, la foto de Matias, un niño de 4 años, que sostenía el muñeco del personaje Finn, de la película Star Wars - El despertar de la Fuerza, se hizo viral en Internet. En el pie de foto, su madre escribió: “No sabe ni lo que es Star Wars, sabe que el muñeco es igual a él”.Entrevistado, Matiasafirmó: “Es negro, igual a mí”. Poco después, una fabricante de productos infantiles hizo un disfraz del mismo personaje negro y puso la foto de un niño blanco en el embalaje. Se fortaleció entonces la campaña “¡No me veo, no me lo compro!”, que exigía representatividad en los anaqueles. El 27 de enero, en Facebook, la empresa anunció que había invitado a Matias a ser el nuevo modelo del embalaje del producto, “atenta al movimiento global y habiendo escuchado las críticas sobre la falta de diversidad étnica en los anuncios que circulan en Brasil”.

“¡No me veo, No me lo compro!” es un lenguaje que los fabricantes de juguetes entienden muy bien, y que escuchan. Esto es lo que ocurrió con Mattel, ante la pérdida de popularidad de Barbie, que se tradujo en dinero. Y realmente hay mucho que celebrar en esto. Es que no reconocerse en los juguetes ofrecidos por el mercado puede tener efectos devastadores en la vida de un niño.

Lo que puede ser perturbador, sin embargo, es la aceptación tácita de que necesitamos Barbies y otros productos del género. De que no hay juguetes o imaginación fuera de la industria. De que es necesario consumir mercancías de ese tipo, y de que la autonomía posible es influir en lo que las corporaciones venden, lo que reduce toda intervención al papel de “consumidores conscientes”. Puede ser preocupante observar que la insubordinación máxima sea no comprar por no reconocerse. Pero, si uno se reconoce en el producto que llega a los anaqueles, ¿toda la cadena simbólica y concreta implicada en este acto está justificada? ¿Será que reconocerse en un juguete es suficiente para sentirse representado? La naturalización es lo que puede sonar preocupante cuando se ve a activistas que celebran la “evolución” de Barbie, aceptando así su existencia en el cuarto de las niñas como un hecho consumado, una presencia imprescindible, ya dada, sin poner en cuestión los engranajes más ocultos que llevan la muñeca hasta la vida de las pequeñas.

¿Quién necesita a Barbie, a final de cuentas, tenga la forma, el color y el cabello que tenga? La pregunta parece haberse silenciado.

Cuanto más realista es la muñeca, menos imaginación necesita la niña. Sin olvidar que realista responde a una realidad determinada, planificada y autorizada por un equipo de profesionales de marketing. Y no de la realidad como experiencia y conflicto. Una muñeca sirve precisamente para pensar la vida mientras se juega. Y jugar no es imitar. ¿Para qué, entonces, sirven una Barbie y todo su “mundo mágico” donde #PuedesSerTodoLoQueQuieras? ¿Para qué sirve una Barbie, aunque sea la Barbie de la diversidad?

Barbie con efecto no es una muñeca cualquiera. Será interesante observar cómo su nuevo esfuerzo de purificación de los pecados, ahora en nombre del respeto a las diferencias, va a “evolucionar” en los próximos años. Tal vez sea importante pensar, más allá del primer entusiasmo, los significados más profundos de que un producto con la carga simbólica de Barbie convierta derechos en publicidad.

Barbie, cabe recordar, tiene su réplica en el museo de cera de Grévin en París. Esta es una escena perturbadora, porque las otras representaciones que allá están son personas que vivieron, que tuvieron huesos, carne, sangre e historia. Y allá las inmortalizaron en cera. Cuando la muñeca se convierte en muñeca, se completa la transmutación: Barbie se convierte en una persona. Cobra vida.

Evolución, la palabra elegida por Mattel para nombrar el cambio de su criatura, es más que reveladora. Como demostró Darwin, las especies vivas, como los humanos, evolucionan. Durante millones de años, en la selección natural. Barbie, una vez más, invoca su “naturalidad”, aunque “en el mundo mágico”. Barbie, la muñeca, ya sea con uno o con cuatro cuerpos, sigue inventando la vida de niñas de carne y hueso.

Eliane Brum es escritora, periodista y documentalista. Autora de los libros de no ficción Coluna Prestes - o avesso da lenda, A vida que ninguém vê, O olho da rua, A menina quebrada, Meus desacontecimentos, y de la novela Uma duas.

Sitio web: desacontecimentos.comEmail:elianebrum.coluna@gmail.comTwitter: brumelianebrum

Traducción de Óscar Curros

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_