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La falta de negociación con el ELN complica la paz en Colombia

La segunda guerrilla del país inicia un paro armado en el aniversario de la muerte de Camilo Torres

Javier Lafuente
Santos se abraza con el hermano de Alfonso Cano, líder de las FARC muerto en un ataque militar en 2011.
Santos se abraza con el hermano de Alfonso Cano, líder de las FARC muerto en un ataque militar en 2011.Efraín Herrera (EFE)

El sacerdote Camilo Torres murió en su primer combate, del primer disparo que recibió, hace hoy justo 50 años. Su leyenda como guerrillero del Ejército de Liberación Nacional (ELN) se agrandó hasta convertirse en el símbolo de la segunda guerrilla de Colombia y un ícono para la izquierda en América Latina. Su lucha, sin embargo, dista mucho de la que mantiene hoy en día el ELN, que para conmemorar su aniversario ha convocado a un paro armado a partir de este domingo. Un desafío que complica aún más el inicio de un proceso de paz entre el Gobierno y la guerrilla, lo que podría acarrear consecuencias inesperadas en el desarrollo del posconflicto con las FARC.

Hace casi dos años que el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, autorizó, en mayo de 2014, en plena campaña por la reelección, un diálogo exploratorio para tratar de iniciar un proceso de paz con el ELN similar al que se desarrolla con las FARC. Con la principal guerrilla del país se tardó seis meses en sentar las bases de las negociaciones que, después de más de tres años, están a punto de poner fin al conflicto más antiguo de América Latina. Con el ELN ha sido imposible.

Desde hace meses, varias fuentes consultadas conocedoras de estos primeros contactos, tanto del Gobierno como del entorno de la guerrilla, confirman que los puntos de la agenda de negociación estarían ya pactados. Prácticamente serían los mismos que con las FARC, sobre todo en materia de justicia, aunque el Gobierno ha aceptado una mayor participación ciudadana, uno de los reclamos de los elenos. En más de una ocasión se ha trasladado que el inicio de las conversaciones formales sería “inminente”, pero lejos de prosperar, los últimos pasos transmiten la sensación de que los diálogos han encallado. Esta semana, Juanita León, directora del portal La Silla Vacía, aseguraba en un artículo que hace 90 días que no hay contactos entre ambas partes.

Las grietas dentro del Comando Central, la dirección elena, en donde habría ganado peso Gustavo Aníbal Girondo, alias Pablito, comandante del Frente Domingo Laín, el más radical, frente al líder de la guerrilla, alias Gabino, son uno de los motivos del retraso en las negociaciones. Otro, no menos relevante, es la elección de la sede negociadora. El ELN ha insistido en que sea Venezuela. Allí, según las autoridades colombianas, se resguardan los miembros de la dirección, que siempre han encontrado el apoyo del Gobierno bolivariano, tanto con Hugo Chávez como con Nicolás Maduro. De hecho, los frentes más activos de la guerrilla siguen estando en las regiones fronterizas. Para el Gobierno colombiano este planteamiento es impensable por las tensas relaciones que mantienen actualmente Bogotá y Caracas a raíz de la crisis fronteriza y ante la inestabilidad política de Venezuela. Ecuador se perfila como la principal alternativa, aunque no se descarta que haya dos sedes más de forma ocasional, una de estas sí en Venezuela y la otra en Cuba, aunque no necesariamente en La Habana, para tratar de conectar ambos procesos de paz.

Mientras tanto, lo único cierto es que en los últimos días se han sucedido cruces de mensajes a cada cual más altisonante. Santos ha ordenado intensificar las operaciones contra la guerrilla y la liberación de los secuestrados por el ELN. El Ejército se encuentra en estado de “máxima alerta” ante la posibilidad de nuevos ataques. Por su parte, el ELN ha anunciado un paro armado desde este domingo y ha aconsejado a los ciudadanos no acercarse a las inmediaciones de comisarías y centros militares.

Las autoridades calculan que el ELN, que nació con una ideología que mezcla cristianismo, marxismo y nacionalismo radical en 1964, casi a la par de las FARC, cuenta con unos 2.000 guerrilleros, un número muy inferior al número de guerrilleros de las FARC, aunque goza de con un amplio respaldo social en algunas regiones del país. Según el último informe del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (CERAC), el ELN ha intensificado sus ataques desde 2011 y los niveles “relativamente altos que mantienen desde 2013 indican que han tomado la decisión de mantener sus acciones militares”.

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Las consecuencias de que no prospere un proceso de paz con el ELN son mayúsculas para el posconflicto en Colombia. Las operaciones contra la guerrilla en zonas compartidas con las FARC obstaculizarían la verificación del cese al fuego. Los principales riesgos se concentrarían en aquellas regiones donde operan los frentes más beligerantes, el circuito conocido como ABC (Arauca, Boyacá y Casanare), Norte de Santander, Chocó, Cauca y Nariño. Según CERAC es previsible que, en medio de un posconflicto, el ELN “alcance un dominio casi completo de los espacios dejados por las FARC”. En esas zonas, prosigue el informe, el ELN “tiene capacidad operativa para atacar a la Fuerza Pública, la infraestructura minero-energética, reclutar a guerrilleros de las FARC no desmovilizados y competir por la explotación de la minería ilegal y la extorsión a las empresas de hidrocarburos”.

El último gesto del Gobierno con el ELN se produjo en enero. Santos autorizó la búsqueda de los restos de Camilo Torres, exhumados tres años después de su muerte y entregados a su hermano, según la versión de un general. Al fallecer el hermano, no hay rastro de ellos. La búsqueda de su cuerpo está repleta de tantas dudas como el futuro de la guerrilla a la que idealizó Camilo Torres.

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Sobre la firma

Javier Lafuente
Es subdirector de América. Desde 2015 trabaja en la región, donde ha sido corresponsal en Colombia, cubriendo el proceso de paz; Venezuela y la Región Andina y, posteriormente, en México y Centroamérica. Previamente trabajó en las secciones de Deportes y Cierre del diario.

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