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Clinton frena el ascenso de Sanders con una victoria en Nevada

Las primarias llegan al primer Estado con una amplia población no blanca

Pablo Ximénez de Sandoval
Hillary Clinton en el cierre de campaña en Las Vegas, el viernes.
Hillary Clinton en el cierre de campaña en Las Vegas, el viernes.AFP
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El momento dulce que vive la campaña de Bernie Sanders por la nominación demócrata acabó en la noche de este sábado en el Estado de Nevada. Hillary Clinton, en un Estado con un 28% de latinos y unas bases demócratas con un fuerte peso de trabajadores de la hostelería, hizo valer la implantación de su campaña sobre el terreno desde 2008. En un proceso de caucus (agrupaciones de electores), trabajadores en casinos y restaurantes respaldaron mayoritariamente a la candidata frente a un Sanders que se impuso en las zonas rurales. En Las Vegas, que concentra el 70% de la población de Nevada, Clinton ganó por 10 puntos.

Buena prueba de ese tirón se pudo ver en un salón del casino Caesars Palace, donde casi 300 trabajadores se ausentaron de las mesas de juego y las cocinas para participar en un caucus. Clinton casi duplicó los delegados de Sanders en el casino, con decenas de mujeres latinas que la apoyan desde hace una década y gritaban “Sí se puede”, el lema acuñado por las movilizaciones de inmigrantes de los años 70.

La victoria supone un balón de oxígeno para una candidatura que ha pasado de ser la única viable a sentir el aliento de la competencia muy cerca. Sin embargo, Clinton no tenía que ganar Nevada. Tenía que arrasar. Su campaña está engrasada entre los trabajadores y latinos desde que hace ocho años ganó por estrecho margen a Obama. Lleva meses sumando fuerzas y tiene una amplia ventaja sobre Sanders entre votantes latinos. Una victoria por cinco puntos (52% a 47% con un tercio del voto escrutado), cuando hace dos meses las encuestas le daban más de 20, sugiere que los problemas no se han acabado. Igualmente Sanders tiene su principal escollo en el Estados Unidos diverso y asalariado. El resultado es fácil de utilizar por las dos campañas: Clinton gana entre las minorías, pero Sanders ha casi empatado en el estado más difícil hasta ahora.

Dolores Huerta, en el cuartel de campaña de Clinton en Las Vegas.
Dolores Huerta, en el cuartel de campaña de Clinton en Las Vegas.P. X. S.

La campaña de las primarias demócratas había llegado este sábado a otro Estados Unidos. Nevada, en el Oeste, es junto con Carolina del Sur el primer estado donde los candidatos tienen que ganarse el apoyo de votantes no blancos. La mitad de la población de Nevada no es blanca. Tiene un 28% de latinos, un 9% de negros y un 8% de asiáticos. Entre los votantes demócratas, el 17,2% son latinos (frente al 2,2% en Iowa).

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Nevada (2,8 millones de habitantes, el 70% de los cuales vive en Las Vegas) “se ha convertido en un escenario político más donde ver a los líderes en acción” en las primarias, explicaba a EL PAÍS el jueves el congresista Tony Cárdenas, del distrito norte de Los Ángeles, que se encuentra en Las Vegas haciendo campaña por Clinton. Nevada forma parte del grupo de Estados que los partidos han decidido que sirvan como test para limpiar las primarias de candidatos inviables. Iowa es el test de la América rural; New Hampshire el de la América independiente, acomodada y librepensadora; Carolina del Sur es el test el de la América sureña, conservadora y racialmente dividida; y Nevada representa la opinión del lejano Suroeste, de fuerte identidad hispana y poco identificado con Washington. Esos cuatro estados laboratorio, con poca población pero representativa, son los que deciden quién llega al supermartes y en qué condiciones.

En el cuartel general de la campaña de Clinton se notaba el viernes a mediodía cierto hartazgo con el cacareado momentum de Sanders, una palabra que utiliza él mismo y viene a significar inercia, sensación de importancia. Los congresistas Tony Cárdenas y Luis Gutiérrez animaban a los voluntarios a salir a pedir el voto con discursos bastante duros contra Sanders. Gutiérrez recordó que Sanders votó en contra de la “mejor oportunidad” de reforma migratoria integral que ha habido, en 2007. “A los jóvenes les ha convencido de que es progresista, pero es porque no le conocen”, decía Gutiérrez a EL PAÍS. “Yo llegué al Congreso en el 93 y lo primero en lo que trabajé fue en control de armas de fuego. Sanders votó en contra cinco veces. ¿Eso a los jóvenes no les importa?”. Y hacía una advertencia sobre la supuesta pureza progresista de Sanders: “Si quieres vivir en una casa de cristal, no tires piedras”.

Los apoyos de Clinton daban la sensación de querer dar un puñetazo en la mesa, un ya basta de dar lecciones de progresismo a gente que lleva décadas en la política, tanto en la calle como en Congreso. La principal ofensa es que la campaña de Sanders califique de establishment cualquier apoyo a Clinton. La activista Dolores Huerta, que organizó a los trabajadores del campo en los años 60 junto con César Chávez, dijo que “Bernie fastidió la reforma migratoria y Bernie fastidia esta campaña”. Huerta es una leyenda del activismo inmigrante latino en Estados Unidos y sigue en activo, no encaja en la acusación de establishment. Está metida de lleno en la campaña de Hillary Clinton tocando puertas para pedir el voto en las primarias.

Para frenar ese fastidio, Nevada debería ser el cortafuegos de Hillary Clinton. El lugar en el que décadas de experiencia política, varias campañas políticas previas sobre el terreno y una muy bien engrasada relación con los latinos y los sindicatos ponga en su sitio a la “revolución política” con la que el senador Sanders está seduciendo a aquellos que piensan que Clinton no es lo bastante de izquierdas. Cuando EL PAÍS estuvo aquí hace dos meses observando la campaña puerta a puerta de Clinton en español en los barrios latinos, las encuestas le daban un 60% del voto y mucha gente no sabía ni que había otro candidato. Iowa y New Hampshire han cambiado las cosas. La última encuesta, de esta semana, les da empatados.

Mientras, la campaña de Sanders descansa sobre una organización prácticamente nueva. El jueves por la noche, tras el único encuentro televisivo, los organizadores sobre el terreno de Sanders se reunían en un bar cubano de Las Vegas. La media de edad era menor de 30 años. La mayoría de ellos ni siquiera pueden votar porque son indocumentados, explicaba Erika Andiola, una conocida activista dreamer (jóvenes que llegaron a EE UU indocumentados sin saberlo) que se ha hecho cargo de la comunicación latina de la campaña. Compartían la emoción de participar en una campaña política por primera vez y contrastaban con las abuelas latinas (sus abuelas) que hacen campaña por Clinton. El sentimiento anti-establishment domina el discurso de Andiola.

Entre los voluntarios de Sanders destacaba una cara muy conocida de la televisión: Marco Antonio Regil. Presentador de concursos y cotizado orador motivacional, Regil está fascinado con Sanders. “Bernie trae una revolución en su corazón”, decía a EL PAÍS. “Tiene un nivel de credibilidad enorme”, aseguraba este experto comunicador. Regil ha pasado la semana yendo por los casinos “de mesa en mesa” haciendo campaña por Sanders. Nunca lo había hecho antes.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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