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Silicon Valley echa un pulso al FBI

La negativa de Apple a colaborar con la agencia ha unido al sector ante lo que se percibe como un abuso de poder

Una mujer pasa delante de un cartel con el logo de Apple en San Francisco, en septiembre de 2015.
Una mujer pasa delante de un cartel con el logo de Apple en San Francisco, en septiembre de 2015. JOSH EDELSON (AFP)

La confrontación entre las compañías tecnológicas y la Administración estadounidense sobre privacidad y seguridad se ha agudizado con la negativa de Apple de desbloquear el iPhone del tirador de San Bernardino para el FBI. El caso puede convertirse en el epicentro de un debate histórico. Tim Cook, el presidente ejecutivo de Apple, ha dejado claro que cambiar su sistema operativo para que las autoridades puedan extraer datos de los usuarios sin necesidad de consultar cada vez que lo necesiten crea un peligrosísimo precedente. Y a su argumentación se ha sumado gran parte del Far West tecnológico.

Mientras, el Departamento de Justicia acusa a Apple de negarse a colaborar por “márketing” y la compañía señala que las autoridades se encuentran en esta situación porque manipularon el teléfono incorrectamente al principio y alteraron las opciones de recuperar los datos. La polémica llega en plena campaña electoral en EEUU, desde donde el republicano Donald Trump ha llamado a boicotear al gigante tecnológico.

Este caso abre una nueva batalla en un terreno donde la tensión ya alcanzó niveles máximos con la revelación del programa de vigilancia masiva de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) gracias a las filtraciones del exanalista Edward Snowden en 2013. Las palabras del Departamento de Justicia, que en su apelación para exigir la colaboración de Apple alega que “esto no es el fin de la privacidad”, recuerdan más a la preocupación de los estadounidenses entonces, cuando descubrieron que el Gobierno había recolectado millones de datos de llamadas telefónicas y comunicaciones a través de Internet.

Consciente quizá del poso que dejaron en la memoria de los ciudadanos tanto las revelaciones de la NSA, como el precedente legal de la Patriot Act tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001 —ley que restringe libertades y permite el control de comunicaciones—, el presidente ejecutivo de Apple alega que el Gobierno libra un ataque “escalofriante” contra privacidad en la Red. El intercambio de acusaciones representa el difícil equilibrio que ha mantenido la Administración Obama con Silicon Valley hasta ahora. La orden de Justicia puede haberlo roto: el FBI —con el apoyo expreso de la Casa Blanca— invoca, una vez más, la protección y la seguridad de los ciudadanos por encima de la privacidad. Mientras, Apple considera insólito que el Gobierno haya exigido a una compañía inventar un software.

Apple no está sola. Aunque no inmediatamente, Google –primero—, Twitter y Facebook, las abanderadas de las redes sociales, han respaldado su postura. “Estamos con Tim Cook y Apple. Y gracias por el liderazgo”, dijo en Jack Dorsey, el cuestionado cofundador de Twitter. Mark Zuckerberg emitió un comunicado: “Condenamos el terrorismo y nos solidarizamos con sus víctimas. Aquellos que buscan su promoción o planear ataques no encontrarán cobijo en nuestros servicios. De cualquier modo, vamos a seguir luchando contra los que piden que bajemos la seguridad de nuestros sistemas. Estas peticiones pueden crear un precedente nefasto y obstruir los esfuerzos que las empresas hacemos por construir productos seguros”.

Desde 2008, Apple ha accedido a ayudar a las autoridades, bajo una orden judicial, a extraer contenido de 70 aparatos que han salido de sus fábricas. Pero este caso, argumentan, es distinto porque no están dispuestos a crear una puerta trasera —back door en inglés, un término repetido constantemente en los últimos días— que puedan usar tanto autoridades, como hackers o corporaciones con los conocimientos adecuados para sustraer datos sin permiso.

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El FBI también tiene sus motivos para presionar. El iPhone 5C de Syed Farook, autor de la matanza de San Bernardino, tiene una peculiaridad. El acusado desactivó la función de iCloud seis semanas antes del tiroteo del 2 de diciembre. Quitar esa opción de guardado de contenido automático en la nube, resta opciones de éxito a los investigadores y, al mismo, tiempo, hace que el sistema de localización de Apple no funcione. El FBI carece de herramientas para seguir la traza del supuesto asesino. Y acceder al móvil proporcionaría las piezas que faltan para completar el puzzle.

Salto cultural y generacional

El plante de Apple ha servido para evidenciar un salto cultural y generacional entre empresas tecnológicas, mientras que las de nuevo cuño se han ido escorando del lado de Apple, Microsoft, Yahoo y Amazon han mantenido se han limitado a pronunciarse a través de un comunicado conjunto en RGS (siglas de Movimiento de Reforma de Vigilancia Gubernamental), una asociación nacida en 2013, de la que forman parte AOL, Apple, Dropbox, Evernote, Facebook, Google, LinkedIn, Microsoft, Twitter y Yahoo. Todo su compromiso se ha quedado en palabras demasiado frías para el momento que se vive: “Creemos que es extremadamente importante desalentar a los terroristas y criminales y ayudar en el cumplimiento de la ley cuando requieran información que nos mantenga a todos seguros. Pero no deberían pedirnos a las empresas de tecnología que construyamos puertas traseras para acceder a la información de los usuarios. Las empresas de RGS mantenemos un compromiso de colaboración con la ley a la vez que velamos por la información de nuestros clientes”.

Apple contará en este caso con la defensa de Ted Olson, uno de los abogados más respetados del país. De signo republicano, entre 2001 y 2004 ejerció como Abogado general del Estado. Se le conoce por ser una de las voces dentro de los conservadores que de manera más abierta ha apoyado el matrimonio gay.

Inquietos por la privacidad

En SOMA, el barrio donde tienen su sede las empresas de tecnología incipientes, el caso se sigue con interés. Como si fuese un partido en el que todo el mundo ha apostado algo, cada movimiento se comenta en un descanso para el café o la charla en la cola de la ensalada. Christian Van der Henst, consejero delegado de Platzi, una startup dedicada a la formación, muestra su preocupación. De sus cursos online salen los profesionales que pronto nutrirán las empresas de oficinas multicolor de Silicon Valley. En la mañana del jueves su comunidad tuvo un encendido debate retransmitido online. Entre sus aprendices no se contempla la opción de dejar una puerta trasera. “¿Qué impide que todos los demás gobiernos hagan la misma solicitud o incluso que esta puerta trasera sea utilizada para otras organizaciones no gubernamentales que apoyen actividades negativas?”, se pregunta.

Uno de los temores de estos jóvenes, la injerencia política, comienza a vislumbrarse. Y no sólo por la intervención del mutimillonario republicano Donald Trump. En el debate de las primarias demócratas en Las Vegas Hillary Clinton y Bernie Sanders comentaron, aunque con cautela, el tema y pidieron comprensión por ambas partes. En el mundillo emprendedor se quiere impedir a toda cosa que el asunto entre a formar parte de la campaña. Molesta tanto como los sucesivos viajes del presidente Barack Obama buscando el apoyo de las tecnológicas. Primero intentó crear un marco de colaboración al que solo se ha sumado una famélica Yahoo!, que vive uno de sus peores momentos. Después, con la creación de un centro de investigación tecnológico en un antiguo hangar de la NASA, al que únicamente se han sumado Intel y Apple, pero para explorar cómo será la vestimenta y equipamiento de las tropas del futuro.

El desplante de Cook obliga a que se tomen decisiones y se revise la relación entre el Pentágono, las fuerzas judiciales y Silicon Valley, un lugar en el que, en general, se prefieren tomar decisiones sin demasiada consulta y resolver los conflictos a posteriori, cuando una gran masa de usuarios se considera parte del movimiento y sirve de pieza en la negociación. Parte del juego de las disrupciones pasa por aceptar esta forma de actuación que sirve de modelo a los innovadores. Así es como Uber ha actuado con el taxi. Y Airbnb con los hoteles. Van Der Henst representa esta visión pragmática: “Crear una empresa es de lo más difícil del mundo. Agregarle al stress diario el lidiar con el gobierno hace que el CEO que empieza, seguro, se rinda. Los gobiernos agregando presión a las empresas para poder capturar más información solo logran desincentivar la innovación local y hacer que competidores internacionales tengan más fuerza”.

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