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La 'cacería' de los taxistas contra Uber en Colombia

Hugo Ospina, vocero de los conductores de taxis, pide que las reglas para el transporte de pasajeros sean iguales para todos los servicios

Sally Palomino
Bogotá y Medellín han reportado incidentes generados por las protestas de los taxistas contra los servicios de Uber.
Bogotá y Medellín han reportado incidentes generados por las protestas de los taxistas contra los servicios de Uber.RAUL ARBOLEDA (AFP)

Hugo Ospina, taxista desde hace 30 años, dice que sacará a Uber de Colombia. Niega que lo intente hacer con violencia, pero reconoce que por iniciativa suya se han organizado “bloques de búsqueda” en Bogotá para perseguirlos. Los vídeos que se reproducen en Internet, cada vez con más frecuencia, muestran cómo están actuando. Los taxistas están atentos para identificar los servicios de Uber, se comunican entre sí y bloquean a los vehículos. Los pasajeros, en la mayoría de los casos, reciben insultos y son obligados a bajar de los coches.

El vocero de la Asociación de propietarios y conductores de taxis, que agrupa a 19.000 taxistas de los más de 50.000 que prestan este servicio en la capital del país, defiende la 'cacería' que ha emprendido bajo el argumento de que los ingresos de su gremio se han reducido en un 50% debido a la presencia de Uber.

“Yo no tendría nada contra ese servicio si fuera legal, si compitiera con nosotros de forma transparente”, repite, mientras mueve una pila de documentos con los que, dice él, demuestra que su lucha también se ha encaminado por la vía legal. Demandas, cartas, tutelas. Ha pedido a todas las instancias nacionales que prohíban el funcionamiento de Uber, pero hasta ahora su lucha solo ha generado el rechazo de quienes califican de violenta la forma en que los taxistas están actuando. Los episodios se registran en Bogotá y Medellín, principalmente.

El limbo jurídico que hay en el tema ha generado que de un lado crean tener cómo defender el uso de este servicio y del otro busquen, como sea, la forma de detenerlo. Desde noviembre del año pasado, cuando el Gobierno expidió undecreto para reglamentar el transporte de lujo, el tiempo empezó a correr. Se fijaron seis meses para que quienes quieran prestar este tipo de servicio se constituyan como empresas de transporte y Uber, por el momento, no lo ha hecho.

Uber se pasea por la región

Mientras Uber logró ser regulado en Ciudad de México y establecer de forma clara las condiciones de su servicio, que incluye el pago del 1,5% por cada viaje al gobierno de la capital, en Argentina se alistan para su llegada. La plataforma tecnológica ha abierto convocatorias para encontrar un gerente y sus principales directivos y cada vez es más fuerte el rumor sobre su llegada en las próximas semanas. El gremio de taxistas ya ha alzado su voz. Ha asegurado desde hace varios meses que Buenos Aires es una de las ciudades con el transporte más regulado de la región y ha mostrado su preocupación por la posible llegada de Uber.

En Chile, la empresa ha anunciado un crecimiento en su operación y la posibilidad de ofrecer nuevos servicios como la entrega de comida y otro tipo de bienes. Las directivas de la empresa en ese país han excusado su presencia allí bajo el argumento de que la innovación siempre llega antes que la regulación.

Adriana Garzón, vocera de la plataforma en Colombia, ha insistido en decir que al ser una empresa tecnológica y no de taxis, el decreto no aplica para ellos. Los taxistas ven en este argumento la excusa para "librarse" de pagar el cupo para circular en las vías que sí deben asumir los taxis, el seguro de responsabilidad civil, la tarjeta de operación y el pago de la cuota a empresas a las que los taxistas sí deben inscribirse. Además, debido a la libertad para imponer las tarifas, según cálculos el gremio, se ha evidenciado que lo que un trabajador de Uber gana en una semana, un conductor de taxi lo hace conduciendo de sol a sol durante un mes.

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Uber es una empresa de tecnología constituida legalmente, pero la flota de autos que presta el servicio a través de su plataforma no está legalizada como una agencia de transporte. Por eso, según Garzón, ven con buenos ojos la iniciativa que se tramita en el Congreso que busca crear una nueva categoría de servicio basado en la tecnología. Para Ospina esa idea se resume en “competencia desleal” y por eso reitera que seguirán actuando para evitar que se extiendan por la ciudad. Reconoce que la preocupación ha aumentado porque en los últimos meses al menos 4.000 conductores de taxis tradicionales han migrado a Uber.

“No nos podemos quedar solos”, asegura. Cuenta que la estrategia para ‘cazar’ esos vehículos incluye que los mismos taxistas soliciten el servicio de Uber y una vez dentro de los coches, otro conductor, que los sigue desde un taxi, llame a la Policía para dar el número de placa y ubicación. “Así ya hemos logrado que inmovilicen a más de 4.000”, asegura con orgullo. Por orden de la Superintendencia de Transporte, los coches que se encuentren transportando pasajeros sin un documento que avale que pertenecen a una empresa que tiene ese objetivo podrán ser detenidos por las autoridades. Ospina le saca provecho a esto y excusa la actuación de su gremio como parte de un deber ciudadano. “Tenemos que hacer cumplir la ley, es nuestro deber”, insiste.

En lo que ha transcurrido del año se han registrado más de 50 agresiones contra conductores de Uber, denuncia su vocera. Ospina, por su parte, asegura que se trata de una cacería pacífica y rechaza las críticas que reciben por el mal servicio que prestan y que le ha dado ventaja a Uber. “Tenemos un estigma que ha sido difícil de borrar, pero le garantizo que solo somos personas dedicadas a nuestro trabajo y que queremos ganarnos la vida dignamente”, reitera. Recuerda que desde los 16 años, cuando su papá lo llevaba como copiloto en su taxi, ha vivido para ese gremio. Por eso ahora, a pesar de las amenazas que dice haber recibido por su lucha abierta contra Uber, no baja la guardia. “No vamos a descansar hasta que se legalicen o desaparezcan de las calles”, asegura.

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Sobre la firma

Sally Palomino
Redactora de EL PAÍS América desde Bogotá. Ha sido reportera de la revista 'Semana' en su formato digital y editora web del diario 'El Tiempo'. Su trabajo periodístico se ha concentrado en temas sobre violencia de género, conflicto armado y derechos humanos.

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