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EE UU y Corea del Sur inician sus mayores maniobras militares

Entre amenazas de Corea del Norte, reúnen a 300.000 soldados del país asiático y 15.000 del americano

Maniobras conjuntas de fuerzas de EEEU y Corea del Sur en 2014.
Maniobras conjuntas de fuerzas de EEEU y Corea del Sur en 2014. KIM HONG-JI (REUTERS)

Corea del Sur y Estados Unidos han iniciado este lunes sus mayores maniobras militares conjuntas, en medio de un aumento de la tensión con Pyongyang. Cerca de 300.000 soldados surcoreanos y 15.000 estadounidenses participan en los ejercicios “Foal Eagle” y “Key Resolve”, según la agencia Yonhap. Aunque estas maniobras, las de mayores dimensiones entre ambos países, tienen carácter anual, este año han doblado su tamaño como advertencia tras la prueba nuclear norcoreana de enero y el lanzamiento de un cohete de larga distancia. El régimen de Kim Jong-un ha respondido con amenazas de “una ofensiva general”.

Las maniobras continuarán hasta el 30 de abril. Según ha indicado Yonhap, incluirán el ensayo de planes para eliminar armas de destrucción masiva norcoreanas y para llevar a cabo un ataque preventivo en caso de que Corea del Norte se propusiera a su vez lanzar combates.

Cada año Pyongyang reacciona con amenazas ante estos ejercicios, que considera preparativos para una invasión de su territorio, y este no ha sido una excepción. Después de que la semana pasada Kim Jong-un diera órdenes de tener preparadas las armas nucleares de su país, en las últimas horas la Comisión de Defensa norcoreana se ha declarado dispuesta a “hacer realidad el gran sueño de la nación coreana mediante una guerra sagrada de justicia para la reunificación”.

“El Ejército y el pueblo de la República Democrática Popular de Corea lanzarán una ofensiva general para contrarrestar de manera decisiva los movimientos histéricos para una guerra nuclear de EE. UU. y sus seguidores”, ha insistido la Comisión en un comunicado difundido por la agencia de noticias norcoreana, KCNA.

Seúl y Washington insisten en que las maniobras anuales tienen objetivos puramente defensivos. El Ministerio de Defensa surcoreano ha declarado que hasta el momento no ha detectado movimientos fuera de lo corriente entre las fuerzas de su vecino del norte.

Este año las maniobras llegan en una situación especialmente crispada. A la prueba nuclear de enero, en la que Pyongyang asegura que empleó una bomba de hidrógeno pese al escepticismo de los analistas, se sumó el 7 de febrero el lanzamiento de un cohete de larga distancia. Seúl y Washington consideran que se trató de una prueba encubierta de un misil de largo alcance. Y tras largas y complicadas negociaciones, la semana pasada el Consejo de Seguridad de la ONU impuso nuevas sanciones contra Corea del Norte como castigo a la prueba nuclear. El régimen de Kim Jong-un replicó con el lanzamiento de seis misiles de corto alcance hacia el mar.

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El viernes pasado Seúl y Washington empezaron sus conversaciones formales para el posible despliegue en territorio surcoreano del escudo antimisiles estadounidense conocido por el acrónimo THAAD (“Terminal High Altitude Area Defence”). Estados Unidos considera que es necesario ese sistema de radares e interceptores para neutralizar posibles ataques de Corea del Norte contra su vecino del sur o contra su propio territorio. Hasta ahora, el Gobierno de Park Geun-hye había esquivado tomar una decisión, preocupado por la tajante oposición de China -su principal socio comercial- a ese dispositivo. Pero finalmente decidió entablar negociaciones formales tras la prueba nuclear de enero.

China se opone al despliegue del THAAD en la península coreana al considerar que podría utilizarse contra ella.

Corea del Sur, que el mes pasado canceló las operaciones del parque industrial de Kaesong -la última iniciativa conjunta entre las dos Coreas que aún se encontraba en marcha- ante lo que considera provocaciones de Pyongyang, tiene previsto anunciar nuevas sanciones unilaterales contra su vecino este martes.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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