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Rousseff se queda cada vez más aislada

La economía no remonta el vuelo, crece la polarización política y la presidenta ve cómo su poder se desvanece

Carla Jiménez
Dilma Rousseff en un acto este 9 de marzo.
Dilma Rousseff en un acto este 9 de marzo. afp

La situación del Gobierno de Brasil se vuelve cada día más dramática. La economía no remonta el vuelo, crece la polarización política y la presidenta Dilma Rousseff ve cómo su poder se desvanece progresivamente, sobre todo desde que la policía se llevó al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva a declarar el viernes pasado, acusado por la fiscalía de corrupción en el caso Petrobras.

El jueves, la situación empeoró: otra fiscalía, la de São Paulo, presentó una denuncia contra Lula por lavado de dinero y ocultación de patrimonio. Se trata de una acusación mucho más modesta, pero socava aún más la imagen del padrino político de Rousseff y de la propia presidenta.

Dilma Rousseff trata de mantener la naturalidad y cumple con el protocolo de su agenda, pero las extrañas estrategias a las que ha recurrido para salvar su gestión revelan a una persona aturdida, en busca de salidas desesperadas. Estos días se enfrenta a una Cámara de Diputados hostil, que bloquea sus iniciativas y que planea retomar la petición de destitución en su contra, pero también sufre presión en su propio partido: una parte de los ministros del Partido de los Trabajadores (PT) presiona para darle un cargo a Lula en el Gobierno, algo que lo convertiría automáticamente en aforado ante la Justicia. La noticia de que se evaluaba la posibilidad de que el expresidente pasase a integrar el equipo de Gobierno fue vista como una especie de confesión de culpabilidad de Lula, pero también como una señal de la pérdida de la capacidad de gobernar de la presidenta, que tendría que llamar a su mentor para que consiguiese hacer lo que ella ya no puede.

La sustitución de su ministro de Justicia también se ha percibido como un paso en falso del Gobierno. El nuevo ministro, Wellington César Lima e Silva, es fiscal de Justicia del Estado de Bahía. El Tribunal Supremo rechazó este miércoles que Lima y Silva pueda compatibilizar los dos cargos, y le ha dado 20 días para renunciar a su puesto de fiscal, en caso de que quiera mantener la cartera. Pero el tira y afloja ha reforzado la impresión de que falta destreza en las últimas decisiones de la presidenta.

En el área económica, este lunes llegaron por fin lo que parecían buenas noticias. La Caja Económica Federal aumentó el límite de crédito para la financiación bancaria destinada a la compra de inmuebles, pero la decisión, en principio positiva, también despertó polémica. Algunas voces creen que el Gobierno está estimulando a un banco público a ofrecer crédito en un momento de intensa inestabilidad económica. Incluso la ligera desaceleración de la inflación de febrero (0,9% frente al 1,27% de enero) se ve con bastante escepticismo. Los precios caen porque los brasileños han dejado de comprar, y eso ya se puede notar en los centros comerciales y bares de ciudades como São Paulo. Se multiplican las noticias de que hay funcionarios públicos que cobran su sueldo a plazos, y los anuncios de los despidos en empresas privadas.

La gran prueba de fuego del Gobierno tendrá lugar este domingo. Movimientos de oposición han convocado manifestaciones en decenas de ciudades brasileñas, y los organizadores cuentan con que conseguirán reunir a centenares de millares de personas para exigir la salida de Rousseff.

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El Ejecutivo se va quedando solo. Este miércoles, líderes de las dos siglas principales del país, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) y el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) se reunieron para una cena donde el tema principal fue la grave situación política. El PMDB es todavía socio del Gobierno, pero cada vez se muestra más propenso a romper con él. El senador Eunício Oliveira, por ejemplo, siempre ha sido un fiel aliado de la presidenta y ha ejercido de pacificador dentro del partido. Hasta él no ha visto otra salida sino aceptar la invitación para debatir una posible transición, imaginando el peor escenario para Rousseff: abreviar su mandato este año. “Discutimos todos los escenarios posibles: la destitución, la anulación de la candidatura por parte del TSE [Tribunal Superior Electoral] e incluso su permanencia [la de Rousseff]”, reconoció después de la cena.

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Sobre la firma

Carla Jiménez
Directora de EL PAÍS en Brasil desde 2018. Trabajó en O Estado de S. Paulo, Agência Estado, revista Época e IstoéDinheiro. Nació en Chile, creció en Brasil. Es formada en Periodismo por la Universidad Cásper Líbero, con especialización en Economía en la Fipe/USP. Forma parte de EL PAÍS desde 2013.

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