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La lujosa Florida de Donald Trump

El magnate posee un club para ricos en una zona exclusiva de Palm Beach y otro en Doral

Mar-a-Lago Club, de Donald Trump
Mar-a-Lago Club, de Donald Trump

Donald Trump llega a las primarias del martes de Florida como claro favorito y convencido de que si vence en este Estado tendrá la nominación para ser el candidato republicano a la Casa Blanca al alcance de la mano. Su victoria hundiría definitivamente al aspirante del establishment, el senador de Florida Marco Rubio, y engordaría el número de delegados que necesita para ser elegido. Trump lidera de forma cómoda las encuestas pese a su discurso contra los inmigrantes en un Estado en el que el 24% de la población es de origen hispano. Para afianzar el mantra de que es un empresario de éxito que conducirá a Estados Unidos por el mismo sendero, el magnate inmobiliario no ha dejado de presumir en las últimas semanas de sus propiedades en Florida y de los empleos que ha creado.

Además de varias torres de viviendas repartidas a lo largo del Estado, Trump posee en Florida dos clubes privados de superlujo. Uno está situado en Palm Beach, en una selecta zona rodeada de mansiones, y otro en Doral, una ciudad del condado de Miami-Dade con un 80% de la población de origen hispano, la mayoría venezolanos.

El Mar-A-Lago club de Palm Beach es un espectacular club para gente rica que está junto al océano Atlántico. Nadie pasea por los alrededores, y la mayoría de los coches que se ven son de altísima gama. Recientemente, The New York Times informó de que pese a sus promesas de que va a proteger a los trabajadores estadounidenses si es elegido presidente, la mayoría de los contratados en el complejo eran extranjeros. Trump resolvió el asunto diciendo que la única razón por la que no había contratado a más estadounidenses es porque no estaban “cualificados”.

“Cuando viene nos saluda y nos da propinas de entre 50 y 100 dólares”, dice un trabajador de Palm Beach

Miguel Lazo, de origen cubano, es uno de los trabajadores extranjeros contratados en el Mar-A-Lago. Se encarga del mantenimiento de los jardines en el club desde hace 10 años. “Nosotros éramos tres cuidando los jardines y ahora somos cinco. Aquí hay muchas personas trabajando, muchos de ellos latinos”, afirma Lazo. El magnate viene a menudo por esta propiedad y, según dice Lazo, se muestra simpático y generoso con sus trabajadores. “Cuando viene nos saluda y nos da propinas de entre 50 y 100 dólares”.

También es asiduo de Trump del club que tiene en Doral, que incluye campo de golf, pistas de tenis o piscinas. Lorenzo Di Estéfano reside en una de las 65 viviendas que hay dentro del complejo. “Trump ha enriquecido la zona. Los precios de las casas han subido y el club ha mejorado mucho. Yo no soy simpatizante, pero la verdad es la que es”, dice Di Estéfano, que reconoce que el magnate “no es muy querido” en esta ciudad repleta de hispanos.

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Un ejemplo de los que discrepan con Trump es Carlos Pereira, un activista demócrata que aspira a ser concejal de Doral y que lleva meses denunciando una connivencia entre Trump y el alcalde de Doral, Luigi Boria, venezolano de nacimiento. “Trump y el alcalde son tóxicos y nocivos. La ciudad le dio 2,5 millones de dólares a Trump para el concurso de Miss Universo. Dijeron que iba a revertir en la ciudad pero no es verdad”. Pereira, junto a otras 300 personas y varias organizaciones, llevó una iniciativa al Ayuntamiento de Doral para rechazar las palabras del magnate contra los inmigrantes, una propuesta que fue rechazada y que el activista demócrata deplora. “En Doral hay miles de inmigrantes indocumentados, y se están poniendo por encima los intereses personales a las leyes de la ética”, afirma.

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Sobre la firma

Luis Barbero
Es subdirector de Actualidad de EL PAÍS, donde ha desarrollado toda su carrera profesional. Ha sido delegado en Andalucía, corresponsal en Miami, redactor jefe de Edición y ha tenido puestos de responsabilidad en distintas secciones del periódico.

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